Después de nuestro periplo por la canción italiana, regresamos a España y lo hacemos con un clásico de la copla. El tema fue compuesto en 1944 por Quintero, León y Quiroga. Lo han interpretado artistas de la talla de Juanita Reina, Rocío Jurado e Isabel Pantoja. El poema cuenta la historia de una mujer que se enamora de un hombre casado. Esto genera una situación muy difícil de gestionar en los años cuarenta. La sociedad franquista no toleraba que una "querida" (así se llamaba de forma despectiva a las señoras que tenían relaciones con señores casados) rompiera el orden matrimonial.
Esto convertía a la querida en una figura denostada y vilipendiada en el seno de la vida cotidiana de la Posguerra. Por un lado, tenía que vivir con el sambenito de ser LA OTRA (con todo el rechazo que esto conlleva), y los problemas de consciencia derivados de haber roto una familia. Y por otro lado la ilusión de estar enamorada de un hombre le hace feliz. El dilema moral es muy fuerte: ¿Miro por mi felicidad o miro por las normas y la reputación de todos? Esto le lleva a la protagonista a una Callejuela sin salida
...........................................
Los primeros versos reflejan el tabú que genera el tema de las relaciones extramatrimoniales en el seno del franquismo. El hecho de que la protagonista se meta en medio de una pareja y mantenga encuentros íntimos con un hombre casado crea un contexto de vergüenza y deshonra. Por eso hay que ocultarlo. No son temas que se puedan pregonar a los cuatro vientos. Hay por medio una infidelidad (que es pecado). Se atenta contra un Santo Sacramento (matrimonio).
Al ser una cuestión que atenta contra el prestigio y la fama de las personas, surge una actitud de miedo. Se trata de un acto prohibido que choca con las normas sociales y morales. De ahí que la narradora de la copla (protagonista) recurra a la metonimia al inicio de la copla con el fin de no aludir el tema de estar con un hombre casado: había un anillo en tu mano cuando yo te conocí
Por eso la muchacha nombra el símbolo (anillo) en lugar de la realidad (hombre casado). Le da reparo decir de forma tan abierta y directa que mantiene relaciones con alguien que está ya comprometido. Se avergüenza. Cree que no es digno. La gente lo vería mal. Por eso, opta por dar un rodeo eufemístico a la expresión: (anillo en la mano=estar casado) y así evitar palabras que te dejan en mala posición social.
La oración impersonal con verbo haber (había) crea un contexto frialdad y alejamiento con el objetivo de involucrarse lo menos posible en el triángulo amoroso, ya que es un tema incómodo.
La oración subordinada temporal (cuando yo te conocí....) marca el momento/instante en que se produce el cambio en el rumbo vital de la protagonista. Encontrarse con este hombre supone un giro radical en su existencia, y es lo que desencadena todo lo demás (el repudio social, la infidelidad de él, el dilema de ella). En la literatura dramática siempre encontramos un puntos de inflexión que causa los demás actos. Se produce un cambio en la suerte de la muchacha, tanto para bien (conoce a un hombre bueno) como para mal (está casado).
El anillo funciona como símbolo de la fidelidad y el compromiso entre el marido y mujer. El hecho de que la protagonista quiera seguir adelante en la relación con este hombre sabiendo que está casado, crea un contexto de condena. El amor nace marcado por el pecado y la imposibilidad. Imaginad la cantidad de trabas y constricciones por las que tiene que pasar la voz narradora para estar con un señor casado, el cual tiene una familia que mantener, una mujer a la que atender, trabajo, casa, obligaciones...La querida no va a poder disfrutar de su amado de manera exclusiva, ya que él tiene que repartir sus tiempos.
La protagonista es consciente del berenjenal en que se está metiendo pero aun así decide mantener una relación estable con el chico: por eso cerré los ojos al escucharte decir... La imagen del cierre de ojos implica la negación de la realidad moral que le rodea. Ella va a mirar por su felicidad (el hombre) y no se va a comer la cabeza pensando en el entorno, en lo que diga la gente y la desaprobación social. Va a crear una especie de muro para no ver más allá. Le da igual todo. Pasa de todo. Ella solo ve que hay un muchacho que hace sentirse realizada, plena, valorada, querida. El amor es fuerte. Su actitud inicial es de ir con todo y a por todo con este hombre sin pensar en las repercusiones de estar casado. Se lía la manta a la cabeza y que pase lo que tenga que pasar.
