lunes, 24 de noviembre de 2025

Cinco farolas: del amor y la confianza en la pareja al desamor y la decepción

La copla que os traigo esta tarde jugó un papel trascendental en la trayectoria artística de dos grandes del género:

-Por un lado, Juanita Reina. La incluyó dentro de su espectáculo Trono y tronío de 1960 pero no se atrevió a grabarla, ya que su padre decía que la letra le recordaba a la historia de amor que su hija había tenido con Federico Casado (Caracolillo, que se acabaría convirtiendo en su marido). En aquella época estaba muy mal visto que una folclórica prodigara a los cuatro vientos su vida personal.

-Por otro lado, Concha Piquer, la cual estaba ya retirada del mundo de la canción desde 1958 cuando tuvo que suspender su concierto en Isla Cristina mientras interpretaba "Mañana sale" debido a sus problemas de voz. No obstante, tenía un contrato discográfico vigente, así que no le quedó más remedio que lanzar los discos que le exigían aunque ya no actuara en directo. Uno de los temas que grabó en ese último disco fue el que vamos a analizar hoy: Cinco farolas. 

El poema cuenta la historia de una mujer que se siente segura en la relación con su amado a pesar de que la gente no para de cotillear y chismorrear sobre su matrimonio: que si él no es trigo limpio, que si la está engañando, que si está con otra mujer...La protagonista no hace caso a las malas lenguas. Confía en la honestidad de su marido y se muestra enamorada y orgullosa ante la opinión pública. Sin embargo, la protagonista finalmente descubre que todas esas habladurías son ciertas y su amado no le está siendo fiel. La muchacha expresará dolor, pena y rabia ante el desengaño. 



Yo no escucho lo que dicen
las lenguas de vecindonas
porque de sobra yo se
por quien esta su persona.
Cinco luceros azules
alumbran cinco farolas
desde su casa a mi casa,
desde su boca a mi boca.

Cinco anitos que le quiero,
cinco anitos que me adora,
la mala gente que sabe
que sabe de nuestras cosas.

Si yo se que me quiere, como le quiero,
a que darle tres cuartos al pregonero
desde su puerta misma hasta su puerta
la vereita verde no cria yerba, 

[no cria yerba]

Yo no quiero ni saberlo,
vecina, cierre la boca
y no me venga a decir
que el va a casarse con otra.

Los cinco anitos cabales
queriendole hora tras hora
son un cordel en mi cuello
que la garganta me ahoga.

Con carbones encendios,
que le quemen esa boca
al que juro tantas veces
que estaba por mi persona.

Se apagaron las cinco, cinco farolas,
pa' que nadie me vea llorando a solas.
Ay, que penita madre! madre, que pena!
La vereita verde, cuaja de yerba


[cuaja de yerba]


.............................................

Al inicio de la historia, el yo poético adopta una actitud de fortaleza ante las habladurías de la gente: yo no escucho lo que dicen las lenguas de vecindonas

La negación del verbo de percepción (no escucho...) expresa el rechazo a un entorno hostil que busca el desorden y el caos en la pareja. La gente quiere hundir su matrimonio, disfruta con el mal ajeno. A la masa le encanta el morbo, los líos y los enredos. Les gusta ir contando por ahí las miserias de otros y se frotan las manos viendo al vecino en situaciones "delicadas". La protagonista no se dejar llevar por los comentarios de la vecindad para no darles el gusto de acabar con la felicidad conyugal. Pasa de la gente. Le da igual lo que digan. Hace oídos sordos. No van a conseguir hundirla 

La metonimia enfatiza la crueldad del entorno: lo que dicen las lenguas de vecindonas. Se alude al instrumento (lengua) por la persona (vecinas). Las que hablan son las personas que tienen pensamientos malos, y lo verbalizan a través del órgano articulatorio (lengua). A la gente le encanta hablar de otros. Es el deporte nacional de España. Se pueden pasar todo el día dándole al pico. 

