lunes, 24 de febrero de 2025

Sevilla (Plácido Domingo): una oda a la capital hispalense

El tema de esta tarde podría definirse como una mezcla de copla con cante lírico. Está dedicado a una de las ciudades más emblemáticas de Andalucía. Fue compuesto en el año 1990 por Manuel Alejandro y su hija Beatriz para la voz de Plácido Domingo en su espectáculo "Soñadores de España". Un año más tarde, Rocío Jurado haría una estremecedora versión de Sevilla



Torres,
con alas de oro
que sueñan distancias.
Calles,
con sombras de siglos
y nardos de plata.

Cantes
que arañan estrellas,
que arañan el alma.
Noches
reflejos de un río
que quiso ser mar,
que quiso ser mar.

Sevilla
verde claridad sonora,
verde tierra,
azul el aire
donde el agua adormecida
de una torre,
se enamora.

Sevilla,
verde claridad sonora,
de andaluzas soledades.
Fuego y nieve,
llanto y cante.
Sevilla,
Sevilla,

..........................................................

Si tuviéramos que analizar el poema desde una perspectiva literaria diríamos que su lenguaje recibe el influjo del modernismo exotista de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX caracterizado por el preciosismo, el sensorialismo y el exceso de ornamentación, que tan bien cultivó Rubén Darío. 

El objetivo principal de esta canción es homenajear, ensalzar, elogiar y piropear a la ciudad hispalense. Estamos ante una especie de himno, pero en lugar de estar dedicado a una persona, tiene como centro un lugar geográfico concreto: Sevilla, capital de Andalucía que celebra esta semana su día grande. 

En los himnos es frecuente utilizar recursos literarios y lingüísticos ruidosos, rimbombantes, excesivos, sonoros, coloridos y efectistas con el fin de que el objeto ensalzado quede marcado en el poema bajo la premisa de cuanto más ruido hagamos, más pasión sentimos por alguien o algo. El lenguaje modernista motiva la creación de ambientes elevados y solemnes, que son perfectos para llevar a cabo las labores de ensalzamiento

De hecho, los primeros versos evocan uno de los tópicos más explotados de la lírica modernista: la torre de marfil: Torres con alas de oro. La torre simboliza un lugar idílico, de ensueño, un mundo de hadas, en el que el poeta busca refugiarse y evadirse de la cruda realidad. Ese mundo de ensueño se caracteriza por su belleza, sensualidad y hermosura, valores asociados a la ciudad de Sevilla. 

El símbolo modernista de la torre está al servicio del elogio. Las torres doradas configuran un mundo paradisiaco y placentero en el que se circunscribe la urbe hispalense. La personificación (torres […] que sueñan distancias) dibujan un paisaje vivo y colorido, en el que todos los elementos parecen cobrar vida y movimiento. Sevilla es una ciudad viva y atractiva.

La descripción se tiñe de preciosismo a medida que avanza la canción, mediante la alusión a elementos florales y metálicos: Calles [...] con nardos de plata. En el Modernismo exotista es frecuente la alusión a elementos decorativos y valiosos (oro, plata, flores, joyas…).

La metáfora enfatiza el prestigio de Sevilla como ciudad histórica, la cual tiene un recorrido de muchos siglos en los que han pasado muchas cosas a nivel sociopolítico y cultural: calles con sombras de siglos. La historia de España como país se refleja en las propias calles de Sevilla. Hay vestigios, monumentos, edificios, tradiciones que recuerdan diferentes épocas históricas pasadas (los árabes, el siglo de Oro, el XIX…). 

Las sombras representan el paso del tiempo, pero también como este va dejando una huella eterna en el entorno. La ciudad permanece imperdurable a pesar del devenir de los siglos. Todas las civilizaciones que han pasado por la península Ibérica dejan su marca en Sevilla: visigodos, romanos, musulmanes. El resultado final es un crisol cultural rico, diverso y variado.

