domingo, 12 de abril de 2020

Castillitos en el aire: el peligro de dibujar una realidad idealizada

Empezamos el análisis de hoy con una clase de lengua española (que hace bastante tiempo de la última) ¿Habéis escuchado o utilizado alguna vez la expresión “hacer castillos en el aire”?

Esta frase hecha permite referirse a aquellas personas que se dedican a dar una visión de la realidad bastante fantasiosa, irracional, imaginativa, y en general, deformada (sin ningún tipo de fundamento lógico). La gente que hace castillos en el aire presenta las cosas de una manera positiva, tal como le gustaría que fueran, como si estuviera en un mundo de hadas (todo es bonito, todo es bueno, todo es sensacional...).

Los individuos que construyen castillos en el aire, lo que hacen (a veces, de forma inconsciente) es vender humo, es decir, empiezan a crear falsas ilusiones intentando convencer a otras personas de que todo va a salir bien y la vida va a ser de color de rosa. Hablar y prometer cosas bonitas es muy sencillo (a la humanidad es fácil convencerla presentando la realidad de una manera idílica y favorable, empleando la fantasía y la palabrería). Lo difícil es que esas cosas se acaben cumpliendo en el plano de la realidad.

Finalmente, se produce el choque entre esas aspiraciones fantasiosas (los castillos en el aire) y la cruda realidad, dando lugar al desengaño y la frustración. Por tanto, cuando haces castillos en el aire estás creando una mentira (esos castillos no tienen una base de sentido común sobre la que sustentarse), que a corto plazo causa cierto placer (las palabras y las ideas son muy tentadoras) pero a largo plazo acaba pasando factura, ya que las cosas que se pintan suelen ser imposibles.

Esto mismo, pero en el terreno amoroso tendrá que sufrir la protagonista de esta zambra que popularizó Imperio Argentina en el año 1948, dentro de la película La Cigarra. Su título es Castillitos en el aire. Años más tarde, Carmen Florido haría una versión de este tema.



Me lo pintaste de ensueño
con torres de lunas en la madrugá,
y yo que estaba sin dueño,
le entregué los rumbos de mi voluntad.

Fui la yedra en tu muralla
y la rosa en tus espinas,
la arenita de tu playa
y la sal de tu salina.

En tus ojos me perdí
al momento en que te vi.

Castillitos, castillitos que en el viento,
con suspiros levanté,
torreón de juramento.
De tu orvío y mi querer.

¡Ay, mira, mira que mira!
Castillitos en el aire,
sabiendo que son mentira,
casi to el mundo lo hace.

Nuestro barquito de ensueño,
a pique se vino sin saber por qué,
y no valía el oro en paño,
pa salvar la vía de nuestro querer.

Mal fin tenga el pregonero,
que de verme hablar sonaba,
entre un beso y un te quiero,
se acabó lo que se daba.

Válgame la soleá
En lo que vino a acabá.

Castillitos, castillitos que en el viento,
con suspiros levanté,
torreón de juramento.
De tu olvío y mi querer.

¡Ay, mira, mira que mira!
Castillitos en el aire,
sabiendo que son mentira,
casi to el mundo lo hace.

Castillitos,
Castillitos en el aire

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La copla cuenta la historia de una relación amorosa fallida entre la protagonista y un hombre. La muchacha habla en primera persona a su amado, y se nos va contando la evolución del proceso amoroso. Esa primera persona se manifiesta en formas verbales (estaba, entregué), los pronombres (me lo pintaste, yo estaba sin sueño) o el posesivo (mi voluntad). Las marcas de segunda persona (las que hacen referencia al hombre) también se detectan en formas verbales (pintaste), posesivos (tus espinas, tu salina) y el pronombre (momento en que te vi). El hombre no toma la palabra en ningún momento, pero hay elementos lingüísticos en los que está presenta (como receptor).

La primera estrofa hace hincapié en la fase inicial de la relación amorosa (las primeras impresiones) cuando los amantes se conocen. Es en este momento cuando se pintan castillitos en el aire (todo va a ser bonito, el amante te promete amor eterno, vas a vivir feliz con él, estás en un cuento de hadas, no te vas a arrepentir de nada...): me lo pintaste de ensueño. También se hace alusión al desarrollo de esa relación.

Vamos a reseñar algunos aspectos importantes de esta primera estrofa:

-Aparece el tópico del amor a primera vista, es decir, desde el momento en que la protagonista ve al hombre, queda hechizada: en tus ojos me perdí al momento en que te vi. Este pareado contiene una imagen que nos evoca a la poesía neoplatónica italiana del XVI y es la relación entre el amor y los ojos: el amor es una fuerza, que entra y sale de los órganos oculares, provocando el efecto enamoramiento en la persona que lo recibe. Aunque pueda parecer absurdo, esta idea neoplatónica estaba basada en teorías médicas de la época: la sangre crea unos espíritus que salen por los ojos y produce el amor en la persona que los recibe (también por sus ojos).

-La presencia de elementos astrales y celestiales (me lo pintaste de ensueño, con torres de lunas en la madrugá) es un rasgo típico de la poesía amorosa. Como sabéis, los elementos del cielo son inaccesibles (el Sol, la Luna, las estrellas). Y todo lo que resulta inaccesible suele ser valioso (ya que a la gente le gustaría tener lo que nadie tiene: lo exótico, lo extravagante, lo raro, lo misterioso, lo lejano).

Por eso, ese castillo metafórico que le pinta tiene “torres de luna”, ya que prometer lo valioso y lo inaccesible suele ser una prueba de amor (cuyo cumplimiento va a ser imposible). Recordad canciones como el “Yo no te pido la Luna”. Lo astral se relaciona como lo valioso y lo inaccesible, y de ahí el tópico de “yo sería capaz de hacer lo imposible, lo que no está en mis manos para que me quieras”. En cierta medida, en esta copla el hombre se presenta como un Dios ante la dama, capaz de hacer todo lo que ella pida. Es un mecanismo para ganarse su amor.