El diminutivo (vecindona) da un matiz despectivo y crítico. La protagonista no aguanta a este tipo de personas que necesitan llenar sus vacíos existenciales contemplando y opinando sobre las vidas ajenas. Cuando alguien gasta todo su tiempo y su energía en hablar de las acciones de otros es porque tu vida no tiene que ser muy plena. Resarcirse en el mal ajeno es una conducta típica de la gente frustrada. 

El yo poético expresa confianza plena hacia su amado: porque de sobra yo sé por quién está su persona. La oración causal (porque...), el verbo de certeza (sé), y la locución adverbial con función de complemento circunstancial de cantidad (de sobra) dan seguridad al discurso de la muchacha. Pone la mano en el fuego por su marido. No cree en la veracidad de esos chismes. Cuestiona a la gente en lugar de caer en la duda o la inseguridad. La mala es la gente por hablar.

La acumulación de palabras con sílabas con vibrante final (PORque, POR quien, PERsona) da fuerza y autoridad a las palabras del yo poético. Habla con una rotundidad profunda, sin titubear. Está cien por cien segura de la reciprocidad del sentimiento entre ella y la pareja. No va a pensar mal por mucho que las vecinas hablen. No se le pasa por la cabeza que puedan tener razón. La expresión coloquial "estar por alguien" (por quién está su persona) refuerza el apoyo, el cariño y el afecto incondicional por él. La única persona que está en la vida del amado es ella. No hay otra mujer. No hay nadie más. 

Los chismorreos han provocado la aparición de dos bandos:

-El amado, cuya conducta moral ha sido cuestionada por la masa pública (está siendo infiel)

-La gente, que es la que se encarga de juzgar y pregonar esa supuesta mala conducta

La protagonista se moja y se une al bando de su amado. Cree de manera total y devota en él. Piensa que los malos son los vecinos por hablar e inventarse cosas buscando la ruptura del matrimonio y el fin de la felicidad de ambos. 

El triunfo del amor se materializa con la metáfora mística de la luz: cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa, desde su boca a mi boca. En textos como el Cantar de los Cantares o el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, la pasión va ligada a la iluminación. De hecho, el léxico está relacionado con el fulgor (lucero, alumbrar, farola). 

El paralelismo sintáctico refleja la armonía de la relación y el estado de tranquilidad que vive la pareja: numeral (cinco/cinco) + sustantivo (luceros/farolas), con el verbo lumínico en medio (alumbran). En los versos siguientes entendemos que el cardinal (cinco) está relacionado con el número de años que los amados llevan juntos y están felices (cinco añitos que le quiero...), en un estado de calma y quietud, a pesar de que la gente le de a la boquita. 

Encontramos una referencia a la vía iluminativa de la tradición mística: cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa, desde su boca a mi boca. 

Al principio el alma se encuentra sola en el vacío espiritual (oscuridad), buscando a su Dios, mientras combate el pecado y la imperfección moral (purgación). Después de un proceso de lucha, el ser ve la luz que le guía de camino a la divinidad. Es la vía iluminativa. La luz establece el vínculo entre el amado y la amada, marca la senda que nos lleva a la persona que amamos, tal como marcan los complementos circunstanciales de lugar de origen (desde su casa/desde su boca) y de destino (a mi casa/a mi boca). Al final, las almas acaban unidas por la luz alcanzando la fusión mística . 

La casa y la boca funcionan como símbolo de la intimidad, de lo que es nuestro, de lo que llevamos en el interior. Es algo que no podemos compartir con cualquiera. A nuestra boca y a nuestra casa acceden solo los más allegados, unos pocos elegidos, los que de verdad nos quieren. Tú no puedes dejar pasar a tu templo al primero que veas en la calle. Tú no puedes besarte así como así con cualquier persona a la primera de cambio. El amor es un acto selecto y discriminatorio. El posesivo de segunda persona (tu casa) está vinculado con el de primera persona (mi casa) por el acto iluminativo (alumbrar). Los entes están unidos. 

