martes, 19 de agosto de 2025

Los niños de La Gabriela (Isabel Pantoja): el drama para una madre con tres hijos toreros

Hoy os traigo una copla por bulerías del año 1947 compuesta por Quintero, León y Quiroga para Lola Flores. Fue incluida en la película Embrujo. El poema describe la angustia de una madre que tiene tres hijos que se dedican al toreo. Isabel Pantoja hizo una bonita versión en la película Yo soy esa (1990). Con estas pistas, el tema no puede ser otro que Los niños de la Gabriela




La Gabriela, vela, velala Gabriela, vela, va,sentaita en la canselas'ha quedao adormilá.El abanico, hasta er suelo,de la mano se cayó,y en la plata de su peloun jazmin se dehojó.Y entre, despierta y dormia,ay la besa un rayo de sóque viene de la corría.
Rafaé esta en er puertoFernandose fué a Jeré,los dos hermanos, por sierto,con toros de Guadalé.Pero tengo un cuchillitoque me ronda la sintura;en Córdoba, Joselitocon seis toros de miura.La mare está dormivela...son tres clavos de amarguralos niños de la Gabriela.
Pero tengo un cuchillitoque me ronda la sintura;en Córdoba, Joselitocon seis toros de miura.La mare está dormivela...son tres clavos de amarguralos niños de la Gabriela


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La protagonista de la canción es Gabriela Ortega, casada con el matador de toros Fernando Gómez y madre de tres hijos matadores: Fernando, Rafael y José. Este último (conocido como Joselito el Gallo) fue el más famoso de los tres. Murió en Talavera en mayo de 1920 con la edad de veinticinco años. Su monumento fúnebre, obra de Mariano Benlliure, se encuentra en el cementerio de San Fernando de Sevilla

Imaginad el drama que suponía para la matriarca del clan cada vez que uno de los hijos (a veces, los tres la misma tarde) se enfundaba el traje de luces y salía al ruedo para jugarse la vida a cara o cruz contra un toro. Esa incertidumbre, ese agobio, esa aflicción, esa zozobra, ese congojo que siente una madre por su hijo torero, pero multiplicado por tres.

Como es lógico, a la pobre señora le costará conciliar el sueño y se pasará largas noches en vela sin poder dormir pensando en el devenir de sus hijos: ¿Saldrán vivos de la corrida? ¿No sufrirán ningún percance con el toro? ¿Conseguirán rematar la faena sin ser corneados? La pobre Gabriela no conseguirá pegar ojo dándole vueltas a la cabeza

Para las madres con hijos toreros es un sinvivir quedarse en casa rezando, esperando una llamada de teléfono o una noticia en la radio que dijera que su retoño había salido sano y salvo y se encontraba perfectamente.

La canción empieza con un primer plano de la protagonista, que se encuentra en un estado de duermevela, es decir, entre despierta y dormida: por un lado, no consigue pegar ojo, por culpa de los hijos toreros; por otro lado, debido a la acumulación de días sin dormir se encuentra físicamente muy cansada, quedándose media dormida por los rincones, pero sin relajarse: La Gabriela vela, vela, vela, la Gabriela vela va, sentaíta en la cansela se ha quedado adormilá

La reiteración del verbo velar (pasar la noche despierto) hasta tres veces enfatiza la inquietud, la intranquilidad y el desasosiego que vive esa madre cada vez que sus niños se van a la plaza: La Gabriela vela, vela, la Gabriela vela va. Su vida se ha convertido en un puro calvario: siempre sufriendo, siempre preocupada, siempre agobiada. Esta mujer no puede vivir tranquila nunca por su situación (hijos dedicados al toreo)

De ahí sus largas vigilias nocturnas incapaz de dormir por la noche. Por eso, durante el día se encuentra agotada (física y mentalmente). A la mínima que se sienta ya se le cierran los ojos, tal como se describe en la estampa: sentaita en la candela se ha quedado adormilá. El calor del fuego le da sueño después de tantas horas en vela.

Se crea un juego fónico entre el nombre de la protagonista (Gabriela) y su rasgo de conducta más significativo (vela). Se produce una rima interna: La Gabriela vela (las dos acaban en -ela). A nivel de significante se crea un efecto muy jocoso.

La descripción de la madre quedándose dormida continúa en los siguientes versos: El abanico hasta el suelo de la mano se cayó. Y en la plata de su pelo un jazmín se desojó.

La protagonista porta elementos típicos de las clases populares, y en general, del mundo doméstico andaluz (al abanico, y la flor en el pelo). Es una indumentaria típica de gente mayor y amas de casa.

Estos detalles connotan un estado de agotamiento, decaimiento y extenuación (el abanico se cae al suelo y el jazmín se desoja cuando la Gabriela baja la cabeza para quedarse dormida). Vemos a una mujer mustia, marchita, dejada, poco arreglada. Está tan preocupada de sus hijos que no tiene tiempo para pensar en ella.

El pelo plateado (color blanquecino) es una metáfora de las canas. Se trata de una mujer de avanzada edad, vieja. Esto acentúa aún más su estado deplorable. Se puede decir que la mujer la han matado en vida.

La estructura sintáctica se muestra alterada (hipérbaton), reflejo de que el estado mental de la mujer no es el más idóneo: Los complementos circunstancias de lugar se anteponen al verbo (hasta el suelo de la mano se cayó) y al sujeto (en la plata de su pelo, un jazmín…). Cuando alguien se encuentra en un estado de perturbación la oración no fluye de manera natural. Se detecta una situación de inestabilidad anímica.

La pronominalización verbal (se cayó, se desojó) crea una sensación subjetiva de descontrol. Da la impresión de que el abanico se cae solo y la flor se desoja sola porque la protagonista se encuentra en un estado de falta de energía, y se le escapa todo de las manos. Ha perdido las riendas de su vida.