Además, Sevilla es una ciudad con un gran legado cultural, especialmente musical. De ahí la alusión a los cantes andaluces (copla, flamenco, sevillanas), los cuales aparecen personificados con el objetivo de enfatizar su capacidad de emocionar: Cantes que arañan estrellas que arañan el alma. Al fin y al cabo, la función de la música y el cante es emocionar, conmover, plasmar sentimientos (sean alegres o tristes). Esos cantes ponen los pelos de punta al que escucha. De ahí la aparición de un verbo relacionado con el sentido del tacto (arañar). Arañar significa tocar la fibra sensible del espectador

Este pensamiento se inserta en estructuras anafóricas y paralelísticas: Sustantivo (cantes) + oración de relativo (que arañan estrellas/ que arañan el alma). El poder de los cantes es tan fuerte que emociona no solo a las personas humanas (el alma) sino también a elementos inertes e inanimados (estrellas). El fin de la hipérbole es elevar a la ciudad de Sevilla y darle la trascendencia que merece. Es un lugar que no te deja indiferente por su belleza, categoría y magia.

En el Modernismo son frecuentes los ambientes nocturnos y naturales, que crean un marco preciosista e idílico. Esto se percibe en la canción: Noches reflejos de un río que quiso ser mar. Evidentemente, el río al que se alude es el Guadalquivir, que como muy bien sabéis pasa por la ciudad de Sevilla, creando una estampa de gran belleza y fama.

El circumloquio da solemnidad al poema. Recordad que se trata de un himno. El yo poético endiosa la ciudad. Las frases largas configuran un discurso señorial y elevado. Se prefiere dar un rodeo y utilizar muchas palabras (reflejos de un río que quiso ser mar) en lugar de utilizar una sola palabra (reflejos del Guadalquivir). La segunda expresión es mucho más práctica y coloquial, pero pasa más desapercibida entre tanta alabanza. El poeta prefiere dar un rodeo, aunque tenga que recurrir a la presuposición de los oyentes. El receptor ha de saber que ese río al que se alude es el Guadalquivir. No obstante, con unos conocimientos geográficos mínimos, lo normal es que todo el mundo lo sepa. 

Además, la personificación del circumloquio engrandece la estampa: de un río que quiso ser mar. El río aparece personificado, está dotado de voluntad. El río no se conforma con ser "un río del montón", sino que aspira "a ser algo más". Busca equipararse a un concepto mucho más grande y ambicioso (el mar). Estos de aires de grandeza forman parte de la naturaleza del himno. En los himnos es frecuente elevar el objeto ensalzado de forma que no sea un objeto común sino un objeto extraordinario, grande y especial, que destaque por encima del resto. Se busca siempre lo superlativo, colocar el elemento elogiado en una posición de superioridad. En definitiva, que sea lo más de lo más. Por eso el Guadalquivir se codea con el mar. 

En el estribillo, el yo poético se dirige a la urbe con el vocativo: Sevilla, verde claridad sonora. El estilo modernista sigue presente en las sinestesias. El objetivo es crear un ambiente sugerente, mediante la asociación de sensaciones, que configuran un flujo sensorial único e indescriptible, aludiendo a colores (verde), tonalidades (claridad) y ruidos (sonora). Un sustantivo que denota luminosidad (claridad) es aderezado con adjetivos vinculados a otros sentidos como son el oído o la vista (verde y sonora). Esto configura una atmósfera emotiva, subjetiva, mágica y misteriosa, muy del gusto del preciosismo. 

La adjetivación cromática da color a la estampa, como si el yo poético estuviera haciendo una pintura o retrato de la ciudad. Esta pintura se plasma en paralelismos: adjetivo de color + elemento natural (verde tierra/azul el aire). Se trata de un ambiente vivo, paradisíaco y activo. A pesar del escenario urbano, el retrato está aderezado con muchos elementos de la madre tierra (agua, aire...). 

Las personificación de los componentes del paisaje dota de "alma" a toda la pintura: Donde el agua adormecida de una torre se enamora. 