La estructura sintáctica en paralelismo encaja al milímetro, simbolizando la conexión y la armonía plena entre los amados: preposición de origen (desde/desde) + posesivo (mi/tu) + sustantivo de intimidad (boca/casa) + preposición de destino (a/a) + posesivo (mi/tu) + sustantivo de intimidad (boca/casa). 

El camino está iluminado por el amor, el cual se prolonga en el tiempo: cinco añitos que le quiero, cinco añitos que él me adora

El paralelismo fluye en los versos siguientes para reflejar la estabilidad y madurez de la relación entre los amantes: determinante numeral (cinco/cinco) + sustantivo de segmento temporal (añitos/añitos) + pronombre relativo (que/que) + pronombre reflexivo (le/me) + verbo volitivo (quiero/adora). 

El diminutivo (añitos) da un toque de afectividad al discurso, haciendo que ese periodo de tiempo sea próspero y feliz para los amados, a pesar de las habladurías. La reciprocidad es absoluta: yo le quiero, él me adora. 

Los comentarios y chismorreos vecinales no son un obstáculo para la relación a pesar de su presencia en la vida diaria: la mala gente que sabe, que sabe de nuestras cosas. 

El adjetivo valorativo (mala) expresa el desdén del yo poético hacia la colectividad que no para de hacer daño y malmeter. Posee connotaciones morales. La anadiplosis refleja lo cargante que puede llegar a ser la gente con esa actitud de meterse en temas que no les incumbe con el fin de buscar el morbo y acabar con la felicidad de los demás: la mala gente QUE SABE/ QUE SABE de nuestras cosas. Es algo inherente de la naturaleza humana: la curiosidad por saber del otro y que a ese otro le vaya peor que a ti

A la masa le encanta opinar. De ahí el triunfo de los programas de la prensa del corazón. Todo el mundo sabe de la vida de Rocío Carrasco, de Belén Esteban y de todos los grandes hermanos. Aquí pasa algo parecido, pero aplicado a un contexto ficcional. Los vecinos no paran de hablar de la protagonista y de su relación amorosa, buscan los tres pies al gato, tergiversan, inventan, sacan punta a todo, se percatan de cualquier detalle, juzgan tengan o no pruebas, dan su parecer, dicen lo que les parece mal, buscan que los amados acaben mal y rompan...La pareja se convierte en objeto de debate y valoración. 

La gente se interesa por asuntos íntimos y privados tal como refleja el posesivo de primera persona de plural (nuestras cosas). La palabra comodín (cosa) evita entrar en detalles concretos y polémicos que pertenecen al ámbito de la pareja y no son incumbencia de nadie. Lo que pase dentro de esa casa y si la pareja tiene o no problemas es cosa de la pareja. No le interesa ni al público ni a los vecinos. Por eso el yo poético no quiere profundizar en la cuestión. 

La protagonista reafirma su seguridad emocional: si yo sé que me quiere, como le quiero. ¿Pa qué darle tres cuartos al pregonero? Ella confía en el amado y se la suda la gente. La subordinada condicional en presente de indicativo (si yo sé) convierte la sensación subjetiva en certeza. Lo importante es que sus sentimientos son sólidos y lo que se comente en el barrio no va a derrumbar sus convicciones. Ella está segura de su relación. Piensa que su camino es el correcto. Ha sabido elegir bien al amado y es feliz con él. Lo demás no importa. 

La interrogación retórica minusvalora y quita trascendencia al tema del qué dirán: ¿Pa qué darle tres cuartos al pregonero? Es una forma elegante de combatir el daño que la gente hace con sus palabras. No hace falta enfadarse, llorar, quejarse, insultar o maldecir a la cotilla de turno. Basta con la indiferencia, el alejamiento o la impasibilidad para quedar dignos y victoriosos. Si nos afectan los comentarios ajenos han conseguido lo que querían. Si pasamos de ellos, como hace la protagonista, los que quedan en peor lugar son ellos, que se quedan con las ganas jejjej. Al final, si la gente nos hace daño es porque nosotros queremos. 