La antítesis del circunstancial de modo representa el estado de duermevela en el que se encuentra la anciana: entre despierta y dormida…Sus preocupaciones le impiden dormir, pero está tan cansada que se le cierran los ojos.

La personificación de elementos naturales es un reflejo de la energía mental que tiene la protagonista: la besa un rayo de sol que viene de la corría. Aunque tenga su cuerpo y sus ojos en reposo, su mente sigue activa y no puede dejar de pensar en el peligro que corren sus hijos. Aun dormida, su cabecita sigue dándole vueltas a lo mismo, de forma obsesiva y enfermiza, algo totalmente normal, ya que es lo que toda madre siente por sus niños cuando su vida está en juego.

Podríamos decir que el cuerpo de la Gabriela se encuentra en casa (plano físico) y su alma, en la plaza de toros (plano mental). De ahí que el rayo de sol establezca el vínculo entre los dos espacios. La realidad de esta mujer es que vive en un estado eterno de preocupación ya que estará más pendiente de la otredad (sus hijos) que de ella misma.

En la segunda estrofa, el primer plano recae en los hijos, los cuales son presentados mediante estructuras en paralelismo: Sujeto (Rafael/Fernando) + verbo (está/se fue) + complemento de lugar (el Puerto/Jerez). La descripción de los retoños se centra en la faceta en que mejor se desenvuelven: la corrida de toros.

Los dos vástagos se encuentran toreando en dos pueblos de Cádiz muy conocidos y de gran tradición taurina: Jerez de la Frontera, y El Puerto de Santa María.

Mediante el marcador digresor (Por cierto) el narrador introduce una nota explicativa y de ampliación de la información, que si bien no es fundamental para entender la esencia del poema, resulta enriquecedora desde un punto de vista cultural y de la tauromaquia: los dos hermanos, por cierto, con toros de Guadalest.

La ganadería de Guadalest es una de las más antiguas de España. Sus orígenes se remontan a 1843. Y es muy famosa por sus toros bravos.

El uso de la primera persona produce un cambio en la voz narrativa: Pero tengo un cuchillito que me ronda la cintura…

Hasta este momento, hemos tenido un narrador omnisciente en tercera persona que describía el estado de preocupación crónico en que se encuentra la Gabriela. Este relator conoce todo acerca de la vida de esta familia y se limita a contarnos la situación con objetividad (la madre se queda dormida en el fuego, se le cae el abanico, se le desoja la flor…)

Sin embargo, las desinencias verbales y marcas pronominales de primera persona del estribillo (tengo, me ronda) colocan a la madre como figura narrativa, al menos, durante estos cuatro versos: pero tengO un cuchillito que ME rondA la cintura: en Córdoba Joselito con tres toros de miura.

La descripción de Joselito, por tanto, corre a cargo de la propia Gabriela. ¿Y qué pasa con la de Rafael y Fernando, que han aparecido al inicio de la segunda estrofa, justo antes de la de Joselito? (Rafael está en el Puerto…).

Aunque en estos versos encontramos formas verbales en tercera persona (Rafael ESTÁ en el Puerto, Fernando SE FUE a Jerez…) y da la sensación de que es un narrador omnisciente (el mismo de la primera estrofa) hay que fijarse en un elemento: la conjunción adversativa que aparece justo al inicio de la descripción de Joselito (PERO tengo un cuchillito…).

Esta conjunción funciona como marcador textual ya que establece un vínculo/enlace/conexión entre la parte del texto que habla de Joselito, y la dedicada a Rafael y Fernando. La lógica nos dice que es la misma persona la que habla. Por tanto, la estampa dedica a los hijos es puesta en boca de Gabriela.

En las palabras de la madre se aprecia el estado de desesperación y tormento por el que está pasando: tengo un cuchillito que me ronda la cintura…

El cuchillo funciona como una metáfora del dolor. No es plato de buen gusto saber que tus hijos se ponen delante de un toro. El verbo rondar denota cercanía, inmediación, rodeo. La muerte acecha a estos chicos. Se juegan la vida con cada toro. Por tanto, la madre está al filo de la locura.

El diminutivo (cuchillito) da un carácter afectivo al discurso. Gabriela busca la compasión del receptor, que todo el mundo vea lo que sufre una madre por sus niños.

La guinda del pastel la pone el hijo pequeño, Joselito, que es el que tiene que lidiar con los toros más difíciles y peligrosos: En Córdoba Joselito, con seis toros de miura. La ganadería de Lora del Rio es famosa por sus animales indómitos, huesudos, de patas altas, finos de piel. Son los toros bravos, de nobleza, raza y leyenda viva.

El dolor de la madre va in crescendo: si lo de Rafael y Fernando ya era grave, lo de Joselito es casi hiperbólico. Tened en cuenta que lo normal en una corrida de toros es que haya seis toros para tres matadores. En este caso, las seis piezas de miura son para el retoño menor.

En los últimos versos vuelve el narrador omnisciente de tercera persona de la primera estrofa: la madre está dormivela, son tres clavos de amargura los hijos de la Gabriela

El tema concluye con una estampa de la madre en su estado “natural” (entre despierta y dormida), que se ha hecho crónico.

Los clavos, al igual que el cuchillo, funcionan como metáfora del dolor: son tres clavos de amargura los niños de la Gabriela. La vida de esta señora es una aflicción continua. Vive en un estado permanente de sufrimiento.

En cuanto a la métrica, cada estrofa consta de 11 versos octosílabos que se dividen en dos cuartetas (8a 8b 8a 8b) (8c 8d 8c 8d) y una tercerilla encadenada (8d 8e 8d). Las rimas son consonantes (suelo-pelo, dormía-corría)