lunes, 24 de noviembre de 2025

Cinco farolas: del amor y la confianza en la pareja al desamor y la decepción

La copla que os traigo esta tarde jugó un papel trascendental en la trayectoria artística de dos grandes del género:

-Por un lado, Juanita Reina. La incluyó dentro de su espectáculo Trono y tronío de 1960 pero no se atrevió a grabarla, ya que su padre decía que la letra le recordaba a la historia de amor que su hija había tenido con Federico Casado (Caracolillo, que se acabaría convirtiendo en su marido). En aquella época estaba muy mal visto que una folclórica prodigara a los cuatro vientos su vida personal.

-Por otro lado, Concha Piquer, la cual estaba ya retirada del mundo de la canción desde 1958 cuando tuvo que suspender su concierto en Isla Cristina mientras interpretaba "Mañana sale" debido a sus problemas de voz. No obstante, tenía un contrato discográfico vigente, así que no le quedó más remedio que lanzar los discos que le exigían aunque ya no actuara en directo. Uno de los temas que grabó en ese último disco fue el que vamos a analizar hoy: Cinco farolas. 

El poema cuenta la historia de una mujer que se siente segura en la relación con su amado a pesar de que la gente no para de cotillear y chismorrear sobre su matrimonio: que si él no es trigo limpio, que si la está engañando, que si está con otra mujer...La protagonista no hace caso a las malas lenguas. Confía en la honestidad de su marido y se muestra enamorada y orgullosa ante la opinión pública. Sin embargo, la protagonista finalmente descubre que todas esas habladurías son ciertas y su amado no le está siendo fiel. La muchacha expresará dolor, pena y rabia ante el desengaño. 



Yo no escucho lo que dicen
las lenguas de vecindonas
porque de sobra yo se
por quien esta su persona.
Cinco luceros azules
alumbran cinco farolas
desde su casa a mi casa,
desde su boca a mi boca.

Cinco anitos que le quiero,
cinco anitos que me adora,
la mala gente que sabe
que sabe de nuestras cosas.

Si yo se que me quiere, como le quiero,
a que darle tres cuartos al pregonero
desde su puerta misma hasta su puerta
la vereita verde no cria yerba, 

[no cria yerba]

Yo no quiero ni saberlo,
vecina, cierre la boca
y no me venga a decir
que el va a casarse con otra.

Los cinco anitos cabales
queriendole hora tras hora
son un cordel en mi cuello
que la garganta me ahoga.

Con carbones encendios,
que le quemen esa boca
al que juro tantas veces
que estaba por mi persona.

Se apagaron las cinco, cinco farolas,
pa' que nadie me vea llorando a solas.
Ay, que penita madre! madre, que pena!
La vereita verde, cuaja de yerba


[cuaja de yerba]


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Al inicio de la historia, el yo poético adopta una actitud de fortaleza ante las habladurías de la gente: yo no escucho lo que dicen las lenguas de vecindonas

La negación del verbo de percepción (no escucho...) expresa el rechazo a un entorno hostil que busca el desorden y el caos en la pareja. La gente quiere hundir su matrimonio, disfruta con el mal ajeno. A la masa le encanta el morbo, los líos y los enredos. Les gusta ir contando por ahí las miserias de otros y se frotan las manos viendo al vecino en situaciones "delicadas". La protagonista no se dejar llevar por los comentarios de la vecindad para no darles el gusto de acabar con la felicidad conyugal. Pasa de la gente. Le da igual lo que digan. Hace oídos sordos. No van a conseguir hundirla 

La metonimia enfatiza la crueldad del entorno: lo que dicen las lenguas de vecindonas. Se alude al instrumento (lengua) por la persona (vecinas). Las que hablan son las personas que tienen pensamientos malos, y lo verbalizan a través del órgano articulatorio (lengua). A la gente le encanta hablar de otros. Es el deporte nacional de España. Se pueden pasar todo el día dándole al pico. 

El diminutivo (vecindona) da un matiz despectivo y crítico. La protagonista no aguanta a este tipo de personas que necesitan llenar sus vacíos existenciales contemplando y opinando sobre las vidas ajenas. Cuando alguien gasta todo su tiempo y su energía en hablar de las acciones de otros es porque tu vida no tiene que ser muy plena. Resarcirse en el mal ajeno es una conducta típica de la gente frustrada. 

El yo poético expresa confianza plena hacia su amado: porque de sobra yo sé por quién está su persona. La oración causal (porque...), el verbo de certeza (sé), y la locución adverbial con función de complemento circunstancial de cantidad (de sobra) dan seguridad al discurso de la muchacha. Pone la mano en el fuego por su marido. No cree en la veracidad de esos chismes. Cuestiona a la gente en lugar de caer en la duda o la inseguridad. La mala es la gente por hablar.

La acumulación de palabras con sílabas con vibrante final (PORque, POR quien, PERsona) da fuerza y autoridad a las palabras del yo poético. Habla con una rotundidad profunda, sin titubear. Está cien por cien segura de la reciprocidad del sentimiento entre ella y la pareja. No va a pensar mal por mucho que las vecinas hablen. No se le pasa por la cabeza que puedan tener razón. La expresión coloquial "estar por alguien" (por quién está su persona) refuerza el apoyo, el cariño y el afecto incondicional por él. La única persona que está en la vida del amado es ella. No hay otra mujer. No hay nadie más. 

Los chismorreos han provocado la aparición de dos bandos:

-El amado, cuya conducta moral ha sido cuestionada por la masa pública (está siendo infiel)

-La gente, que es la que se encarga de juzgar y pregonar esa supuesta mala conducta

La protagonista se moja y se une al bando de su amado. Cree de manera total y devota en él. Piensa que los malos son los vecinos por hablar e inventarse cosas buscando la ruptura del matrimonio y el fin de la felicidad de ambos. 

El triunfo del amor se materializa con la metáfora mística de la luz: cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa, desde su boca a mi boca. En textos como el Cantar de los Cantares o el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, la pasión va ligada a la iluminación. De hecho, el léxico está relacionado con el fulgor (lucero, alumbrar, farola). 

