lunes, 15 de septiembre de 2025

Amor de verano (Dúo Dinámico): lo que implica el final de las vacaciones estivales cuando te enamoras

El pasado 26 de agosto falleció Manuel de la Calva, componente del Dúo Dinámico. La mejor manera de homenajearlo es analizando una de sus canciones míticas. En este caso, voy a aprovechar la inercia del calendario. Estamos en septiembre. Quedan pocos días para que acabe la estación estival y llegue el otoño. ¿Qué os parece si comentamos "Amor de verano"?

El tema fue compuesto en el año 1963 aunque los más jóvenes lo conocemos gracias a la serie "Verano azul". En el último capítulo, después de la muerte de Chanquete, la pandilla dice adiós a las vacaciones en Nerja. Bea, Desi, Pancho, Javi, Kike, Piraña, Tito y Julia se despiden para siempre, pues es la hora de que todos vuelvan a casa, recuperen la rutina y pongan fin al ocio veraniego. Los acordes de Amor de verano nos hicieron llorar en este último episodio. 

Se trata de una balada romántica en la que el yo poético canta a un amor conocido durante las vacaciones estivales y se despide de él sin saber si algún día volverán a verse. En una época sin teléfonos móviles ni redes sociales todas las experiencias vividas en el verano se quedaban en el pueblo donde veraneábamos. El reencuentro era algo imposible y todo quedaba en un recuerdo bonito que se evocaba nostálgicamente. 



El final del verano llegó
Y tú partirás
Yo no sé hasta cuando
Este amor, recordarás

Pero sé que, en mis brazos
Yo te tuve ayer
Eso sí que nunca
Nunca, yo olvidaré

Dime, dime, dime, dime, amor
Dime, dime que es verdad
Lo que sientes en tu corazón
Es amor en realidad

Nunca, nunca, nunca, nunca más
Sentiré tanta emoción
Como cuando a ti te conocí
Y el verano nos unió

El final del verano llegó
Y tú partirás
Yo no sé hasta cuando
Este amor, recordarás

Pero sé que, en mis brazos
Yo te tuve ayer
Eso sí que nunca
Nunca, yo olvidaré

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Los primeros versos albergan el tópico del tempus fugit, es decir, el tiempo pasa rápidamente casi sin darnos cuenta: el final del verano llegó...Cada vez que empieza una estación el ser humano percibe que empieza un nuevo periodo en su vida, el cual resulta extenso y casi eterno. Al inicio de las vacaciones pensamos que el verano no se va a acabar. Vemos muy lejos el final. Tenemos muchos días por delante. Sin embargo, poco a poco, las jornadas pasan sin tener consciencia. Las semanas avanzan y cuando nos queramos dar cuenta, llega agosto. 

Al final, el verano se pasa y las vacaciones se terminan, tal como sentencia el inicio de la canción, cuyo léxico incluye palabras relacionadas con el calendario (verano), la expiración del tiempo (el final) y la manera en que este se presenta en nuestras vidas gracias al verbo de desplazamiento (llegó). 

La sintaxis resulta lapidaria y concisa sin ningún tipo de adorno o rodeo, presentando la problemática de los amores estivales: el final del verano llegó y tu partirás. El futuro de indicativo (partirás) da certeza a los hechos. Se trata de algo seguro, cierto, inminente e indudable: va a pasar sí o sí. No se puede hacer nada para evitarlo.

Las relaciones sentimentales de verano, sobre todo en el contexto de los años sesenta, se daban solo en el ámbito de las vacaciones: dos personas de manera fortuita coinciden en un punto geográfico concreto ya que deciden veranear en el mismo sitio (por ejemplo, en un pueblo costero). Se conocen, empatizan y se enamoran. Ambos sabe que este tipo de interacción afectiva tiene fecha de caducidad ya que cuando se acaben las vacaciones cada uno volverá a su casa y seguirá con su vida y sus rutinas. Por muy bonita que resulte la experiencia, los amores de verano tienen una naturaleza efímera. Contra eso no se puede hacer nada. 

La coordinación copulativa une dos hechos que van de la mano, se dan de manera simultánea: cuando ocurre uno, ocurre también el otro: el final del verano llegó Y tu partirás. Se acaban las vacaciones y en ese momento muere la relación. 

Frente a la certeza universal de que el tiempo pasa y "mata" el amor, el yo poético plantea un matiz de incertidumbre y duda: yo no sé hasta cuándo este amor recordarás. 