El yo poético busca matices que generen contrastes: por un lado, es un río tranquilo, sosegado, quieto. Esto está vinculado a la elegancia, el retiro, la armonía y el relax, que nos trasladan a un paraje idílico. Por otro lado, es un río agitado, con sentimiento, con voluntad, con chispa, que hace cosas típicas de los seres humanos (enamorarse, aunque sea de una torre). No es un elemento muerto ni aburrido. 

Se trata de un paisaje humanizado, con alma. Además la estampa hace referencia a una de las imágenes más espectaculares de Sevilla: el Guadalquivir pasa al lado de la Torre del Oro, uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, una de las mejores muestras del arte almohade del siglo XIII. 

Estos contrastes de sensaciones y sentimientos se insertan en enumeraciones bimembres antitéticas: fuego y nieve, llanto y cante...Su función es reflejar la riqueza y diversidad de la ciudad. Hay de TODO. Al fin y al cabo, la realidad es un conglomerado muy diverso de emociones y circunstancias y Sevilla es un cachito de esa realidad con sus encantos y peculiaridades.

Métricamente, las estrofas constan de seis versos sin rima. El primero y el cuarto poseen dos sílabas mientras que el resto son hexasílabos. 

En los estribillos tampoco hay rimas y la disposición silábica se irregulariza. No obstante, hay palabras que poseen asonancias muy próximas fonéticamente (torres-calles, distancias-plata, noches-cantes). Aunque técnicamente no hay rima, nuestro oído puede escuchar algo próximo a la rima, aparte de ritmo


martes, 11 de febrero de 2025

Amor marinero (Rocío Jurado): trascendencia pasional aderezados con sensualidad, mística y técnicas amatorias

¿Qué os parece si damos un salto del género de la nana al de la habanera? Corría el año 1974 cuando los maestros Bazán y Tejero compusieron para Rocío Jurado Amor marinero, uno de los temas más emblemáticos de la chipionera

Esta copla, que derrocha sensualidad, pasión y romanticismo, tiene como protagonista a una mujer que está calada por los huesos de un marinero. 

A pesar del éxito obtenido con esta canción, los dos autores no volvieron a componer para Rocío, cosa que resulta sorprendente, sabiendo que detrás del arte de la copla siempre hay un fin comercial. La gran Nati Mistral también hizo una estupenda versión del poema


Este pañuelo de seda, caray,
me lo trajo un marinero,
con la boquita de fresa, caray,
y los ojitos de cielo.

Besos de ron y de menta
en estos labios me da.
Y estoy echando la cuenta, caray,
pa'que no vuelva a la mar.

Mis brazos son las amarras
de tu querer, marinero.

Yo soy la bahia,
tú eres el velero.
No me dejes niño
que sin tu querer me muero.

Si piensas darme de lao, caray,
yo te lo aviso primero,
que tengo número dao, caray,
a cinco o seis marineros.

Tanto tenderle los celos
como una red de pescar,
que se ha tragao el anzuelo, caray,
y me tiene secuestrá

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A lo largo del tema la protagonista habla en primera persona. Esas marcas se manifiestan en el posesivo (MIS brazos), los pronombres personales (ME lo trajo YO soy la bahía) y las formas verbales (Estoy echando…, Me muero, te lo aviso). El uso (y abuso) de la primera persona del singular está relacionado con el lirismo

Ya os he explicado alguna vez que la lírica es el género literario en el que la expresión de sentimientos predomina sobre la narración de historias. La mujer se está sincerando, está mostrando sus verdaderos pensamientos y emociones, es explícita en sus preferencias, manifiesta esa pasión y ese amor que siente por el marinero sin necesidad de ocultar nada. 

Ella está enamorada y así lo hace saber en la composición. El intimismo se proyecta bajo una atmósfera de sensualismo, que crea un ambiente cálido y agradable. De hecho, se hace alusión a la belleza física del muchacho y al contacto físico mediante besos. 

La protagonista se dirige a su amado marinero, el cual se manifiesta con las marcas de segunda persona como el posesivo (TU querer), el vocativo (marinero, niño), el pronombre personal (TÚ eres el velero, TE lo aviso) y las formas verbales (No me dejeS, Si piensaS).