Las palabras afectivas y camelosas del amado le dan seguridad a la hora de tomar la decisión: serrana, yo te juro por la gloria de mi madre. Si tú me quieres de veras, no habrá quien nos separe.
El amado se dirige a la protagonista con un vocativo-apelativo típico del amor cortés (serrana). También hay un juramento de amor típico del provenzalismo. Para dar solidez y credibilidad a un sentimiento se recurre a elementos sagrados o valiosos que pertenecen al propio linaje o sangre (te lo juro por la gloria de mi madre).
La oración subordinada condicional marca el único requisito que le pone él a ella para que se mantenga esa relación prohibida: si tú me quieres de veras... Merece la pena luchar contra todas las trabas morales y sociales si la pasión es mutua y sincera. El léxico filosófico (de veras) da sentido al amor clandestino. Aunque sea una "querida", se puede querer de manera auténtica. Esto nos recuerda un poco al Romance de la otra, que analizamos hace unos años.
Si la relación se construye sobre un sentimiento puro y mutuo, puede tener la misma validez que la de un matrimonio normalizado. De ahí la ilusión en las palabras del amado, que muestra una actitud casi desafiante, típica de los amores prohibidos: no habrá quien nos separe. La pareja no es consciente de la locura que están haciendo y de la compleja situación que están creando con este idilio prohibido.
Las palabras bonitas son muy fáciles de ejecutar cuando se habla en caliente, desde las entrañas y desde los instintos básicos. Ya lo veíamos en una copla llamada Castillitos en el aire. Es muy fácil prometerse amor eterno desde el frenesí y la superficialidad. Sin embargo, la realidad, que es mucho más compleja, se acaba imponiendo. No olvidemos que este señor está CASADO. Es muy complicado para el amado llevar una vida doble y satisfacer a dos mujeres. Es muy complicado para la querida vivir con la mente y la consciencia tranquila sabiendo que estás metiéndote en medio de una familia. La protagonista no ha analizado ni reflexionado. No ha pensado en los pormenores de esta relación. Al principio de la canción vemos a la pareja con un proyecto ilusionante, pero sin cordura ni razón. No se han parado a pensar de la complejidad del contexto
Al final de la primera estrofa asistimos a la unión física, emocional y mística de los amantes: y cuando tu mano, como una cadena, se hundió en la mía pa siempre quedó....La protagonista decide entregarse al hombre casado. Ambos se cogen de las manos, gesto que simboliza compromiso/promesa. Se produce la fusión en un solo ente típica de la vía unitiva de la mística.
La comparación (como una cadena....) no solo implica que la pareja se ha forjado sino también que la protagonista ha sellado un destino trágico. Con el acto de enamorarse de un señor casado se ha atado a una nueva vida, que va a ser dolorosa a todos los niveles. Se va a convertir en la otra, en la querida. Va a ser señalada por la calle. Van a hablar mal de ella. Va a convertirse en una atestada, en una persona con una bajeza moral. Va a tener que cargar con la culpa de romper un matrimonio y una familia. La cadena implica CONDENA siguiendo la denotación del léxico carcelario.
Con esta decisión la muchacha va a caer en un contexto fatalista típico del drama romántico de Zorrilla o el duque de Rivas. Ha ganado un amado que le puede dar momentos de felicidad, placer, ternura pero el coste es muy muy caro (esclavitud emocional ya que continuamente te van a recordar que has roto un matrimonio católico).
La unión con el amado es profunda tal como refleja el verbo de penetración (tu mano como una cadena se HUNDIÓ en la mía pa siempre). Esto implica profundidad, intensidad, fuerza. Cuanto más potente sea el amor con este hombre, mayor será el sufrimiento de la muchacha de cara a los dilemas morales. Se va a convertir en una desgraciada.