La experiencia de lo vivido marca de una manera tan intensa que no se puede olvidar. Nuestra mente se queda con todo lo que hemos sentido ese verano, y lo almacena de por vida. Al ser un amor breve (¿un par de semanas? ¿un mes?...), lo normal es que no dé tiempo a que haya problemas, roces o choques de egos. Tendemos a idealizar y a asociar a esa persona con momentos positivos y maravillosos. De esta manera, el amor de verano deja huella

Por tanto, en el estribillo convive la objetividad y el análisis frío (el final del verano llegó y tu partirás) con la subjetividad y el análisis mental (yo no sé hasta cuándo este amor recordarás...). La negación del verbo cognitivo (yo no sé...) humaniza el contexto dramático (el yo no se queda impasible ante ese final pues busca una manera de que el amor quede dignificado y en lugar de verlo como una derrota en la que saborear la pena y el dolor, quede como algo bonito que recordar con mucho cariño y nostalgia). Esto atenúa la crudeza y la frialdad de la sentencia inicial: aunque el verano ha terminado es posible que los dos miembros de esta pareja recuerden esas vacaciones y lo eleven a la categoría de especial y mágico. 

Pensemos en el pensamiento lírico de Cernuda: morir significa desaparecer de la mente del otro. En este caso ha habido una separación obligada por circunstancias temporales y espaciales (cada uno sigue con su vida), pero ambos permanecen conectados por el recuerdo de ese verano. Por tanto, ese amor no ha muerto. 

Esto nos lleva a plantear una dicotomía filosófica clásica: materialismo VS espiritualismo. Al final, las cosas materiales caducan, mueren, se estropean, se pierden, se deterioran. En cambio, los sentimientos y las experiencias perduran para siempre en nuestra memoria. Nuestra vida resulta más rica y fructífera cuando conocemos a personas o visitamos lugares. Eso vale más que todo lo material. El ser humano no gana con riquezas físicas tangibles sino con momentos vitales.

El yo poético defiende el enfoque espiritualista: la experiencia con esa persona es lo más valioso de ese verano. El verbo cognitivo da seguridad y rotundidad al pensamiento de la voz lírica: SÉ que en mis brazos yo te tuve ayer.... Fijaos cómo se aplica un verbo de posesión material (tener en los brazos) sobre una realidad esencia, con alma (otro ser humano...). El hecho de haber conocido a esa persona y haber pasado un tiempo con ella (aunque sea un par de semanas en verano) genera una realidad de la que se tiene consciencia y es merecedora de evocarse. Solo por eso, la vida del yo poético resulta mucho más enriquecedora y genial. 

Se produce una unión mística entre la primera persona (mis brazos, yo) y la segunda persona (te tuve). El adverbio de tiempo (ayer) representa el pasado, el cual no supone ningún obstáculo para desarrollar un sentimiento de afecto hacia la otra persona. Aunque han pasado muchos años de aquel verano, el yo poético permanece emocionalmente activo. El presente de indicativo (sé) va en sintonía con el pretérito (tuve). No son incompatibles en esta oración. 

El amor no solo se proyecta hacia el pasado (tuve), sino hacia la eternidad tal como se manifiesta con el adverbio negativo de frecuencia y el verbo de memoria (nunca yo olvidaré), que crea un lítote, es decir, se niega lo contrario de lo que se quiere afirmar (siempre recordaré = nunca olvidaré). 

El yo poético no busca la prolongación oficial de la relación más allá de las vacaciones. Sabe que es imposible ya que cada uno tiene su vida. Sin embargo, se conforma con que haya correspondencia en la percepción de que ha sido un verano maravilloso y los dos se acordarán para toda la vida. El triunfo del amor se produce con el acto del recuerdo, de estar presente en la mente del otro. No hace falta más. 

La voz lírica queda tranquila y serena sabiendo que se produce esta conexión mental "ad aeternum". De ahí la insistencia de hallar la respuesta de la otra persona mediante la reduplicación del imperativo con el verbo dicendi (dime dime dime amor) y la anáfora (dime dime dime amor/dime dime que es verdad). El protagonista necesita saber que hay correspondencia para irse en un estado de calma con la sensación de que el amor vivido ese verano ha sido también auténtico para la otra persona: dime que es verdad lo que sientes en tu corazón es amor en realidad. 

En este segmento predomina un léxico casi filosófico (verdad, realidad, sentir...). El yo necesita dar trascendencia a lo vivido y elevarlo a la categoría casi de mito. 