El paralelismo sintáctico refleja la armonía de la relación y el estado de tranquilidad que vive la pareja: numeral (cinco/cinco) + sustantivo (luceros/farolas), con el verbo lumínico en medio (alumbran). En los versos siguientes entendemos que el cardinal (cinco) está relacionado con el número de años que los amados llevan juntos y están felices (cinco añitos que le quiero...), en un estado de calma y quietud, a pesar de que la gente le de a la boquita. 

Encontramos una referencia a la vía iluminativa de la tradición mística: cinco luceros azules alumbran cinco farolas desde su casa a mi casa, desde su boca a mi boca. 

Al principio el alma se encuentra sola en el vacío espiritual (oscuridad), buscando a su Dios, mientras combate el pecado y la imperfección moral (purgación). Después de un proceso de lucha, el ser ve la luz que le guía de camino a la divinidad. Es la vía iluminativa. La luz establece el vínculo entre el amado y la amada, marca la senda que nos lleva a la persona que amamos, tal como marcan los complementos circunstanciales de lugar de origen (desde su casa/desde su boca) y de destino (a mi casa/a mi boca). Al final, las almas acaban unidas por la luz alcanzando la fusión mística . 

La casa y la boca funcionan como símbolo de la intimidad, de lo que es nuestro, de lo que llevamos en el interior. Es algo que no podemos compartir con cualquiera. A nuestra boca y a nuestra casa acceden solo los más allegados, unos pocos elegidos, los que de verdad nos quieren. Tú no puedes dejar pasar a tu templo al primero que veas en la calle. Tú no puedes besarte así como así con cualquier persona a la primera de cambio. El amor es un acto selecto y discriminatorio. El posesivo de segunda persona (tu casa) está vinculado con el de primera persona (mi casa) por el acto iluminativo (alumbrar). Los entes están unidos. 

La estructura sintáctica en paralelismo encaja al milímetro, simbolizando la conexión y la armonía plena entre los amados: preposición de origen (desde/desde) + posesivo (mi/tu) + sustantivo de intimidad (boca/casa) + preposición de destino (a/a) + posesivo (mi/tu) + sustantivo de intimidad (boca/casa). 

El camino está iluminado por el amor, el cual se prolonga en el tiempo: cinco añitos que le quiero, cinco añitos que él me adora

El paralelismo fluye en los versos siguientes para reflejar la estabilidad y madurez de la relación entre los amantes: determinante numeral (cinco/cinco) + sustantivo de segmento temporal (añitos/añitos) + pronombre relativo (que/que) + pronombre reflexivo (le/me) + verbo volitivo (quiero/adora). 

El diminutivo (añitos) da un toque de afectividad al discurso, haciendo que ese periodo de tiempo sea próspero y feliz para los amados, a pesar de las habladurías. La reciprocidad es absoluta: yo le quiero, él me adora. 

Los comentarios y chismorreos vecinales no son un obstáculo para la relación a pesar de su presencia en la vida diaria: la mala gente que sabe, que sabe de nuestras cosas. 

El adjetivo valorativo (mala) expresa el desdén del yo poético hacia la colectividad que no para de hacer daño y malmeter. Posee connotaciones morales. La anadiplosis refleja lo cargante que puede llegar a ser la gente con esa actitud de meterse en temas que no les incumbe con el fin de buscar el morbo y acabar con la felicidad de los demás: la mala gente QUE SABE/ QUE SABE de nuestras cosas. Es algo inherente de la naturaleza humana: la curiosidad por saber del otro y que a ese otro le vaya peor que a ti

A la masa le encanta opinar. De ahí el triunfo de los programas de la prensa del corazón. Todo el mundo sabe de la vida de Rocío Carrasco, de Belén Esteban y de todos los grandes hermanos. Aquí pasa algo parecido, pero aplicado a un contexto ficcional. Los vecinos no paran de hablar de la protagonista y de su relación amorosa, buscan los tres pies al gato, tergiversan, inventan, sacan punta a todo, se percatan de cualquier detalle, juzgan tengan o no pruebas, dan su parecer, dicen lo que les parece mal, buscan que los amados acaben mal y rompan...La pareja se convierte en objeto de debate y valoración. 

La gente se interesa por asuntos íntimos y privados tal como refleja el posesivo de primera persona de plural (nuestras cosas). La palabra comodín (cosa) evita entrar en detalles concretos y polémicos que pertenecen al ámbito de la pareja y no son incumbencia de nadie. Lo que pase dentro de esa casa y si la pareja tiene o no problemas es cosa de la pareja. No le interesa ni al público ni a los vecinos. Por eso el yo poético no quiere profundizar en la cuestión. 

La protagonista reafirma su seguridad emocional: si yo sé que me quiere, como le quiero. ¿Pa qué darle tres cuartos al pregonero? Ella confía en el amado y se la suda la gente. La subordinada condicional en presente de indicativo (si yo sé) convierte la sensación subjetiva en certeza. Lo importante es que sus sentimientos son sólidos y lo que se comente en el barrio no va a derrumbar sus convicciones. Ella está segura de su relación. Piensa que su camino es el correcto. Ha sabido elegir bien al amado y es feliz con él. Lo demás no importa. 

La interrogación retórica minusvalora y quita trascendencia al tema del qué dirán: ¿Pa qué darle tres cuartos al pregonero? Es una forma elegante de combatir el daño que la gente hace con sus palabras. No hace falta enfadarse, llorar, quejarse, insultar o maldecir a la cotilla de turno. Basta con la indiferencia, el alejamiento o la impasibilidad para quedar dignos y victoriosos. Si nos afectan los comentarios ajenos han conseguido lo que querían. Si pasamos de ellos, como hace la protagonista, los que quedan en peor lugar son ellos, que se quedan con las ganas jejjej. Al final, si la gente nos hace daño es porque nosotros queremos. 

La protagonista cree férreamente en su realidad, confía ciegamente en su amado. Su pasión es tan fuerte que el arma del chismorreo no hace efecto en ella. No hace falta hablar más del tema, ni hacer caso a la gente ni andar divulgándolo. Ella está radiante y plena así. Zanjemos la cuestión. 