El adverbio de frecuencia (pa siempre) implica que el vínculo es irreversible. Una vez ha empezado el idilio con este señor, no hay manera de volver atrás. Aunque se arrepienta, no podrá recuperar su estado de calma y armonía anterior. Lo hecho, hecho está. Los errores no se pueden rectificar. Ella misma se ha encerrado en una prisión voluntaria eligiendo a un hombre casado. Está condenada a la pena y al dolor.
La personificación realza el sentimiento de vergüenza y dolor que genera la situación: sentí que tu anillo temblaba de pena. Un elemento inanimado (anillo) realiza acciones propias de seres humanos (temblar). El anillo es testigo de un acto sucio, amoral, cuestionable, deleznable, vergonzoso (dos personas inician un idilio sabiendo que una de ellas está casada).
Es como si el anillo cobrara vida y sintiera vergüenza ajena de la situación que está contemplando. No es plato de buen gusto ver cómo se fragua una infidelidad, cómo hay una traición a una tercera persona. El aro matrimonial representa la consciencia moral de los amantes clandestinos. En el fondo ellos saben que lo están haciendo mal, que están actuando de manera asquerosa, que van a hacer mucho daño a otras personas, que van a romper una familia.
El objeto sagrado del matrimonio (anillo) sufre con esta escena ya que su valor es traicionado. Resulta doloroso y paradójico que en la unión del amado y la querida, el amado tenga en la mano la misma joya que le puso la esposa el día de la boda. Es antinatural, aparte de pecaminoso.
El temblor refleja el conflicto interno de ambos miembros de la pareja:
-Por un lado el idilio, la pasión, el amor, el frenesí, el placer. Hay bienestar emocional por tener al lado a una persona que te aporta cosas trascendentales.
-Por otro lado, el deber matrimonial, el orden familiar y el sentimiento de culpa por romper algo que es importante. Hay un malestar emocional por saber que estás provocando perjuicios y afecciones a otros. Es imposible tener la consciencia tranquila en una situación así. No tener principios te hace sentirse una mierda.
El amor es tan fuerte como culpable y ambos elementos se entrelazan hasta ser inseparables.
Lamentablemente, en esta lucha interna gana el adulterio: pero pa ser buena no tuve valor. La confesión es devastadora. La protagonista reconoce su culpa: sabía lo que hacía, sabía que debía resistirse pero no tuvo fuerza para hacerlo. La pasión desordenada, desbordada, incontrolada e irracional hacia el hombre pesó más que los principios éticos y el decoroso
La expresión "ser buena" hay que interpretarla desde la óptica de la filosofía moralista cristiana: hay que ser honesto, obedecer las normas religiosas y sociales. Lo correcto y decente hubiera sido no iniciar una relación con un hombre casado, o, en el peor de los casos, acabar con ella antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, no fue capaz de hacer eso (no tuve valor).
La falta de valor implica que la pasión fue más fuerte que la razón y el deber. La redención moral de la protagonista es evidente. Admite que el deseo venció a la virtud. Por tanto, reconoce el error. No busca justificarse ni dar excusas tontas. Los hechos, hechos son. Lo único que le queda es asumir una serie de consecuencias dolorosas, de las que es merecedora, y que explotan en el estribillo: callejuela sin salida donde yo vivo encerrada
La callejuela funciona como metáfora de la prisión interior en la que la protagonista queda atrapada entre el deseo prohibido y la culpa moral que le impide avanzar y retroceder. No se trata de un espacio físico, sino simbólico, que refleja el estado del alma de la voz narradora. Vamos a explicarlo....
En el sentido literal, una callejuela es un callejón estrecho y cerrado. Normalmente tienen una entrada pero no una salida, ya que si sigues adelante por esa calle te acabas chocando con una pared o muro. En cascos antiguos como el de Córdoba encontramos muchos callejones así, que nos obligan a retroceder porque no tienen enlace con otra calle. A mucha gente el hecho de que existan calles así les genera una sensación ansiedad: parece que te encuentras perdido, atrapado, estás solo en un sitio casi hermético
La protagonista ha quedado en una especie de limbo: el remordimiento le impide disfrutar del amor. La pasión carece de sentido si no la puede vivir de forma serena y armónica. ¿De qué sirve amar a alguien si el sentimiento de culpabilidad (por romper un matrimonio) te imposibilita el placer, la plenitud y las ganas de besar o abrazar? Al final, ni gozas de la persona ni tienes la consciencia tranquila. Como diría alguno, es un sinvivir.