Como os he dicho, los amores de verano quedan idealizados y el ser humano piensa que esa experiencia se convertirá en la mejor de sus vidas y no habrá otra que la supere. Esto lo vemos en la reduplicación del adverbio de frecuencia (nunca nunca nunca sentiré tanta emoción). Alguien dijo (os remito al tema "Rosas" de La Oreja de Van Gogh) que el amor verdadero es tan solo y los demás son solo para olvidar.

Este tipo de relaciones afectivas juveniles-estivales se viven con tanta autenticidad y verdad que se crea el tópico de que lo primero es siempre lo mejor, y nunca querremos y nos querrán igual. Esta fotografía queda grabada para siempre en nuestro cerebro. La oración subordinada temporal marca el instante en que se produce la conexión con esa persona tan especial y que pasa a formar parte de nuestras vidas: nunca sentiré tanta emoción COMO CUANDO a ti te conocí y el verano nos unió. 

La personificación de una entidad abstracta temporal (el verano nos unió) da trascendencia y sentido al tema y a la naturaleza de este amor: se trata de dos personas que se conocieron casualmente durante las vacaciones, con todo lo que eso implica: mucha pasión, mucha verdad, mucho afecto y goce máximo mientras dura el ocio, aunque luego toque decir adiós a nivel físico. Eso sí, a nivel anímico la relación nos marca para toda la vida y siempre la evocaremos con muchísima nostalgia y cariño. 


martes, 26 de agosto de 2025

¿Dónde vas con mantón de manila? (Concha Velasco y Vicente Parra): una escena de celos en medio de la fiesta madrileña

Cerramos el mes de agosto con un poquito de zarzuela. En el año 1894 se estrenaba en el teatro Apolo de Madrid "La verbena de la Paloma" con música de Tomás Bretón y libreto de Ricardo de la Vega. El llamado "género chico" vivía un periodo de esplendor en los escenarios españoles en la segunda mitad del siglo XIX gracias a las figuras de Antonio Barbieri y Emilio Arteta. Los espectáculos incluían partes habladas y cantadas, normalmente a dúo, aunque también podía incluir números a coro o solistas, que se alternaban con escenas amorosas y cómicas. 

La verbena de la Paloma se ambienta en Madrid, durante la época de la Restauración Borbónica (1874) (ya sabéis, cuando liberales y conservadores, es decir, Cánovas y Sagasta se alternaban en el poder cada cierto número de años, gracias a la manipulación caciquil en las elecciones).

Se titula así porque la historia se desarrolla en vísperas del quince de Agosto, que es cuando se celebran las fiestas en honor a la virgen de la Paloma en el Barrio La Latina. Los protagonistas son una pareja de novios (Julián y Susana), chulescos de pura cepa, que a lo largo de la obra se enamoran, desenamoran, cortejan, piropean, ilusionan y sufren celos. En definitiva, pasan por el juego del amor, lo mismo que el resto de jóvenes de la época. 

En el cuadro segundo, después de tomar una copa de licor y bailar una mazurca a las puertas del bar de la Rita, Julián observa que Susana va por la calle acompañada de un señor boticario. Pronto los celos se apoderan del protagonista al ver a su novia con otro hombre camino a la verbena. Es en este punto de la obra cuando escuchamos los acordes de la famosa habanera ¿Dónde vas con mantón de manila? 

Os traigo la versión de Concha Velasco y Vicente Parra que interpretaron en la película de 1963, y que está basada en la zarzuela original. El director fue José Luis Saenz de Heredia.




¿Dónde vas con mantón de Manila?
¿Dónde vas con vestido chinés?
A lucirme y a ver la verbena,
y a meterme en la cama después.
¿Y por qué no has venido conmigo
cuando tanto te lo supliqué?
Porque voy a gastarme en botica
lo que me has hecho tú padecer.
¿Y quién es ese chico tan guapo
con quien luego la vais a correr?
Un sujeto que tiene vergüenza,
pundonor y lo que hay que tener.
¿Y si a mí no me diera la gana
de que fueras del brazo con él?
Pues me iría con él de verbena
y a los toros de Carabanchel.

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Se trata de un diálogo entre los amantes (Julián y Susana). Él muestra su desaprobación al hecho de que ella vaya de fiesta en compañía de otra persona. Ella le reprocha que no tiene las virtudes que debe tener un hombre (pundonor). Realmente, Susana está caladita por los huesos de Julián y lo único que busca es ponerle celoso (y lo consigue). Él termina muy enfadado. De hecho, después de esta escena asistimos a una trifulca. Ella "juega" a desafiar la autoridad del novio y sacarlo de quicio. 