La protagonista cree férreamente en su realidad, confía ciegamente en su amado. Su pasión es tan fuerte que el arma del chismorreo no hace efecto en ella. No hace falta hablar más del tema, ni hacer caso a la gente ni andar divulgándolo. Ella está radiante y plena así. Zanjemos la cuestión. 

Por eso, el espacio físico que hay entre la amada y el amado se encuentra libre de obstáculos, no surge la mala hierba. La relación fluye porque ella confía en su amado: desde su puerta misma hasta mi puerta le vereíta verde no cría yerba. Aunque los vecinos malmeten no consiguen su propósito de meter mierda en el espacio íntimo de la pareja (su puerta/mi puerta). La puerta representa la frontera entre el ámbito público y el privado. Las malas lenguas no cruzan el umbral de esa puerta. Los chismes no se meten en las entrañas de la relación. No la destruyen. No son un cáncer. 

La personificación del entorno representa la fuerza y vitalidad de la relación, que permanece intacta ante los chismorreos vecinales: la vereíta verde no cría yerba. Un elemento inerte/inanimado (vereda, que es una senda o camino) realiza una acción propia de seres humanos (criar). En este caso, hay negación (no cría). Como las opiniones de la gente no influyen en la protagonista, no surgen las malas hierbas en la relación. El yo poético transmite de manera orgullosa ese mensaje de seguridad a la figura materna mediante un vocativo (madre), que recuerda a la lírica provenzal y la jarcha mozárabe. 

Hasta este momento las Cinco Farolas es una copla optimista y alegre. La protagonista está enamorada, confía en su marido e incluso expresa cierto toque de arrogancia y altanería (no habéis podido conmigo, vuestros chismes no me hacen daño). Isabel Pantoja, por ejemplo, interpretaba esta primera estrofa con muchísima sensualidad. Al fin y al cabo vemos a un yo poético victorioso y convincente ante la gente. 

Sin embargo, en la segunda parte del tema se produce un giro radical en los acontecimientos cuando la protagonista confirma que esos chismes y habladurías son ciertos, y el marido le está siendo infiel con otra mujer: yo no quiero ni saberlo, vecina cierra la boca, y no me venga a decir que él va a casarse con otra. En este momento, la canción entra en el terreno del drama. Aquí necesitamos una intérprete que exprese desgarro

Si os dais cuenta, las dos estrofas empiezan con el pronombre personal de primera persona de singular que marca el sujeto (yo no escucho lo que dicen/yo no quiero ni saberlo). Esto es síntoma de lirismo e interiorización de un conflicto, que se plantea en la primera parte y estalla en esta segunda. Cuando se acumulan marcas de yoísmo es porque estamos ante un discurso íntimo, subjetivo, expresivo, psíquico, sensorial y afectivo. La voz lírica nos muestra su estado anímico, al principio de alegría y celebración, y luego de desdicha. 

La protagonista recurre a un mecanismo de defensa típico de los contextos de sufrimiento: la negación. Cuando sucede algo que nos provoca daño, dolor o pena (en este caso, el marido le ha sido infiel y se va con la otra mujer), nos cuesta mucho enfrentarnos a la realidad. Nos duele hablar del tema. No nos gusta que nos recuerden constantemente lo que ha pasado. Para no hacernos daño evitamos tratar la cuestión. Nos alejamos de aquello que nos perturba. Hacemos como que no existe para no sufrir. La verdad duele. Hasta que no la asimilemos nos va a costar gestionarla. Estanos en la primera fase del duelo. Por eso el yo poético se cierra a la cruda realidad: yo no quiero ni saberlo.

Mediante un vocativo se dirige al interlocutor (vecina) y con el imperativo (cierra la boca) pide silencio porque la verdad le da miedo/pánico/vértigo. Se ve incapaz de asumirla. Esto le ha supuesto un trauma importante del que es muy difícil salir. 