Por eso, el espacio físico que hay entre la amada y el amado se encuentra libre de obstáculos, no surge la mala hierba. La relación fluye porque ella confía en su amado: desde su puerta misma hasta mi puerta le vereíta verde no cría yerba. Aunque los vecinos malmeten no consiguen su propósito de meter mierda en el espacio íntimo de la pareja (su puerta/mi puerta). La puerta representa la frontera entre el ámbito público y el privado. Las malas lenguas no cruzan el umbral de esa puerta. Los chismes no se meten en las entrañas de la relación. No la destruyen. No son un cáncer. 

La personificación del entorno representa la fuerza y vitalidad de la relación, que permanece intacta ante los chismorreos vecinales: la vereíta verde no cría yerba. Un elemento inerte/inanimado (vereda, que es una senda o camino) realiza una acción propia de seres humanos (criar). En este caso, hay negación (no cría). Como las opiniones de la gente no influyen en la protagonista, no surgen las malas hierbas en la relación. El yo poético transmite de manera orgullosa ese mensaje de seguridad a la figura materna mediante un vocativo (madre), que recuerda a la lírica provenzal y la jarcha mozárabe. 

Hasta este momento las Cinco Farolas es una copla optimista y alegre. La protagonista está enamorada, confía en su marido e incluso expresa cierto toque de arrogancia y altanería (no habéis podido conmigo, vuestros chismes no me hacen daño). Isabel Pantoja, por ejemplo, interpretaba esta primera estrofa con muchísima sensualidad. Al fin y al cabo vemos a un yo poético victorioso y convincente ante la gente. 

Sin embargo, en la segunda parte del tema se produce un giro radical en los acontecimientos cuando la protagonista confirma que esos chismes y habladurías son ciertos, y el marido le está siendo infiel con otra mujer: yo no quiero ni saberlo, vecina cierra la boca, y no me venga a decir que él va a casarse con otra. En este momento, la canción entra en el terreno del drama. Aquí necesitamos una intérprete que exprese desgarro

Si os dais cuenta, las dos estrofas empiezan con el pronombre personal de primera persona de singular que marca el sujeto (yo no escucho lo que dicen/yo no quiero ni saberlo). Esto es síntoma de lirismo e interiorización de un conflicto, que se plantea en la primera parte y estalla en esta segunda. Cuando se acumulan marcas de yoísmo es porque estamos ante un discurso íntimo, subjetivo, expresivo, psíquico, sensorial y afectivo. La voz lírica nos muestra su estado anímico, al principio de alegría y celebración, y luego de desdicha. 

La protagonista recurre a un mecanismo de defensa típico de los contextos de sufrimiento: la negación. Cuando sucede algo que nos provoca daño, dolor o pena (en este caso, el marido le ha sido infiel y se va con la otra mujer), nos cuesta mucho enfrentarnos a la realidad. Nos duele hablar del tema. No nos gusta que nos recuerden constantemente lo que ha pasado. Para no hacernos daño evitamos tratar la cuestión. Nos alejamos de aquello que nos perturba. Hacemos como que no existe para no sufrir. La verdad duele. Hasta que no la asimilemos nos va a costar gestionarla. Estanos en la primera fase del duelo. Por eso el yo poético se cierra a la cruda realidad: yo no quiero ni saberlo.

Mediante un vocativo se dirige al interlocutor (vecina) y con el imperativo (cierra la boca) pide silencio porque la verdad le da miedo/pánico/vértigo. Se ve incapaz de asumirla. Esto le ha supuesto un trauma importante del que es muy difícil salir. 

El mundo exterior reacciona de una forma fría y deshumanizada ante el conflicto íntimo de la chica. En la primera parte las vecinas no paran de malmeter, enredar e incentivar la ruptura con los chismes. En esta segunda parte hacen leña del árbol caído. No paran de recordarle a la muchacha lo que le ha hecho el marido: y no me venga a decir que él va a casarse con otra. La gente se recrea un el morbo. No miran por el estado anímica de la protagonista. Nos da la impresión de que la vecina "disfruta" restregándole en la cara la delicada situación personal que atraviesa.

Este comportamiento es típico de los entornos tóxicos. Cuando se te muere alguien, enfermas, te separas de tu pareja, pierdes tu trabajo...la gente te tiene que estar recordando tu desgracia cada vez que te los encuentras por la calle. Esto dificulta la superación del duelo. 

La protagonista se siente engañada. Lo que ha vivido este tiempo ha sido una mentira, ya que ella creía una cosa (estamos felices los dos, yo tengo unos sentimientos de amor hacia él, mi amado me quiere de la misma manera) y ha sido resultado todo lo contrario (él no me quiere porque prefiere a la otra mujer). La protagonista construyó su propia realidad y esta se desmorona. De ahí el lamento: los cinco añitos cabales queriéndole hora tras hora.

El adjetivo cabal connota un contexto de orden, armonía, exactitud, perfección, justicia. Ella estaba en un mundo idílico (al lado de su pareja, tan contenta, radiante y plena). Era su particular paraíso. Vivía en una situación de protección y seguridad. De la noche a la mañana todo eso se rompe. Se da cuenta de la falsedad del mundo creado. Estalla el conflicto entre apariencia y realidad: una cosa es lo que parece (yo le quiero, él me quiere, los sentimientos son sinceros y recíprocos); y otra lo que se es (quiere a otra, a mí no tanto). ¿Resultado? Sientes que te han estafado y lo vivido deja de tener sentido. 

El diminutivo (añito) da un toque afectivo al discurso haciendo que el público se compadezca de la voz poética y empatice con ella, todos digamos "pobrecilla". La locución reiterativa (hora tras hora) enfatiza el alto grado de pasión y devoción que ella tenía por él. Era un amor sincero, fiel, puro, estable, eterno, constante, y hasta cierto punto hiperbólico (TODAS las horas, no hay ninguna hora que no le quisiera). Esto recuerda a la relación creyente-deidad basada en la fe devota. 

Cuanto más grande (intenso) es el amor, mayor es el dolor tras la pérdida, tal como refleja la metáfora de la soga: los cinco añitos [...] son un cordel en mi cuello que la garganta me ahoga. La protagonista vive en un estado de ansiedad tras la ruptura. Esto genera una imagen física de dolor y malestar: falta la respiración, algo te aprieta. Recuerda al nudo de una horca. Si antes el amor era motivo de orgullo ahora se ha convertido en una carga emocional que ahoga a la protagonista. 