La oración subordinada de relativo introducida por el adverbio de lugar (donde yo vivo encerrada) ancla a la protagonista en este espacio simbólico de amargura, una especie de prisión emocional y moral que representa la imposibilidad de avanzar en el periplo vital, tal como refleja el verbo de desplazamiento en negación (en mi calle sin salida yo no puedo CAMINAR).
La voz narradora ha quedado atrapada en una situación física y emocional enmarañada (tener de pareja a un hombre casado). No puede dar una solución digna. Haga lo que haga va a salir escaldada. Resulta imposible salir del entuerto. No puede avanzar y retroceder por esa "callejuela" en la que se ha metido.
-Si opta por avanzar y seguir con el amado, estaría condenándose, ya que los remordimientos por haber resquebrajado una familia le impedirían ser libre y vivir el amor puro, aparte de todo el rechazo social.
-Si opta por retroceder y poner fin a este idilio prohibido, tampoco lo solucionaría, ya que el daño está hecho. Desde el momento en que se acercó a este hombre el pecado quedó consumado. La mala fama ya la tiene y resultará imposible reparar el destrozo a esta familia. Jamás recuperaría la paz interior previa a la relación aunque dejara al muchacho casado.
En definitiva, la protagonista vive atrapada entre dos mundos (el del amor y el del deber) sin pertenecer a ninguno de ellos. Este desarraigo (estar en tierra de nadie, quedar en el limbo) genera pena y dolor.
Las antítesis resultan desgarradoras e impiden que el conflicto tenga un fin (con mi pena, mi alegría, mi mentira y mi verdad, no estoy viva, no estoy muerta, ni soltera ni casada, ni de noche ni de día, ni pa' lante, ni pa' trás...). En esta situación de indeterminación es imposible madurar un proyecto de vida. La falta de identidad, la no definición crean una sensación de incertidumbre, inestabilidad. La protagonista se encuentra perdida en su periplo existencial. No tiene algo concreto por lo que luchar. Su vida carece de base y de sentido, ya que la pasión y lo moral se anulan mutuamente. Ni tiene tranquilidad ni el amor le llena. Mensaje durísimo.
La muchacha se encuentra en un punto intermedio caótico donde no hay NADA. Es el reflejo de una existencia suspendida por la culpa y la imposibilidad de resolver un conflicto. Pensemos en el estado civil de una querida. ¿Está soltera? No, porque mantiene relaciones con un hombre. ¿Está casada? No, porque no tiene anillo, ni ha pasado por la Iglesia, ni ha firmado nada. ¿Hay verdad en su relación? Por un lado, sí porque hay afecto, pero por otro lado no porque no tiene uso exclusivo (está la esposa por medio). En definitiva, su vínculo es una mentira y una verdad de manera simultánea. Se produce una contradicción existencial fruto del conflicto interior y la identidad fragmentada.
Fijaos en la distribución del léxico. La presencia del amado va a asociada a palabras relacionadas con la iluminación y el vitalismo (alegría, viva, día). Las connotaciones son positivas. Por el contrario, el sentimiento de culpa va asociado a vocablos vinculados con la oscuridad, el vacío y la afectación (pena, muerta, noche).
También encontramos palabras relacionadas con el ámbito de lo urbano (calles, puertas, revueltas, salidas...). Capturan la mezcla de espacio físico y psicológico.