La canción se estructura mediante un intercambio de preguntas y respuestas. El personaje masculino es el que formula las interrogaciones retóricas (¿Dónde vas con mantón de manila? ¿Por qué no has venido conmigo? ¿Y quién es este chico tan guapo? ¿Y si a mí no me diera la gana?). El personaje femenino se encarga de responder de manera desafiante y humorística (a lucirme y ver la verbena, porque voy a gastarme en botica, un sujeto que tiene vergüenza, pues me iría con el de verbena...)

La muchacha va ataviada con la indumentaria típica de las fiestas populares madrileñas: el mantón de manila y el vestido chinés. 

-El mantón de manila es una pieza de seda cuadrada, de origen chino, bordada a mano, con diseño de flores, pájaros o fantasías. Está rematada con flecos. Normalmente, este pañuelo se integra al vestuario femenino. Por ejemplo, para complementar un vestido de flamenco, de fiesta o chulapo. 

-El vestido chinés se caracteriza por sus colores alegres. No lo confundáis con los quipaos manchúes (esos que son de cuello alto, cierre diagonal, se ajustan al cuerpo y tenían cordones en las mangas). No tienen nada que ver. El término chinés significa "de colores llamativos".  En aquella época las mujeres se ponían trajes negros o blancos para salir de fiesta que eran más elegantes. La protagonista rompe con la moda y elige un vestido con colores más vistosos, encendidos y brillantes en lugar del típico traje de noche largo y neutro. 

Como veis, la chica ha elegido un atuendo festivo y alegre para un contexto festivo y alegre (verbena). Su objetivo es dar celos a su novio, así que aparece en escena arreglada, maquillada, bien vestida, con pose de diva, sin preocupaciones, y con la sonrisa en la boca de llevar al lado a otro hombre. 

Los efectos son inmediatos, ya que la chica se convierte en foco de atención tanto del público como del novio. La anáfora de los dos primeros versos (DÓNDE VAS con mantón de manila/ DÓNDE VAS con vestido chinés) representa la desaprobación de Julián. Se nota que es una escena incómoda para él. No le gusta lo que ve. Le preocupa. No es plato de buen gusto ver a tu chica radiante y feliz en compañía de otra persona. Se ha puesto guapa para él y parece estar disfrutando. Se le nota enfadado y celoso. 

Susana responde a la pregunta combinando la información objetiva y neutra (a lucirme y ver la verbena) con una pullita (o más bien un dardo) que deje K.O a su amado: y a meterme en la cama después.

Las palabras están muy bien escogidas. El verbo está relacionado con la luz (lucirme). La muchacha se representa en una situación de esplendor (guapa, alegre, diosa...). Cuanto más "elevada" se muestre, más celos da a Julián. el cual tiene miedo de que algo valioso e importante (Susana) lo pierda para siempre. Forma parte del juego del amor cortés: la amada pone celoso al amado para que la valore más y se dé cuenta de lo que arriesga. 

El doble sentido de la expresión "ver la verbena y meterme en la cama después" es evidente. Deja lugar a la duda, de que Susana acabe termine acostándose con su acompañante. Da pie a que haya segundas intenciones tal como lo dice.

Interpretación 1: Susana va a la verbena con el hombre, se lo pasa bien y luego vuelve a casa y se mete en la cama para descansar. Sería una posibilidad. 

Interpretación 2: Susana va a le verbena con el hombre, se lo pasa bien y luego vuelve a casa con él y se acuestan. Sería otra posibilidad. 

Susana crea una situación ambigua, poniendo mal cuerpo a Julián. Todos sabemos que ella está caladita por los huesos de él y no le sería infiel, pero tal como lo expresa, el receptor y el novio creen que puede pasar cualquier cosa. La chica está jugando con él. Insinúa, deje entrever, da pinceladas, revolotea por las diferentes opciones, imagina posibles escenas, sugiere de forma sutil...aunque luego no haga nada. No obstante, con esta actitud remueve las entrañas de Julián, el cual sufre los celos. Podríamos decir que no pasa del coqueteo y del flirteo lo que Susana y su acompañante hacen. 