Los recuerdos, en lugar de generar consuelo, provocan asfixia, angustia. Lo que antes era entrega ahora es castigo. Vemos a un yo poético roto, destruido. La mujer se siente traicionada, humillada. Ha sufrido una pérdida irreversible. Y la nostalgia (recordar los buenos momentos) tampoco sirve de nada. 

Finalmente, la protagonista explota debido a la presión del contexto: con carbones encendidos que le quemen esa boca al que juró tantas veces que estaba por mi persona. Aquí aparece el despecho, el orgullo herido y el deseo de castigo poético hacia el hombre que le ha mentido. 

La metáfora calorífica enfatiza el estado de ira y enfado de la muchacha (con carbones encendidos que le quemen esa boca). Es su manera de defenderse y expresar el dolor. Estos versos recuerda al conjuro de la lírica cancioneril, cuando la amada maldice al amado y le desea una serie de males. El objetivo es que el hombre pague (sea castigado) por el mal que ha hecho. Es la única manera de reparar y devolver el orden al mundo. 

El amado ha atentado contra valores trascendentalísimos. 

-La verdad. Él le dijo a la muchacha que la quería, lo cual se mentira (si se va con otra chica es porque no estaba enamorado realmente). 

-La fidelidad. Él la ha quebrantado (traición) yéndose con otra mujer

La protagonista quiere que la palabra falsa sea castigada. Él le prometió, le aseguró una y otra vez, juró repetidamente, tal como refleja el indefinido de cantidad elevada (tantas veces). El hecho de que repita tantas veces un concepto y luego no cumpla con él genera un retrato más diabólico del amado. 

La expresión arcaica (estaba por mi persona) significa que él estaba enamorado de ella, la prefería a ella sobre a otras chicas. Por eso la eligió. Recurrir a fórmulas de juramento oficiales (en este caso, del amor cortés) y después no materializarlas, merma la dignidad y los valores señoriales de la figura masculina.

La voz poética se siente indignada por la falsedad. Expresa rabia contra la traición. Se desahoga a través de metáforas tremendistas y crueles (fuego). El dolor y la ira son mecanismos de defensa. Estamos ante el momento de mayor furia del personaje que solo busca la justicia poética. La tristeza se ha digerido de una forma que se convierte en despecho

No obstante, ese despecho es solo puntual, ya que poco a poco se va transformando en derrota y llanto a medida que llegamos al final del tema. Hay dolor pero se expresa de forma más íntima y silenciosa, sin necesidad de canalizarlo en odio contra el amado

El fin del amor se plasma con la metáfora de la falta de luz en contraposición al encendido de la primera parte: se apagaron las cinco, cinco farolas. 

Pasamos de la vía iluminativa y unitiva (cinco luceros azules alumbran cinco farolas) a la purgativa (se apagaron las cinco, cinco farolas). La pasión, el afecto y el cariño han desaparecido. No hay pareja. De ahí la oscuridad. Vemos a la protagonista perdida, en un contexto de vacío espiritual, aislada del mundo (para que nadie me vea, llorando a solas).  Ha pasado por la negación, ha pasado por la ira, y ahora llega la depresión, que es otra de las etapas del duelo. 

La protagonista responde al dolor desde una óptica más natural, dirigiéndose con un vocativo a la figura materna: ay qué penita madre, madre qué pena. La exclamación (qué pena), la interjección (ay), la reduplicación (madre, madre) y el diminutivo (penita) son producto de ese dolor, que poco a poco va a intentar digerir. 

El poema acaba con una descripción del entorno: la vereita madre cuajá de yerba. El contrapunto con la primera parte es evidente. En la primera estrofa, el camino no tenía hierba. La confianza del yo poético en el amado era tan grande que no dejó que los comentarios y chismorreos de la gente hicieran efecto en la relación. El camino estaba limpio. El matrimonio funcionaba. No dejó que la mala hierba entrara. 

Ahora que la relación se ha acabado, se ha perdido la confianza y la protagonista se siente traicionada y engañada, la hierba está invadiendo el camino. No tiene sentido seguir cuidando esa senda sabiendo que el marido es mentiroso y desleal. En definitiva, el camino está abandonado. No merece la pena luchar.

El final es devastador. Antes, el amor mantenía vivo el camino, limpio, transitado. Ahora la ruptura hace que el camino se cierre y desaparezca. El crecimiento de la hierba representa el paso del tiempo sin él, la distancia emocional, la desvinculación total y el olvido que viene. Para mí, es uno de los finales más tristes de la historia de la copla. Así es el paisaje del desamor. 

Desde el punto de vista métrico, cada parte se divide en cuatro estrofas. 

-Las tres primeras son coplas de versos octosílabos (8- 8a 8- 8a)

-La cuarta, son versos dodecasílabos con rima gemela (12A 12A 12B 12B)

Las rimas consonantes (vecindona-persona) conviven con las asonantes (hora-ahoga)

martes, 11 de noviembre de 2025

Callejuela sin salida: lucha interna entre la pasión y la culpa tras vivir el amor con un hombre casado

Después de nuestro periplo por la canción italiana, regresamos a España y lo hacemos con un clásico de la copla. El tema fue compuesto en 1944 por Quintero, León y Quiroga. Lo han interpretado artistas de la talla de Juanita Reina, Rocío Jurado e Isabel Pantoja. El poema cuenta la historia de una mujer que se enamora de un hombre casado. Esto genera una situación muy difícil de gestionar en los años cuarenta. La sociedad franquista no toleraba que una "querida" (así se llamaba de forma despectiva a las señoras que tenían relaciones con señores casados) rompiera el orden matrimonial.