-Hay elementos propios del amor cortés, de concebir a la amada como una posesión material que pertenece al amado, y solo al amado. De hecho, la protagonista se cosifica a sí misma, se concibe como una persona que no puede estar sola y necesita de un hombre para poder ser alguien (mejor estar mal acompañada que sola).

Es el tópico de la dama que pierde su identidad, su voluntad, sus autorrealizaciones personales para poder complacer a un hombre: Y yo que estaba sin dueño, le entregué los rumbos de mi volunta”. Un sustantivo abstracto como “voluntad” se convierte en algo tangible, material, concreto, (se usa el verbo de transferencia “entregar”), como si fuera una mercancía. La palabra “dueño” implica posesión, pertenencia a alguien. Ella misma se convierte en objeto, ya que se ha creído esos castillos en el aire que el hombre ha pintado, y por eso, ha caído enamorada.

-Esta relación amorosa de pertenencia y materialidad se refleja con una serie de metáforas, las cuales permiten ver al hombre y a la mujer como dos elementos fusionados, dependientes, inseparables, que forman unidad (cosa que nos recuerda a la mística), donde aparentemente uno no es nadie sin el otro y necesitan estar juntos para dar sentido a la realidad.

El problema es que hombre y mujer no están a un mismo nivel jerárquico. Observad las metáforas: “Fui la yedra en tu muralla”, “la rosa en tus espinas”, “la arenita en tu playa”, “la sal en tu salina”. Como veis, el hombre representa la totalidad (muralla, playa, salina) mientras que la mujer representa la parte (yedra, arena, sal). Realmente, la mujer (la parte) está subordinada al todo (el hombre), y depende de la voluntad de este. Esto recuerda mucho al mito bíblico de la creación (libro del Génesis): el hombre es más “importante” que la mujer, ya que el hombre fue creado primero, mientras que la mujer nació después, de la costilla del hombre. Por tanto, la mujer existe porque existe previamente el hombre. De ahí la superioridad del hombre sobre la mujer, que tan bien se refleja en esta copla (incluso por la propia protagonista).

El uso del posesivo (tu playa, tu salina, tu rosa, tu muralla) enfatiza ese carácter de posesión. El diminutivo (arenita) da un carácter afectivo a la expresión (quitando enfado y reproche, ya que la copla es más bien un lamento o un desengaño que ira o enfado). La mujer asume su inferioridad. También se hace uso de la derivación (sal<salina) con función ornamentativa.

Mientras que la primera estrofa se refiere a los inicios y desarrollo de la relación amorosa, la segunda tiene que ver con su desenlace. Para expresar el fracaso del amor se recurre a la clásica metáfora del barco que se hunde. Es lo que pasa cuando se hacen castillos en el aire, que al final se derrumban. Todas esas promesas de vas a ser feliz, el mundo de hadas, qué bonito es todo se van al garete: Nuestro barquito de ensueño a pique se vino sin saber por qué.  El hipérbaton (a pique se vino) enfatiza el desafortunado desenlace de la relación.

Al final, no todo lo que reluce es oro: y no valía el oro en paño pa salvar la vía de nuestro querer. La relación, que parecía idílica, se ha quedado en nada. El fin del amor se expresa coloquialmente mediante el refrán “se acabó lo que se daba”. Después de eso, solo queda la soledad, tal como se refleja en el pareado: Válgame la soleá en lo que vino a acabá

La idea principal del estribillo se expresa de manera clara: es muy fácil pintar castillos en el aire (prometer, jurar, decir que todo va a salir bien), ya que quedas muy bien de cara a los demás pintando la realidad de una manera idílica y edulcorada, prometiendo cosas que son fáciles de decir, pero imposibles de llevar a cabo y de hacer. Esto se ve bien en la metáfora “torreón de juramento”.

La teoría es muy fácil (los propósitos) pero la práctica (la realidad, llevar a cabo esos propósitos) es diferente. Cuando la teoría y la práctica no coinciden llega el desengaño, la frustración y la mentira. Por eso fracasa la relación amorosa que se plantea en la copla (el castillo se cae). Tener buenos propósitos es muy bonito ya que crea un halo de ilusión, pues todo el mundo lo hace y no requiere de mucho esfuerzo (hay conformistas que se contentan con eso). Cualquiera lo puede hacer (soñar e imaginar es gratis): Castillitos en el aire, sabiendo que son mentira, casi to el mundo lo hace

El problema viene cuando te das cuenta de que las cosas no son tan fáciles, creándose una oposición entre el deseo y la realidad (tema cernudiano por excelencia). El uso del imperativo (mira, mira, mira) da un carácter retórico y cercano al texto. La voz poética se impregna de credibilidad, invitando al lector (y al propio amado) a reflexionar, y convencerlo de que el contenido de la copla es una verdad como un templo.

Métricamente las estrofas están constituidas por la combinación de dos cuartetas y un pareado. No obstante, la primera de las cuartetas no es pura, ya que en la cuarteta los cuatro versos son de arte menor (abab). Aquí el segundo y el cuarto son versos de arte mayor (dodecasílabos) y el primero y el tercero de arte menor (octosílabos). La segunda cuarteta sí es normal (versos octosílabos). Los estribillos están formados por dos cuartetas (aunque la primera, posee el primer verso de arte mayor).

Hay tendencia a la relajación fonética, sobre todo en sílaba final (madrugá, soleá, to, acabá), confusión de la “l” y “r” implosivas (orvío).


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