Las marcas de primera persona (lucirME, meterME) muestran el afán de protagonismo de la muchacha. Le gusta ser el centro de la escena. Disfruta siendo foco. Y sobre todo, ver cómo Julián está pendiente de todo lo que pasa. Si se ve afectado y celoso es porque le importa. Ha conseguido lo que quería. 

La conversación deriva en reproches mutuos encabezados por oraciones subordinadas causales (¿Y Por qué no has venido conmigo...porque voy a gastarme en botica). Ambos quieren saber las razones que motivan el conflicto/choque/discusión/falta de sintonía. Él está molesto porque ella ha preferido elegir a otra persona para ir a la verbena en lugar de Julián. Ella está molesta porque se ha sentido mal valorada (lo que me has hecho tú padecer). 

Julián dramatiza la afectación e incluso se victima. No le importa rebajarse ante la amada, es decir, quedar por debajo de ella en una jerarquía: cuando tanto te lo supliqué. El personaje masculino es el que va detrás de la dama, el que pide algo, el que suplica, el que busca, el que corteja, el que lleva la iniciativa. Típico de la literatura cortesana. 

Susana responde alternando la dureza del discurso (le acusa de todos sus males, tal como expresa en la oración sustantivada de complemento directo: lo que me has hecho tú padecer), y a la vez tira de humor e ironía: voy a gastarme en botica.

De nuevo, juega con el doble sentido de las palabras, permitiendo la doble interpretación:

-Interpretación 1: Se ha tenido que gastar dinero en medicinas debido a lo mal que lo ha pasado debido a sus problemas amorosos con Julián

-Interpretación 2: Se supone que el acompañante de Susana a la verbena es el personaje de don Hilarión, que es boticario. La provocación es más que evidente: voy a curar mis problemas yéndome con el chico de la botica y pasar un buen rato con él en la feria. 

A continuación se alude al tercero en discordia mediante el pronombre interrogativo de identidad: ¿Y quién es este chico tan guapo con quién luego la vais a correr? El propio Julián utiliza un adjetivo de elogio/facultad física (guapo) para referirse al acompañante. A su propio rival lo coloca en una posición de superioridad. Reconoce las cosas buenas del otro

Susana responde mediante la enumeración de virtudes del boticario: un sujeto que tiene vergüenza, pundonor y lo que hay que tener. El cuidado de la imagen, la fama, la apariencia (en definitiva, causar buena impresión a los demás) es algo importantísimo en los códigos del amor cortés, sobre todo a raíz de los siglos de oro. El buen galán es una persona discreta, prudente, mantiene el decoro, no da ruido, trata a la mujer de forma elegante y delicada, evita hacerse el gracioso y perder la educación. Se trata de un prototipo de amante idílico, del gusto de todas las damas de la época. 

La oración sustantivada (lo que hay que tener...) da lugar a interpretaciones más jocosas y picantes, ya que la ambigüedad da pie a la imaginación. Podría ser algo trascendental (honor) pero también algo más superficial y material (físico, sensual...). 

El diálogo acaba con un tono que roza la amenaza: ¿Y si a mí no me diera la gana que fueras del brazo con él?. Esto se debe a que Julián está celoso y su explota su enfado con expresiones coloquiales que rozan la ruptura con las normas de decoro (no me da la gana). El protagonista no disimula y expresa su malestar y disconformidad hablando de una forma directa, intensa, y clara, sin filtros (no me da la gana de que vayas del brazo con él). Muestra su autoridad como hombre, típico de la sociedad patriarcal del siglo XIX. 

Susana no se achanta y desafía a su novio, mostrando una actitud liberal y no dejándose dominar por él: Pues me iría con él de verbena y a los toros de Carabanchel. La oración coordinada copulativa enfatiza su fortaleza como mujer: no solo se va a ir de verbena con el boticario sino que está dispuesta a ir a más ferias y eventos. Si quieres caldo, toma dos tazas.  