Esto convertía a la querida en una figura denostada y vilipendiada en el seno de la vida cotidiana de la Posguerra. Por un lado, tenía que vivir con el sambenito de ser LA OTRA (con todo el rechazo que esto conlleva), y los problemas de consciencia derivados de haber roto una familia. Y por otro lado la ilusión de estar enamorada de un hombre le hace feliz. El dilema moral es muy fuerte: ¿Miro por mi felicidad o miro por las normas y la reputación de todos? Esto le lleva a la protagonista a una Callejuela sin salida



Había un anillo en tu manoCuando yo te conocíPor eso cerré los ojosAl escucharte decir"Serrano, yo te lo juroPor la gloria de mi madreSi tú me quieres de verasNo habrá quien nos separe"Y cuando tu mano, como una cadenaSe hundió en la mía pa' siempre quedóSentí que tu anillo temblaba de penaPero pa' ser buena, no tuve valor
Callejuela sin salidaDonde yo vivo encerra'Con mi pena, mi alegríaMi mentira y mi verdadMe he perdido en la revueltaDe una sortija adoradaNo estoy viva, ni estoy muertaNi soltera, ni casadaY en mi calle sin salidaYo no puedo caminarNi de noche, ni de díaNi pa'lante, ni pa'trás
El nombre que estaba escritoDentro del anillo aquelVestido de negro lutoSe nos vino a aparecer"Serrano, Dios te lo pagueAsí quería yo verteVivan los hombres cabalesYa somos dos a quererte Y no hubo un reprocheNi un grito, ni un llantoPorque aquel anillo tenía razónY yo que me muero de quererte tantoTe dije "anda y cumple con tu obligación"
Callejuela sin salidaDonde yo vivo encerra'Con mi pena, mi alegríaMi mentira y mi verdadLa razón clavó mi puertaNo, no puedo entrar ni salirNo estoy viva, ni estoy muertaNi contigo, ni sin tiY en mi calle sin salidaYo no puedo caminarNi de noche, ni de díaNi pa'lante, ni pa'trás

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Los primeros versos reflejan el tabú que genera el tema de las relaciones extramatrimoniales en el seno del franquismo. El hecho de que la protagonista se meta en medio de una pareja y mantenga encuentros íntimos con un hombre casado crea un contexto de vergüenza y deshonra. Por eso hay que ocultarlo. No son temas que se puedan pregonar a los cuatro vientos. Hay por medio una infidelidad (que es pecado). Se atenta contra un Santo Sacramento (matrimonio). 

Al ser una cuestión que atenta contra el prestigio y la fama de las personas, surge una actitud de miedo. Se trata de un acto prohibido que choca con las normas sociales y morales. De ahí que la narradora de la copla (protagonista) recurra a la metonimia al inicio de la copla con el fin de no aludir el tema de estar con un hombre casado: había un anillo en tu mano cuando yo te conocí

Por eso la muchacha nombra el símbolo (anillo) en lugar de la realidad (hombre casado). Le da reparo decir de forma tan abierta y directa que mantiene relaciones con alguien que está ya comprometido. Se avergüenza. Cree que no es digno. La gente lo vería mal. Por eso, opta por dar un rodeo eufemístico a la expresión: (anillo en la mano=estar casado) y así evitar palabras que te dejan en mala posición social. 

La oración impersonal con verbo haber (había) crea un contexto frialdad y alejamiento con el objetivo de involucrarse lo menos posible en el triángulo amoroso, ya que es un tema incómodo.

La oración subordinada temporal (cuando yo te conocí....) marca el momento/instante en que se produce el cambio en el rumbo vital de la protagonista. Encontrarse con este hombre supone un giro radical en su existencia, y es lo que desencadena todo lo demás (el repudio social, la infidelidad de él, el dilema de ella). En la literatura dramática siempre encontramos un puntos de inflexión que causa los demás actos. Se produce un cambio en la suerte de la muchacha, tanto para bien (conoce a un hombre bueno) como para mal (está casado). 

El anillo funciona como símbolo de la fidelidad y el compromiso entre el marido y mujer. El hecho de que la protagonista quiera seguir adelante en la relación con este hombre sabiendo que está casado, crea un contexto de condena. El amor nace marcado por el pecado y la imposibilidad. Imaginad la cantidad de trabas y constricciones por las que tiene que pasar la voz narradora para estar con un señor casado, el cual tiene una familia que mantener, una mujer a la que atender, trabajo, casa, obligaciones...La querida no va a poder disfrutar de su amado de manera exclusiva, ya que él tiene que repartir sus tiempos. 

La protagonista es consciente del berenjenal en que se está metiendo pero aun así decide mantener una relación estable con el chico: por eso cerré los ojos al escucharte decir... La imagen del cierre de ojos implica la negación de la realidad moral que le rodea. Ella va a mirar por su felicidad (el hombre) y no se va a comer la cabeza pensando en el entorno, en lo que diga la gente y la desaprobación social. Va a crear una especie de muro para no ver más allá. Le da igual todo. Pasa de todo. Ella solo ve que hay un muchacho que hace sentirse realizada, plena, valorada, querida. El amor es fuerte. Su actitud inicial es de ir con todo y a por todo con este hombre sin pensar en las repercusiones de estar casado. Se lía la manta a la cabeza y que pase lo que tenga que pasar.

Las palabras afectivas y camelosas del amado le dan seguridad a la hora de tomar la decisión: serrana, yo te juro por la gloria de mi madre. Si tú me quieres de veras, no habrá quien nos separe. 

El amado se dirige a la protagonista con un vocativo-apelativo típico del amor cortés (serrana). También hay un juramento de amor típico del provenzalismo. Para dar solidez y credibilidad a un sentimiento se recurre a elementos sagrados o valiosos que pertenecen al propio linaje o sangre (te lo juro por la gloria de mi madre). 

La oración subordinada condicional marca el único requisito que le pone él a ella para que se mantenga esa relación prohibida: si tú me quieres de veras... Merece la pena luchar contra todas las trabas morales y sociales si la pasión es mutua y sincera. El léxico filosófico (de veras) da sentido al amor clandestino. Aunque sea una "querida", se puede querer de manera auténtica. Esto nos recuerda un poco al Romance de la otra, que analizamos hace unos años. 

Si la relación se construye sobre un sentimiento puro y mutuo, puede tener la misma validez que la de un matrimonio normalizado. De ahí la ilusión en las palabras del amado, que muestra una actitud casi desafiante, típica de los amores prohibidos: no habrá quien nos separe. La pareja no es consciente de la locura que están haciendo y de la compleja situación que están creando con este idilio prohibido. 