Estamos ante una declaración de intenciones. Hay una persona enamorada (la mujer) y una persona que recibe esos sentimientos de amor (el marinero). Ya tenemos los dos engranajes de la relación amorosa.

La pasión no solo se proyecta en la persona del marinero, sino también en todos aquellos elementos, accesorios y circunstancias que están vinculados a él. Por eso, al inicio del tema, la chica se muestra entusiasmada ante el pañuelo que le regaló: Este pañuelo de seda, caray, me lo trajo un marinero. El pañuelo se convierte en pretexto, en inspiración, en el punto de partida para evocar los momentos placenteros que ha pasado con el muchacho.

Cuando estamos enamorados, cualquier cosa relacionada con nuestro amado (su olor, sus pertenencias, su ropa), nos hace suspirar, embobarnos, caer en una situación de éxtasis. Eso es más o menos lo que le pasa a la muchacha. La contemplación del pañuelo supone recordar una serie de experiencias humanas e íntimas (detrás del pañuelo, hay una persona a la que quieres mucho). Un objeto inanimado (pañuelo) genera una serie de pensamientos y sentimientos muy profundos, que realmente se están vinculando con un elemento humano (marinero).

El demostrativo (este pañuelo) crea una situación de proximidad, calidez y bienestar. La mujer recuerda a su marinero en el presente, aquí y ahora, durante el acto de habla. El pañuelo, y por ende, el marinero, se encuentran en una situación de cercanía, ya no de cercanía física, sino de cercanía en el pensamiento. Amar no significa estar literalmente al lado de otra persona, sino tenerla en nuestra mente

El componente sensorial es significativo. El pañuelo está hecho de un material de textura agradable, blanda, suave, que genera placer sensitivo y sensualidad (pañuelo de seda). Pensar en el amado es un acto que genera bienestar y plenitud. 

La interjección (caray) da un toque de espontaneidad al discurso del yo. Mezclar el sensualismo con la coloquialidad dota de sinceridad a la expresión y enfatiza la admiración que ella siente hacia él. Al fin y al cabo, está enamorada y muere por sus huesos. Cuando amamos a alguien nos quedamos embobados con sus talentos, habilidades y capacidades. 

El marinero queda descrito con metáforas del mundo natural que expresan el atractivo físico: Con la boquita de fresa […] y los ojitos de cielo. La fresa es una fruta de color rojo. Los labios del muchacho se identifican con las fresas, ya que son del color de la pasión. El cielo es azul. Por tanto, los ojos del marinero se identifican con azul del cielo, que es un elemento trascendental. El diminutivo (ojitos) da un carácter afectivo y dulzón al poema. El yo crea un contexto idílico, casi paradisíaco y configura un prototipo de belleza masculino. Cuando estamos felices, todo se tiende a ver de una manera “perfecta”, armónica.

La temperatura pasional va in crescendo a medida que avanzamos en las estrofas, hasta que se produce el contacto físico entre los amantes (beso), que es el momento climático y culminante del tema. 

Para transmitir la sensación placentera del beso, la protagonista recurre a metáforas relacionadas con el mundo de las bebidas y las especias: Besos de ron y de menta, en estos labios me da. Se describe una experiencia íntima y casi inefable con elementos físicos sensoriales. Evidentemente, esto nos acerca a la mística: describir con palabras las sensaciones íntimas que genera un evento tan personal y subjetivo como es un beso, resulta muy muy difícil. Para transmitir el éxtasis que sentimos, tenemos que recurrir a metáforas, que crean un contexto aproximado, que nunca será el auténtico. Como decía Bécquer, las palabras son insuficientes para representar la totalidad de pensamientos (inefabilidad).

El ron y la menta son productos con un sabor bastante fuerte y peculiar. Cuando un amor es de verdad, no te deja indiferente. Los sentimientos nos dejan huella, están dotados de autenticidad y originalidad. El vínculo con esa persona nos marca de por vida. Dar un beso genera sensaciones espirituales y físicas agradables, placenteras, plenas, cargadas de riqueza, como una mezcla del dulzor del ron y el frescor de la menta. 