Ella misma reconoce su error gracias al verbo estativo en primera persona con el pronombre reflexivo (me he perdido en la revuelta de una sortija dorada...). No le echa la culpa ni a las circunstancias ni al entorno ni a un agente externo como hacía el Lazarillo de Tormes. La que se ha equivocado y la que ha decidido perderse en esa callejuela estando con un hombre casado es ella. Ella y solo ella. Nadie más. Tenía que haber pensado las consecuencias de estar con un señor que ya tiene una familia. No es fácil aguantar el peso moral de romper un matrimonio. Al principio no les das importancia pero cuando te das cuenta del papelón no es tan chachi ni tan guay
En el contexto de la España de mediados del XX, la callejuela simboliza la precaria situación social que tenía la figura de "la querida", pues estaba atrapada por las férreas normas franquistas, el qué dirán, la religión, el honor y la falta de libertad para amar fuera del matrimonio. Eran mujeres condenadas de por vida por la sociedad que les impedía redimirse.
En la segunda estrofa se produce el clímax narrativo de la copla, ya que tiene lugar el encuentro entre la esposa, la querida y el marido. La mujer legítima descubre el entuerto.
El descubrimiento del amor clandestino se desvela de forma sutil, rápida y poco morbosa. Se recurre a la metonimia aludiendo el objeto (anillo) por la realidad simbolizada (hombre casado): el nombre que estaba escrito dentro del anillo aquel vestido de negro luto se nos vino a aparecer
Estos versos recuerdan que el anillo lleva grabado el nombre de la esposa legítima, la cual representa la ley, el compromiso y el vínculo sagrado que el amante ha traicionado. Es, además, una forma poética de decir que la identidad de la mujer está sellada en el objeto que los condena: no puede borrarse ni olvidarse. Ese anillo ha sido testigo de una traición. En sentido simbólico, el destino y la culpa aparecen insertos dentro del anillo, es decir, en el interior mismo de ese amor prohibido
La vestimenta de negro luto simboliza el dolor, la pérdida. La mujer legítima acaba de descubrir que su matrimonio es una mentira. Para ella, también es la muerte y el fin del amor. Recordemos que los trajes oscuros son típicos de los periodos de duelo. Antiguamente la gente se ataviaba de negro tras sufrir la pérdida de un ser querido, en señal de dolor y ausencia. Es normal que la esposa aparezca así porque ha sufrido la pérdida de su matrimonio.
El pronombre reflexivo de primera persona del plural con función de complemento directo (se NOS vino a aparecer) involucra por igual a los dos miembros de la pareja, que son acorralados por la esposa. Son pillados in fraganti. Ambos tienen la misma culpa.
La señora habla en primera persona. Su tono es sereno, irónico y cargado de honra. No hay violencia. No hay insultos. No hay improperios. No pierde las formas en ningún momento. Solo hay sarcasmo en sus palabras. Esto le hace mantener la dignidad: serrano, Dios te lo pague. Así quería yo verte. Vivan los hombres cabales. Yo, a su modo, a quererte.
La mujer acepta el desengaño con una frialdad que resulta más temible que el grito o la ira. Lo normal en estos casos es que la esposa líe la de Dios, abofeteé al marido y llame de todo a la querida. Es lo que todo el mundo espera. Sin embargo, aquí no hay perfomance, ni venganza, ni heridos.
Resulta irónico encontrarse en un contexto de desamor y reproche el apelativo de la poesía cortesana provenzal (serrano). En el lenguaje ordinario lo normal sería usar un taco (hijo de p..., cabr..). La esposa se comporta como una SEÑORA. Mantiene la compostura y la cortesía.
Recurre a una fórmula de despedida amarga que puede sonar tanto a bendición como a maldición (Dios te lo pague...). La ambigüedad genera un ambiente tenso e incómodo que hace más daño que la queja o el reproche virulento.
La esposa considera que la pareja de amantes ha sido derrotada moralmente. No ha hecho falta nada más. Ellos solos se han hundido ahogados en sus propios remordimientos y culpas, tal como refleja la evidencia irónica con un sutil adverbio de modo: así quería yo verte. Aunque haya sido su rival (ambas han compartido a un hombre), no necesita llamarla guarra o zorra a la protagonista. Ella misma se ha delatado con sus actos.
La ironía se prolonga al verso siguiente (vivan los hombres cabales ya somos dos a quererte). Evidentemente, le está llamando de todo menos cabal. Se usa un adjetivo positivo (cabal) para expresar algo negativo (sinvergüenza). Se dice lo contrario de lo que se piensa. Que un hombre esté con dos mujeres a la vez no es un acto del que sentirse orgulloso. No se trata de un elogio. Es una crítica DURA
En este punto de la historia el honor femenino y la moral social se imponen sobre la pasión. Ha salido victoriosa la esposa sobre los amantes.