Las palabras bonitas son muy fáciles de ejecutar cuando se habla en caliente, desde las entrañas y desde los instintos básicos. Ya lo veíamos en una copla llamada Castillitos en el aire. Es muy fácil prometerse amor eterno desde el frenesí y la superficialidad. Sin embargo, la realidad, que es mucho más compleja, se acaba imponiendo. No olvidemos que este señor está CASADO. Es muy complicado para el amado llevar una vida doble y satisfacer a dos mujeres. Es muy complicado para la querida vivir con la mente y la consciencia tranquila sabiendo que estás metiéndote en medio de una familia. La protagonista no ha analizado ni reflexionado. No ha pensado en los pormenores de esta relación. Al principio de la canción vemos a la pareja con un proyecto ilusionante, pero sin cordura ni razón. No se han parado a pensar de la complejidad del contexto

Al final de la primera estrofa asistimos a la unión física, emocional y mística de los amantes: y cuando tu mano, como una cadena, se hundió en la mía pa siempre quedó....La protagonista decide entregarse al hombre casado. Ambos se cogen de las manos, gesto que simboliza compromiso/promesa. Se produce la fusión en un solo ente típica de la vía unitiva de la mística. 

La comparación (como una cadena....) no solo implica que la pareja se ha forjado sino también que la protagonista ha sellado un destino trágico. Con el acto de enamorarse de un señor casado se ha atado a una nueva vida, que va a ser dolorosa a todos los niveles. Se va a convertir en la otra, en la querida. Va a ser señalada por la calle. Van a hablar mal de ella. Va a convertirse en una atestada, en una persona con una bajeza moral. Va a tener que cargar con la culpa de romper un matrimonio y una familia. La cadena implica CONDENA siguiendo la denotación del léxico carcelario. 

Con esta decisión la muchacha va a caer en un contexto fatalista típico del drama romántico de Zorrilla o el duque de Rivas. Ha ganado un amado que le puede dar momentos de felicidad, placer, ternura pero el coste es muy muy caro (esclavitud emocional ya que continuamente te van a recordar que has roto un matrimonio católico). 

La unión con el amado es profunda tal como refleja el verbo de penetración (tu mano como una cadena se HUNDIÓ en la mía pa siempre). Esto implica profundidad, intensidad, fuerza. Cuanto más potente sea el amor con este hombre, mayor será el sufrimiento de la muchacha de cara a los dilemas morales. Se va a convertir en una desgraciada.

El adverbio de frecuencia (pa siempre) implica que el vínculo es irreversible. Una vez ha empezado el idilio con este señor, no hay manera de volver atrás. Aunque se arrepienta, no podrá recuperar su estado de calma y armonía anterior. Lo hecho, hecho está. Los errores no se pueden rectificar. Ella misma se ha encerrado en una prisión voluntaria eligiendo a un hombre casado. Está condenada a la pena y al dolor. 

La personificación realza el sentimiento de vergüenza y dolor que genera la situación: sentí que tu anillo temblaba de pena. Un elemento inanimado (anillo) realiza acciones propias de seres humanos (temblar). El anillo es testigo de un acto sucio, amoral, cuestionable, deleznable, vergonzoso (dos personas inician un idilio sabiendo que una de ellas está casada). 

Es como si el anillo cobrara vida y sintiera vergüenza ajena de la situación que está contemplando. No es plato de buen gusto ver cómo se fragua una infidelidad, cómo hay una traición a una tercera persona. El aro matrimonial representa la consciencia moral de los amantes clandestinos. En el fondo ellos saben que lo están haciendo mal, que están actuando de manera asquerosa, que van a hacer mucho daño a otras personas, que van a romper una familia. 

El objeto sagrado del matrimonio (anillo) sufre con esta escena ya que su valor es traicionado. Resulta doloroso y paradójico que en la unión del amado y la querida, el amado tenga en la mano la misma joya que le puso la esposa el día de la boda. Es antinatural, aparte de pecaminoso. 

El temblor refleja el conflicto interno de ambos miembros de la pareja: 

-Por un lado el idilio, la pasión, el amor, el frenesí, el placer. Hay bienestar emocional por tener al lado a una persona que te aporta cosas trascendentales. 

-Por otro lado, el deber matrimonial, el orden familiar y el sentimiento de culpa por romper algo que es importante. Hay un malestar emocional por saber que estás provocando perjuicios y afecciones a otros. Es imposible tener la consciencia tranquila en una situación así. No tener principios te hace sentirse una mierda. 

El amor es tan fuerte como culpable y ambos elementos se entrelazan hasta ser inseparables. 

Lamentablemente, en esta lucha interna gana el adulterio: pero pa ser buena no tuve valor. La confesión es devastadora. La protagonista reconoce su culpa: sabía lo que hacía, sabía que debía resistirse pero no tuvo fuerza para hacerlo. La pasión desordenada, desbordada, incontrolada e irracional hacia el hombre pesó más que los principios éticos y el decoroso

La expresión "ser buena" hay que interpretarla desde la óptica de la filosofía moralista cristiana: hay que ser honesto, obedecer las normas religiosas y sociales. Lo correcto y decente hubiera sido no iniciar una relación con un hombre casado, o, en el peor de los casos, acabar con ella antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, no fue capaz de hacer eso (no tuve valor). 

La falta de valor implica que la pasión fue más fuerte que la razón y el deber. La redención moral de la protagonista es evidente. Admite que el deseo venció a la virtud. Por tanto, reconoce el error. No busca justificarse ni dar excusas tontas. Los hechos, hechos son. Lo único que le queda es asumir una serie de consecuencias dolorosas, de las que es merecedora, y que explotan en el estribillo: callejuela sin salida donde yo vivo encerrada

La callejuela funciona como metáfora de la prisión interior en la que la protagonista queda atrapada entre el deseo prohibido y la culpa moral que le impide avanzar y retroceder. No se trata de un espacio físico, sino simbólico, que refleja el estado del alma de la voz narradora. Vamos a explicarlo....

En el sentido literal, una callejuela es un callejón estrecho y cerrado. Normalmente tienen una entrada pero no una salida, ya que si sigues adelante por esa calle te acabas chocando con una pared o muro. En cascos antiguos como el de Córdoba encontramos muchos callejones así, que nos obligan a retroceder porque no tienen enlace con otra calle. A mucha gente el hecho de que existan calles así les genera una sensación ansiedad: parece que te encuentras perdido, atrapado, estás solo en un sitio casi hermético

La protagonista ha quedado en una especie de limbo: el remordimiento le impide disfrutar del amor. La pasión carece de sentido si no la puede vivir de forma serena y armónica. ¿De qué sirve amar a alguien si el sentimiento de culpabilidad (por romper un matrimonio) te imposibilita el placer, la plenitud y las ganas de besar o abrazar? Al final, ni gozas de la persona ni tienes la consciencia tranquila. Como diría alguno, es un sinvivir. 