Como es lógico, se trata de una visión totalmente subjetiva, enfocada desde la perspectiva del personaje femenino. Esas son SUS sensaciones, SU manera de ver las cosas. Al fin y al cabo eso es la lírica: sentimientos íntimos. Cada persona es un mundo.

El hipérbaton enfatiza el momento extático, pues antepone el objeto directo que contiene los elementos placenteros que genera la experiencia íntima (besos de ron y canela), a la forma verbal (me da), la cual queda relegada al final de la oración. Lo más importante no es la realidad (el hecho de dar besos), sino los sentimientos y sensaciones que genera esa realidad (qué se siente al besar a la persona que quieres). ¿Entendéis el sentido del hipérbaton? Se está dando prioridad al sentimiento que al hecho. 

El intimismo queda envuelto en un halo de sensualidad. Por eso el léxico recuerda al modernismo más exotista y al Rococó dieciochesco: accesorios sensuales (pañuelo), tejidos agradables (seda), elementos naturales (cielo) colores y sabores marcados (fresa, ron, menta). El sensorialismo es más que evidente. 

El resultado es una visión renacentista del amor: este se convierte en algo necesario e imprescindible para la vida. Satisface una necesidad humana (todos los hombres necesitamos amar y ser amados). El amor se concibe como la energía regeneradora, fortalecedora del espíritu, gracias a la cual la vida cobra sentido. La muchacha no puede concebir una vida sin su marinero. Cuando hay amor uno de los miedos que se genera en la persona enamorada es el hecho de que ese amor se termine, de que la persona que quieres desaparezca de tu vida. Por eso, la protagonista muestra cierta preocupación de que el marinero se vaya a la mar y se separen: Y estoy echando la cuenta […], para que no vuelva a la mar

En el estribillo, el yo poético recurre a dos metáforas extraídas del mundo de la marinería, para explicar el hecho místico (su amor con el marinero):

-Mis brazos son las amarras de tu querer, marinero. Las amarras son cuerdas que sirven para sujetar una embarcación, de tal forma que quede unida al muelle. Las amarras representan la unión entre el barco y el muelle, es decir, entre la amada y el amado. Los dos elementos están unidos, como el alma con Dios en el proceso místico.

-Yo soy la bahía, tú eres el velero. Estas metáforas se insertan en estructuras de paralelismo: Pronombre personal (yo/tú) + verbo existencial (soy/eres) + atributo (la bahía/ el velero). Esto representa el acercamiento paulatino entre el amado (velero) y la amada (bahía). Normalmente, los barcos cuando atracan se dirigen a las bahías. Se crea de nuevo una vinculación, una unión mística, pero recurriendo a elementos de un contexto marinero. En la mística son frecuentes las metáforas cotidianas (el cazador y la caza, el amado y la amada). 

Mediante la negación del subjuntivo la protagonista ruega al marinero que no la abandone: No me dejes niño que sin tu querer me muero. El tono es suplicante y hasta angustioso. 

La pasión hacia el marinero se ha convertido en algo trascendental. Sin este muchacho la vida carece de sentido para la protagonista. La hipérbole (me muero) da un carácter tremendista y melodramático al contexto. Su objetivo es enfatizar la magnitud del amor marinero en la existencia de la chiquilla. Esta exageración conlleva una urgente necesidad de posesión que puede ser destructiva en ciertos momentos. Imaginad la hecatombe que se va a producir en el yo poético si un día la relación acaba. 

En la segunda estrofa la protagonista hace uso de juegos y estratagemas para mantener al marinero a su lado. ¿Y cuál es la técnica? Muy sencillo: poner celoso al muchacho: Si piensas darme de lado, […] yo te lo aviso primero: que tengo número dado a cinco o seis marineros. 

La mujer le dice al marino que tiene más pretendientes y él no es el único. Es una manera de advertirle de que actúe con cuidado, ya que tiene competencia y su amor no es algo seguro. El tono del discurso pendula entre lo serio y lo jocoso, generando ambigüedad. Por un lado parece que se enfadada, pero por otro, está jugando. 