El mundo exterior reacciona de una forma fría y deshumanizada ante el conflicto íntimo de la chica. En la primera parte las vecinas no paran de malmeter, enredar e incentivar la ruptura con los chismes. En esta segunda parte hacen leña del árbol caído. No paran de recordarle a la muchacha lo que le ha hecho el marido: y no me venga a decir que él va a casarse con otra. La gente se recrea un el morbo. No miran por el estado anímica de la protagonista. Nos da la impresión de que la vecina "disfruta" restregándole en la cara la delicada situación personal que atraviesa.

Este comportamiento es típico de los entornos tóxicos. Cuando se te muere alguien, enfermas, te separas de tu pareja, pierdes tu trabajo...la gente te tiene que estar recordando tu desgracia cada vez que te los encuentras por la calle. Esto dificulta la superación del duelo. 

La protagonista se siente engañada. Lo que ha vivido este tiempo ha sido una mentira, ya que ella creía una cosa (estamos felices los dos, yo tengo unos sentimientos de amor hacia él, mi amado me quiere de la misma manera) y ha sido resultado todo lo contrario (él no me quiere porque prefiere a la otra mujer). La protagonista construyó su propia realidad y esta se desmorona. De ahí el lamento: los cinco añitos cabales queriéndole hora tras hora.

El adjetivo cabal connota un contexto de orden, armonía, exactitud, perfección, justicia. Ella estaba en un mundo idílico (al lado de su pareja, tan contenta, radiante y plena). Era su particular paraíso. Vivía en una situación de protección y seguridad. De la noche a la mañana todo eso se rompe. Se da cuenta de la falsedad del mundo creado. Estalla el conflicto entre apariencia y realidad: una cosa es lo que parece (yo le quiero, él me quiere, los sentimientos son sinceros y recíprocos); y otra lo que se es (quiere a otra, a mí no tanto). ¿Resultado? Sientes que te han estafado y lo vivido deja de tener sentido. 

El diminutivo (añito) da un toque afectivo al discurso haciendo que el público se compadezca de la voz poética y empatice con ella, todos digamos "pobrecilla". La locución reiterativa (hora tras hora) enfatiza el alto grado de pasión y devoción que ella tenía por él. Era un amor sincero, fiel, puro, estable, eterno, constante, y hasta cierto punto hiperbólico (TODAS las horas, no hay ninguna hora que no le quisiera). Esto recuerda a la relación creyente-deidad basada en la fe devota. 

Cuanto más grande (intenso) es el amor, mayor es el dolor tras la pérdida, tal como refleja la metáfora de la soga: los cinco añitos [...] son un cordel en mi cuello que la garganta me ahoga. La protagonista vive en un estado de ansiedad tras la ruptura. Esto genera una imagen física de dolor y malestar: falta la respiración, algo te aprieta. Recuerda al nudo de una horca. Si antes el amor era motivo de orgullo ahora se ha convertido en una carga emocional que ahoga a la protagonista. 

Los recuerdos, en lugar de generar consuelo, provocan asfixia, angustia. Lo que antes era entrega ahora es castigo. Vemos a un yo poético roto, destruido. La mujer se siente traicionada, humillada. Ha sufrido una pérdida irreversible. Y la nostalgia (recordar los buenos momentos) tampoco sirve de nada. 

Finalmente, la protagonista explota debido a la presión del contexto: con carbones encendidos que le quemen esa boca al que juró tantas veces que estaba por mi persona. Aquí aparece el despecho, el orgullo herido y el deseo de castigo poético hacia el hombre que le ha mentido. 

La metáfora calorífica enfatiza el estado de ira y enfado de la muchacha (con carbones encendidos que le quemen esa boca). Es su manera de defenderse y expresar el dolor. Estos versos recuerda al conjuro de la lírica cancioneril, cuando la amada maldice al amado y le desea una serie de males. El objetivo es que el hombre pague (sea castigado) por el mal que ha hecho. Es la única manera de reparar y devolver el orden al mundo. 