La oración subordinada de relativo introducida por el adverbio de lugar (donde yo vivo encerrada) ancla a la protagonista en este espacio simbólico de amargura, una especie de prisión emocional y moral que representa la imposibilidad de avanzar en el periplo vital, tal como refleja el verbo de desplazamiento en negación (en mi calle sin salida yo no puedo CAMINAR). 

La voz narradora ha quedado atrapada en una situación física y emocional enmarañada (tener de pareja a un hombre casado). No puede dar una solución digna. Haga lo que haga va a salir escaldada. Resulta imposible salir del entuerto. No puede avanzar y retroceder por esa "callejuela" en la que se ha metido.

-Si opta por avanzar y seguir con el amado, estaría condenándose, ya que los remordimientos por haber resquebrajado una familia le impedirían ser libre y vivir el amor puro, aparte de todo el rechazo social.

-Si opta por retroceder y poner fin a este idilio prohibido, tampoco lo solucionaría, ya que el daño está hecho. Desde el momento en que se acercó a este hombre el pecado quedó consumado. La mala fama ya la tiene y resultará imposible reparar el destrozo a esta familia. Jamás recuperaría la paz interior previa a la relación aunque dejara al muchacho casado. 

En definitiva, la protagonista vive atrapada entre dos mundos (el del amor y el del deber) sin pertenecer a ninguno de ellos. Este desarraigo (estar en tierra de nadie, quedar en el limbo) genera pena y dolor. 

Las antítesis resultan desgarradoras e impiden que el conflicto tenga un fin (con mi pena, mi alegría, mi mentira y mi verdad, no estoy viva, no estoy muerta, ni soltera ni casada, ni de noche ni de día, ni pa' lante, ni pa' trás...). En esta situación de indeterminación es imposible madurar un proyecto de vida. La  falta de identidad, la no definición crean una sensación de incertidumbre, inestabilidad. La protagonista se encuentra perdida en su periplo existencial. No tiene algo concreto por lo que luchar. Su vida carece de base y de sentido, ya que la pasión y lo moral se anulan mutuamente. Ni tiene tranquilidad ni el amor le llena. Mensaje durísimo. 

La muchacha se encuentra en un punto intermedio caótico donde no hay NADA. Es el reflejo de una existencia suspendida por la culpa y la imposibilidad de resolver un conflicto. Pensemos en el estado civil de una querida. ¿Está soltera? No, porque mantiene relaciones con un hombre. ¿Está casada? No, porque no tiene anillo, ni ha pasado por la Iglesia, ni ha firmado nada. ¿Hay verdad en su relación? Por un lado, sí porque hay afecto, pero por otro lado no porque no tiene uso exclusivo (está la esposa por medio). En definitiva, su vínculo es una mentira y una verdad de manera simultánea. Se produce una contradicción existencial fruto del conflicto interior y la identidad fragmentada. 

Fijaos en la distribución del léxico. La presencia del amado va a asociada a palabras relacionadas con la iluminación y el vitalismo (alegría, viva, día). Las connotaciones son positivas. Por el contrario, el sentimiento de culpa va asociado a vocablos vinculados con la oscuridad, el vacío y la afectación (pena, muerta, noche). 

También encontramos palabras relacionadas con el ámbito de lo urbano (calles, puertas, revueltas, salidas...). Capturan la mezcla de espacio físico y psicológico. 

Ella misma reconoce su error gracias al verbo estativo en primera persona con el pronombre reflexivo (me he perdido en la revuelta de una sortija dorada...). No le echa la culpa ni a las circunstancias ni al entorno ni a un agente externo como hacía el Lazarillo de Tormes. La que se ha equivocado y la que ha decidido perderse en esa callejuela estando con un hombre casado es ella. Ella y solo ella. Nadie más. Tenía que haber pensado las consecuencias de estar con un señor que ya tiene una familia. No es fácil aguantar el peso moral de romper un matrimonio. Al principio no les das importancia pero cuando te das cuenta del papelón no es tan chachi ni tan guay 

En el contexto de la España de mediados del XX, la callejuela simboliza la precaria situación social que tenía la figura de "la querida", pues estaba atrapada por las férreas normas franquistas, el qué dirán, la religión, el honor y la falta de libertad para amar fuera del matrimonio. Eran mujeres condenadas de por vida por la sociedad que les impedía redimirse. 

En la segunda estrofa se produce el clímax narrativo de la copla, ya que tiene lugar el encuentro entre la esposa, la querida y el marido. La mujer legítima descubre el entuerto.

El descubrimiento del amor clandestino se desvela de forma sutil, rápida y poco morbosa. Se recurre a la metonimia aludiendo el objeto (anillo) por la realidad simbolizada (hombre casado): el nombre que estaba escrito dentro del anillo aquel vestido de negro luto se nos vino a aparecer

Estos versos recuerdan que el anillo lleva grabado el nombre de la esposa legítima, la cual representa la ley, el compromiso y el vínculo sagrado que el amante ha traicionado. Es, además, una forma poética de decir que la identidad de la mujer está sellada en el objeto que los condena: no puede borrarse ni olvidarse. Ese anillo ha sido testigo de una traición. En sentido simbólico, el destino y la culpa aparecen insertos dentro del anillo, es decir, en el interior mismo de ese amor prohibido  

La vestimenta de negro luto simboliza el dolor, la pérdida. La mujer legítima acaba de descubrir que su matrimonio es una mentira. Para ella, también es la muerte y el fin del amor. Recordemos que los trajes oscuros son típicos de los periodos de duelo. Antiguamente la gente se ataviaba de negro tras sufrir la pérdida de un ser querido, en señal de dolor y ausencia. Es normal que la esposa aparezca así porque ha sufrido la pérdida de su matrimonio. 