Respecto al análisis métrico, todos los versos son decasílabos. El poema consta de cuatro cuartetos imperfectos, pues el segundo verso rima con el cuarto, mientras que el primero y el tercero quedan libres (10- 10A 10- 10A


martes, 19 de agosto de 2025

Los niños de La Gabriela (Isabel Pantoja): el drama para una madre con tres hijos toreros

Hoy os traigo una copla por bulerías del año 1947 compuesta por Quintero, León y Quiroga para Lola Flores. Fue incluida en la película Embrujo. El poema describe la angustia de una madre que tiene tres hijos que se dedican al toreo. Isabel Pantoja hizo una bonita versión en la película Yo soy esa (1990). Con estas pistas, el tema no puede ser otro que Los niños de la Gabriela




La Gabriela, vela, velala Gabriela, vela, va,sentaita en la canselas'ha quedao adormilá.El abanico, hasta er suelo,de la mano se cayó,y en la plata de su peloun jazmin se dehojó.Y entre, despierta y dormia,ay la besa un rayo de sóque viene de la corría.
Rafaé esta en er puertoFernandose fué a Jeré,los dos hermanos, por sierto,con toros de Guadalé.Pero tengo un cuchillitoque me ronda la sintura;en Córdoba, Joselitocon seis toros de miura.La mare está dormivela...son tres clavos de amarguralos niños de la Gabriela.
Pero tengo un cuchillitoque me ronda la sintura;en Córdoba, Joselitocon seis toros de miura.La mare está dormivela...son tres clavos de amarguralos niños de la Gabriela


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La protagonista de la canción es Gabriela Ortega, casada con el matador de toros Fernando Gómez y madre de tres hijos matadores: Fernando, Rafael y José. Este último (conocido como Joselito el Gallo) fue el más famoso de los tres. Murió en Talavera en mayo de 1920 con la edad de veinticinco años. Su monumento fúnebre, obra de Mariano Benlliure, se encuentra en el cementerio de San Fernando de Sevilla

Imaginad el drama que suponía para la matriarca del clan cada vez que uno de los hijos (a veces, los tres la misma tarde) se enfundaba el traje de luces y salía al ruedo para jugarse la vida a cara o cruz contra un toro. Esa incertidumbre, ese agobio, esa aflicción, esa zozobra, ese congojo que siente una madre por su hijo torero, pero multiplicado por tres.

Como es lógico, a la pobre señora le costará conciliar el sueño y se pasará largas noches en vela sin poder dormir pensando en el devenir de sus hijos: ¿Saldrán vivos de la corrida? ¿No sufrirán ningún percance con el toro? ¿Conseguirán rematar la faena sin ser corneados? La pobre Gabriela no conseguirá pegar ojo dándole vueltas a la cabeza

Para las madres con hijos toreros es un sinvivir quedarse en casa rezando, esperando una llamada de teléfono o una noticia en la radio que dijera que su retoño había salido sano y salvo y se encontraba perfectamente.

La canción empieza con un primer plano de la protagonista, que se encuentra en un estado de duermevela, es decir, entre despierta y dormida: por un lado, no consigue pegar ojo, por culpa de los hijos toreros; por otro lado, debido a la acumulación de días sin dormir se encuentra físicamente muy cansada, quedándose media dormida por los rincones, pero sin relajarse: La Gabriela vela, vela, vela, la Gabriela vela va, sentaíta en la cansela se ha quedado adormilá

La reiteración del verbo velar (pasar la noche despierto) hasta tres veces enfatiza la inquietud, la intranquilidad y el desasosiego que vive esa madre cada vez que sus niños se van a la plaza: La Gabriela vela, vela, la Gabriela vela va. Su vida se ha convertido en un puro calvario: siempre sufriendo, siempre preocupada, siempre agobiada. Esta mujer no puede vivir tranquila nunca por su situación (hijos dedicados al toreo)

De ahí sus largas vigilias nocturnas incapaz de dormir por la noche. Por eso, durante el día se encuentra agotada (física y mentalmente). A la mínima que se sienta ya se le cierran los ojos, tal como se describe en la estampa: sentaita en la candela se ha quedado adormilá. El calor del fuego le da sueño después de tantas horas en vela.

Se crea un juego fónico entre el nombre de la protagonista (Gabriela) y su rasgo de conducta más significativo (vela). Se produce una rima interna: La Gabriela vela (las dos acaban en -ela). A nivel de significante se crea un efecto muy jocoso.

La descripción de la madre quedándose dormida continúa en los siguientes versos: El abanico hasta el suelo de la mano se cayó. Y en la plata de su pelo un jazmín se desojó.

La protagonista porta elementos típicos de las clases populares, y en general, del mundo doméstico andaluz (al abanico, y la flor en el pelo). Es una indumentaria típica de gente mayor y amas de casa.

Estos detalles connotan un estado de agotamiento, decaimiento y extenuación (el abanico se cae al suelo y el jazmín se desoja cuando la Gabriela baja la cabeza para quedarse dormida). Vemos a una mujer mustia, marchita, dejada, poco arreglada. Está tan preocupada de sus hijos que no tiene tiempo para pensar en ella.