La oración subordinada condicional en presente y la oración principal en presente (si piensas…., te lo aviso) crean un contexto de gravedad a pesar del tono lúdico. Parece que las palabras de la muchacha son ciertas, y lo que ella dice podría pasar sí o sí. El presente de indicativo en estas estructuras marca los hechos como seguros. Parece una verdad universal en plan “yo tengo más pretendientes así que ten cuidado, que como hagas algo malo, te vas a enterar". Digamos que es una "amenaza amable". 

Sin embargo, las expresiones coloquiales (darme de lado, tener número dado...) suavizan el discurso y crean una especie de juego o chanza. "Dar de lado" significa dejar de hacer caso a una persona y "tener número dado" significa tener pretendientes.  

La disyunción en el numeral (cinco o seis marineros) lima la dureza del contexto, pues da la impresión de que la muchacha se ha tirado algún farol (ya no sabe ni el número exacto de amantes que tiene jajja).

Esa mezcla de jocosidad y seriedad crea una atmósfera de realidad. En las relaciones amorosas, muchas veces hacemos comentarios que por un lado parecen enfados, pero por otro lado están llenos de broma y banalidad. ¿Cuántas veces vuestras novias o novios os hacen comentarios que no sabéis si son en broma o en serio?

Al final, esa oscilación entre risa y gravedad, ha sido la responsable de que la mujer haya conquistado el corazón del marinero. La unión definitiva se representa con comparaciones y metáforas marineras: Tanto tenderle los celos, como una red de pescar, que se ha tragado el anzuelo y me tiene secuestrada.

La frivolidad de las imágenes es evidente aunque el fin sea trascendente. Parece que la chica ha pescado al chico, le ha tendido trampas (tengo más pretendientes, tú no eres el único …), él picó el anzuelo, y cayó en la red. El proceso místico, se enmascara con metáforas pesqueras, cuya meta final es la unión (secuestrada). Ella forma parte de él. Él forma parte de ella. Los dos son un mismo ente. 

En estos versos detectamos el influjo de la poética amatoria de Ovidio, el Ars Amandi. Para conquistar a la persona que quieres, debes utilizar una serie de técnicas, herramientas, tácticas y estrategias. El fin de estas argucias es ganarte la atención del otro y que caiga rendido a tus pies. 

Para autores como Ovidio o el Arcipreste de Hita, el amor tiene una parte inexplicable, misteriosa, pero también una cara más racional que se puede controlar artificialmente. La gente, a base de aprendizajes y sabiduría, conoce y aplica técnicas para ganarse el amor de una persona. Eso es lo que le pasa a la voz lírica: está enamorada del marinero y recurre a técnicas para que cuaje la relación, en la cual confluye lo innato y lo aprendido, y lo frívolo con lo trascendente. 

-Trascendencia porque la protagonista no puede vivir sin su marinero. Lo quiere profundamente. Surge una necesidad de unión (física y de pensamiento), que no tiene una explicación racional. Eso tiene un nombre y se llama AMOR. 

-Frivolidad porque la protagonista da mucha importancia a lo físico y superficial (que si es guapo, que si tiene ojos azules, que si besa bien…) y utiliza técnicas que cosifican al marinero (que si le pongo una red, que si el anzuelo, que si cae en la trampa de los celos...).

Métricamente, si obviamos las interjecciones (caray), detectamos el predominio de versos cortos (arte menor). Las estrofas están formadas por cuartetas: cuatro versos de ocho sílabas que riman el primero con el tercero y el segundo con el cuarto (8a 8b 8a 8b).

El estribillo está introducido por un dístico, es decir, dos versos sin rima (Mis brazos son las amarras/ de tu querer marinero). Después, encontramos una copla: cuatro versos octosílabos en los que primero y tercero van por libre (bahía-niño), y el segundo rima con el cuarto (velero-muero): 8- 8a 8- 8a.