La falta de reacción violenta aumenta el dramatismo. El silencio pesa más que cualquier castigo: y no hubo un reproche, ni un grito ni un llanto. Es el reconocimiento resignado de que el destino y la culpa ya han hablado por sí mismos. Los actos dicen mucho de cómo son las personas. La oración impersonal con el verbo haber (no hubo...) crea un contexto de frialdad y distanciamiento, haciendo que la esposa se muestre de una forma hierática, no afectada por la ira, el orgullo o el enfado. No llora. No chilla. No maldice. Mantiene su categoría de señora.
Como veis, en esta segunda estrofa el tono cambia y se pasa del drama pasional fatalista a la aceptación estoica, desvelando la realidad de forma serena, mesurada e incluso sarcástica. La esposa no necesita ponerse en acción. Le basta con sacarles las vergüenzas a la cara sin levantar la voz. El asíndenton (ni un grito, ni un llanto) crea una contexto de tensión alucinante. Se corta con un cuchillo. Una calma muy tensa.
El anillo, objeto que antes era testigo del adulterio, ahora dicta sentencia . El matrimonio traicionado, la moral y el deber se revelan como la verdad inevitable, que pone orden al caos pasional. El objeto inerte (anillo) realiza una acción propia de personas (tener razón, ir de luto), porque un amor prohibido nacido de la traición no puede triunfar. Como veis, el desenlace es didáctico y moral de acuerdo a los cánones del régimen de Franco. Hubiera sido un escándalo en los años cuarenta encontrarse con una copla que promoviera el adulterio. La censura tendría que haber intervenido. El mensaje está claro: los amores extramatrimoniales son inadmisibles, pecaminosos y amorales. No pueden salir bien porque se daría un mensaje bochornoso al público.
Al final de la segunda estrofa asistimos a la resolución emocional y ética de la protagonista. A pesar del amor que siente por el chico (tal como refleja la hipérbole "me muero de quererte tanto) la amada opta por renunciar el idilio. Le pide al amante con un circumloquio que regrese con su esposa: te dije anda y cumple con tu obligación. En definitiva, su obligación es que culmine su deber conyugal y social y sea un buen marido y cabeza de familia, y se olvide de relaciones fuera del matrimonio con queridas.
Los imperativos (anda y cumple) enfatizan la urgente necesidad de buscar una solución aunque suponga el hundimiento anímico de la protagonista. No se puede estar eternamente entre la pasión y la razón. No queda más remedio que decantarse y elegir uno de los dos caminos.
Es el acto supremo de sacrificio y sumisión moral: el amor se destruye para restablecer el orden. Ella pierde al hombre pero recupera la honra, aunque el precio sea el sufrimiento interno
De esta forma se representa el juicio final del relato:
-El anillo (moral) cobra vida y es testigo de la realidad
-La esposa (destino) aparece para dictar sentencia
-El amante y la protagonista son derrotados por la consciencia
-Ella, desgarrada, elige la renuncia y queda para siempre atrapada en su callejuela sin salida.
La pasión es derrotada por la moral. El amor, que nació en pecado, encuentra su castigo en la aparición del deber frío, justo y devastador.
La protagonista queda condenada a su propio remordimiento. No hay castigo externo (ni violencia, ni cárcel), sino algo peor: el encierro en la conciencia. El amor, que en otras coplas es redentor, aquí es una cadena, una culpa que no puede resolverse ni con la ruptura ni con la unión.
Métricamente predomina el verso octosilábico (arte menor), salvo al final de las estrofas en las que encontramos cuatro versos dodecasílabos que marcan la transición al estribillo.
Cada estrofa está formada por la unión de dos coplas (8- 8a 8- 8a) y un serventesio (12A 12B 12A 12B). Los estribillos constan de tres cuartetas (8a 8b 8a 8b). Las rimas combinan asonantes (salida-alegría) y consonantes (puerta-muerta).