El pelo plateado (color blanquecino) es una metáfora de las canas. Se trata de una mujer de avanzada edad, vieja. Esto acentúa aún más su estado deplorable. Se puede decir que la mujer la han matado en vida.

La estructura sintáctica se muestra alterada (hipérbaton), reflejo de que el estado mental de la mujer no es el más idóneo: Los complementos circunstancias de lugar se anteponen al verbo (hasta el suelo de la mano se cayó) y al sujeto (en la plata de su pelo, un jazmín…). Cuando alguien se encuentra en un estado de perturbación la oración no fluye de manera natural. Se detecta una situación de inestabilidad anímica.

La pronominalización verbal (se cayó, se desojó) crea una sensación subjetiva de descontrol. Da la impresión de que el abanico se cae solo y la flor se desoja sola porque la protagonista se encuentra en un estado de falta de energía, y se le escapa todo de las manos. Ha perdido las riendas de su vida.

La antítesis del circunstancial de modo representa el estado de duermevela en el que se encuentra la anciana: entre despierta y dormida…Sus preocupaciones le impiden dormir, pero está tan cansada que se le cierran los ojos.

La personificación de elementos naturales es un reflejo de la energía mental que tiene la protagonista: la besa un rayo de sol que viene de la corría. Aunque tenga su cuerpo y sus ojos en reposo, su mente sigue activa y no puede dejar de pensar en el peligro que corren sus hijos. Aun dormida, su cabecita sigue dándole vueltas a lo mismo, de forma obsesiva y enfermiza, algo totalmente normal, ya que es lo que toda madre siente por sus niños cuando su vida está en juego.

Podríamos decir que el cuerpo de la Gabriela se encuentra en casa (plano físico) y su alma, en la plaza de toros (plano mental). De ahí que el rayo de sol establezca el vínculo entre los dos espacios. La realidad de esta mujer es que vive en un estado eterno de preocupación ya que estará más pendiente de la otredad (sus hijos) que de ella misma.

En la segunda estrofa, el primer plano recae en los hijos, los cuales son presentados mediante estructuras en paralelismo: Sujeto (Rafael/Fernando) + verbo (está/se fue) + complemento de lugar (el Puerto/Jerez). La descripción de los retoños se centra en la faceta en que mejor se desenvuelven: la corrida de toros.

Los dos vástagos se encuentran toreando en dos pueblos de Cádiz muy conocidos y de gran tradición taurina: Jerez de la Frontera, y El Puerto de Santa María.

Mediante el marcador digresor (Por cierto) el narrador introduce una nota explicativa y de ampliación de la información, que si bien no es fundamental para entender la esencia del poema, resulta enriquecedora desde un punto de vista cultural y de la tauromaquia: los dos hermanos, por cierto, con toros de Guadalest.

La ganadería de Guadalest es una de las más antiguas de España. Sus orígenes se remontan a 1843. Y es muy famosa por sus toros bravos.

El uso de la primera persona produce un cambio en la voz narrativa: Pero tengo un cuchillito que me ronda la cintura…

Hasta este momento, hemos tenido un narrador omnisciente en tercera persona que describía el estado de preocupación crónico en que se encuentra la Gabriela. Este relator conoce todo acerca de la vida de esta familia y se limita a contarnos la situación con objetividad (la madre se queda dormida en el fuego, se le cae el abanico, se le desoja la flor…)

Sin embargo, las desinencias verbales y marcas pronominales de primera persona del estribillo (tengo, me ronda) colocan a la madre como figura narrativa, al menos, durante estos cuatro versos: pero tengO un cuchillito que ME rondA la cintura: en Córdoba Joselito con tres toros de miura.

La descripción de Joselito, por tanto, corre a cargo de la propia Gabriela. ¿Y qué pasa con la de Rafael y Fernando, que han aparecido al inicio de la segunda estrofa, justo antes de la de Joselito? (Rafael está en el Puerto…).

Aunque en estos versos encontramos formas verbales en tercera persona (Rafael ESTÁ en el Puerto, Fernando SE FUE a Jerez…) y da la sensación de que es un narrador omnisciente (el mismo de la primera estrofa) hay que fijarse en un elemento: la conjunción adversativa que aparece justo al inicio de la descripción de Joselito (PERO tengo un cuchillito…).