El pronombre reflexivo de primera persona del plural con función de complemento directo (se NOS vino a aparecer) involucra por igual a los dos miembros de la pareja, que son acorralados por la esposa. Son pillados in fraganti. Ambos tienen la misma culpa. 

La señora habla en primera persona. Su tono es sereno, irónico y cargado de honra. No hay violencia. No hay insultos. No hay improperios. No pierde las formas en ningún momento. Solo hay sarcasmo en sus palabras. Esto le hace mantener la dignidad: serrano, Dios te lo pague. Así quería yo verte. Vivan los hombres cabales. Yo, a su modo, a quererte. 

La mujer acepta el desengaño con una frialdad que resulta más temible que el grito o la ira. Lo normal en estos casos es que la esposa líe la de Dios, abofeteé al marido y llame de todo a la querida. Es lo que todo el mundo espera. Sin embargo, aquí no hay perfomance, ni venganza, ni heridos. 

Resulta irónico encontrarse en un contexto de desamor y reproche el apelativo de la poesía cortesana provenzal (serrano). En el lenguaje ordinario lo normal sería usar un taco (hijo de p..., cabr..). La esposa se comporta como una SEÑORA. Mantiene la compostura y la cortesía. 

Recurre a una fórmula de despedida amarga que puede sonar tanto a bendición como a maldición (Dios te lo pague...). La ambigüedad genera un ambiente tenso e incómodo que hace más daño que la queja o el reproche virulento. 

La esposa considera que la pareja de amantes ha sido derrotada moralmente. No ha hecho falta nada más. Ellos solos se han hundido ahogados en sus propios remordimientos y culpas, tal como refleja la evidencia irónica con un sutil adverbio de modo: así quería yo verte. Aunque haya sido su rival (ambas han compartido a un hombre), no necesita llamarla guarra o zorra a la protagonista. Ella misma se ha delatado con sus actos. 

La ironía se prolonga al verso siguiente (vivan los hombres cabales ya somos dos a quererte). Evidentemente, le está llamando de todo menos cabal. Se usa un adjetivo positivo (cabal) para expresar algo negativo (sinvergüenza). Se dice lo contrario de lo que se piensa. Que un hombre esté con dos mujeres a la vez no es un acto del que sentirse orgulloso. No se trata de un elogio. Es una crítica DURA

En este punto de la historia el honor femenino y la moral social se imponen sobre la pasión. Ha salido victoriosa la esposa sobre los amantes.

La falta de reacción violenta aumenta el dramatismo. El silencio pesa más que cualquier castigo: y no hubo un reproche, ni un grito ni un llanto. Es el reconocimiento resignado de que el destino y la culpa ya han hablado por sí mismos. Los actos dicen mucho de cómo son las personas. La oración impersonal con el verbo haber (no hubo...) crea un contexto de frialdad y distanciamiento, haciendo que la esposa se muestre de una forma hierática, no afectada por la ira, el orgullo o el enfado. No llora. No chilla. No maldice. Mantiene su categoría de señora. 

Como veis, en esta segunda estrofa el tono cambia y se pasa del drama pasional fatalista a la aceptación estoica, desvelando la realidad de forma serena, mesurada e incluso sarcástica. La esposa no necesita ponerse en acción. Le basta con sacarles las vergüenzas a la cara sin levantar la voz. El asíndenton (ni un grito, ni un llanto) crea una contexto de tensión alucinante. Se corta con un cuchillo. Una calma muy tensa. 

El anillo, objeto que antes era testigo del adulterio, ahora dicta sentencia . El matrimonio traicionado, la moral y el deber se revelan como la verdad inevitable, que pone orden al caos pasional. El objeto inerte (anillo) realiza una acción propia de personas (tener razón, ir de luto), porque un amor prohibido nacido de la traición no puede triunfar. Como veis, el desenlace es didáctico y moral de acuerdo a los cánones del régimen de Franco. Hubiera sido un escándalo en los años cuarenta encontrarse con una copla que promoviera el adulterio. La censura tendría que haber intervenido. El mensaje está claro: los amores extramatrimoniales son inadmisibles, pecaminosos y amorales. No pueden salir bien porque se daría un mensaje bochornoso al público. 

Al final de la segunda estrofa asistimos a la resolución emocional y ética de la protagonista. A pesar del amor que siente por el chico (tal como refleja la hipérbole "me muero de quererte tanto) la amada opta por renunciar el idilio. Le pide al amante con un circumloquio que regrese con su esposa: te dije anda y cumple con tu obligación. En definitiva, su obligación es que culmine su deber conyugal y social y sea un buen marido y cabeza de familia, y se olvide de relaciones fuera del matrimonio con queridas. 

Los imperativos (anda y cumple) enfatizan la urgente necesidad de buscar una solución aunque suponga el hundimiento anímico de la protagonista. No se puede estar eternamente entre la pasión y la razón. No queda más remedio que decantarse y elegir uno de los dos caminos. 

Es el acto supremo de sacrificio y sumisión moral: el amor se destruye para restablecer el orden. Ella pierde al hombre pero recupera la honra, aunque el precio sea el sufrimiento interno 

De esta forma se representa el juicio final del relato: 

-El anillo (moral) cobra vida y es testigo de la realidad

-La esposa (destino) aparece para dictar sentencia 

-El amante y la protagonista son derrotados por la consciencia

-Ella, desgarrada, elige la renuncia y queda para siempre atrapada en su callejuela sin salida. 

La pasión es derrotada por la moral. El amor, que nació en pecado, encuentra su castigo en la aparición del deber frío, justo y devastador. 

La protagonista queda condenada a su propio remordimiento. No hay castigo externo (ni violencia, ni cárcel), sino algo peor: el encierro en la conciencia. El amor, que en otras coplas es redentor, aquí es una cadena, una culpa que no puede resolverse ni con la ruptura ni con la unión.

Métricamente predomina el verso octosilábico (arte menor), salvo al final de las estrofas en las que encontramos cuatro versos dodecasílabos que marcan la transición al estribillo. 

Cada estrofa está formada por la unión de dos coplas (8- 8a 8- 8a) y un serventesio (12A 12B 12A 12B). Los estribillos constan de tres cuartetas (8a 8b 8a 8b). Las rimas combinan asonantes (salida-alegría) y consonantes (puerta-muerta).