El amado ha atentado contra valores trascendentalísimos. 

-La verdad. Él le dijo a la muchacha que la quería, lo cual se mentira (si se va con otra chica es porque no estaba enamorado realmente). 

-La fidelidad. Él la ha quebrantado (traición) yéndose con otra mujer

La protagonista quiere que la palabra falsa sea castigada. Él le prometió, le aseguró una y otra vez, juró repetidamente, tal como refleja el indefinido de cantidad elevada (tantas veces). El hecho de que repita tantas veces un concepto y luego no cumpla con él genera un retrato más diabólico del amado. 

La expresión arcaica (estaba por mi persona) significa que él estaba enamorado de ella, la prefería a ella sobre a otras chicas. Por eso la eligió. Recurrir a fórmulas de juramento oficiales (en este caso, del amor cortés) y después no materializarlas, merma la dignidad y los valores señoriales de la figura masculina.

La voz poética se siente indignada por la falsedad. Expresa rabia contra la traición. Se desahoga a través de metáforas tremendistas y crueles (fuego). El dolor y la ira son mecanismos de defensa. Estamos ante el momento de mayor furia del personaje que solo busca la justicia poética. La tristeza se ha digerido de una forma que se convierte en despecho

No obstante, ese despecho es solo puntual, ya que poco a poco se va transformando en derrota y llanto a medida que llegamos al final del tema. Hay dolor pero se expresa de forma más íntima y silenciosa, sin necesidad de canalizarlo en odio contra el amado

El fin del amor se plasma con la metáfora de la falta de luz en contraposición al encendido de la primera parte: se apagaron las cinco, cinco farolas. 

Pasamos de la vía iluminativa y unitiva (cinco luceros azules alumbran cinco farolas) a la purgativa (se apagaron las cinco, cinco farolas). La pasión, el afecto y el cariño han desaparecido. No hay pareja. De ahí la oscuridad. Vemos a la protagonista perdida, en un contexto de vacío espiritual, aislada del mundo (para que nadie me vea, llorando a solas).  Ha pasado por la negación, ha pasado por la ira, y ahora llega la depresión, que es otra de las etapas del duelo. 

La protagonista responde al dolor desde una óptica más natural, dirigiéndose con un vocativo a la figura materna: ay qué penita madre, madre qué pena. La exclamación (qué pena), la interjección (ay), la reduplicación (madre, madre) y el diminutivo (penita) son producto de ese dolor, que poco a poco va a intentar digerir. 

El poema acaba con una descripción del entorno: la vereita madre cuajá de yerba. El contrapunto con la primera parte es evidente. En la primera estrofa, el camino no tenía hierba. La confianza del yo poético en el amado era tan grande que no dejó que los comentarios y chismorreos de la gente hicieran efecto en la relación. El camino estaba limpio. El matrimonio funcionaba. No dejó que la mala hierba entrara. 

Ahora que la relación se ha acabado, se ha perdido la confianza y la protagonista se siente traicionada y engañada, la hierba está invadiendo el camino. No tiene sentido seguir cuidando esa senda sabiendo que el marido es mentiroso y desleal. En definitiva, el camino está abandonado. No merece la pena luchar.

El final es devastador. Antes, el amor mantenía vivo el camino, limpio, transitado. Ahora la ruptura hace que el camino se cierre y desaparezca. El crecimiento de la hierba representa el paso del tiempo sin él, la distancia emocional, la desvinculación total y el olvido que viene. Para mí, es uno de los finales más tristes de la historia de la copla. Así es el paisaje del desamor. 

Desde el punto de vista métrico, cada parte se divide en cuatro estrofas. 

-Las tres primeras son coplas de versos octosílabos (8- 8a 8- 8a)

-La cuarta, son versos dodecasílabos con rima gemela (12A 12A 12B 12B)

Las rimas consonantes (vecindona-persona) conviven con las asonantes (hora-ahoga)

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