Esta conjunción funciona como marcador textual ya que establece un vínculo/enlace/conexión entre la parte del texto que habla de Joselito, y la dedicada a Rafael y Fernando. La lógica nos dice que es la misma persona la que habla. Por tanto, la estampa dedica a los hijos es puesta en boca de Gabriela.

En las palabras de la madre se aprecia el estado de desesperación y tormento por el que está pasando: tengo un cuchillito que me ronda la cintura…

El cuchillo funciona como una metáfora del dolor. No es plato de buen gusto saber que tus hijos se ponen delante de un toro. El verbo rondar denota cercanía, inmediación, rodeo. La muerte acecha a estos chicos. Se juegan la vida con cada toro. Por tanto, la madre está al filo de la locura.

El diminutivo (cuchillito) da un carácter afectivo al discurso. Gabriela busca la compasión del receptor, que todo el mundo vea lo que sufre una madre por sus niños.

La guinda del pastel la pone el hijo pequeño, Joselito, que es el que tiene que lidiar con los toros más difíciles y peligrosos: En Córdoba Joselito, con seis toros de miura. La ganadería de Lora del Rio es famosa por sus animales indómitos, huesudos, de patas altas, finos de piel. Son los toros bravos, de nobleza, raza y leyenda viva.

El dolor de la madre va in crescendo: si lo de Rafael y Fernando ya era grave, lo de Joselito es casi hiperbólico. Tened en cuenta que lo normal en una corrida de toros es que haya seis toros para tres matadores. En este caso, las seis piezas de miura son para el retoño menor.

En los últimos versos vuelve el narrador omnisciente de tercera persona de la primera estrofa: la madre está dormivela, son tres clavos de amargura los hijos de la Gabriela

El tema concluye con una estampa de la madre en su estado “natural” (entre despierta y dormida), que se ha hecho crónico.

Los clavos, al igual que el cuchillo, funcionan como metáfora del dolor: son tres clavos de amargura los niños de la Gabriela. La vida de esta señora es una aflicción continua. Vive en un estado permanente de sufrimiento.

En cuanto a la métrica, cada estrofa consta de 11 versos octosílabos que se dividen en dos cuartetas (8a 8b 8a 8b) (8c 8d 8c 8d) y una tercerilla encadenada (8d 8e 8d). Las rimas son consonantes (suelo-pelo, dormía-corría)


viernes, 25 de julio de 2025

Puentecito: una elegía a la muerte de Julio Romero de Torres

Clausuramos nuestro homenaje a Julio Romero de Torres con una copla que se concibe como una elegía a la muerte del afamado pintor cordobés. Este romance por bulerías fue compuesto en el año 1945 por los maestros Ramón Perelló y Genaro Monreal, para la voz de la inconfundible Antoñita Moreno. Se trata del primer éxito de la artista sevillana, que popularizó en su espectáculo Filigranas. Hoy traemos al blog Puentecito

El título hace alusión a uno de los monumentos más importantes de la ciudad de Córdoba, y que Julio Romero de Torres inmortalizó como fondo de sus cuadros: el puente de San Rafael. Este puente, inaugurado en los años cincuenta, une la Avenida del Corregidor con la Plaza de Andalucía, cruzando el río Guadalquivir. Está formado por ocho arcos de 25 metros de luz con una longitud entre los estribos de 217 metros.

El arquitecto ciudadrealeño Santiago García Gallego se encargó de su diseño. Muy pronto, este puente se convirtió en uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad califal. Y Julio Romero de Torres, como buen cordobés, lo dibujó en muchos de sus retratos como parte del decorado.



Piconera, piconera,
dime por qué llevas llevas
cinta negra en el sombrero
y la carita de pena.
Y la carita de pena
y esos ojitos de duelo.
¿En qué carroza de estrella
se marchó Julio Romero?

Dime, dime, puentecito,
puente de San Rafael.
Dime por qué caminito
se lo han llevaíto
para no volver.
¿Dónde está Julio Romero,
donde está, por qué se fue?
Dímelo tú, puentecito,
puente de San Rafael.


Cordobesa, cordobesa,
quítate ese traje negro
y mata en flor tu tristeza,
que vive Julio Romero.
Que duerme, que está durmiendo,
no llores que lo despiertas.
Y está velando su sueño
su chiquita piconera.

Dime, dime, puentecito,
puente de San Rafael.
Dime por qué caminito
se lo han llevaíto
para no volver.
¿Dónde está Julio Romero,
donde está, por qué se fue?
Dímelo tú, puentecito,
puente de San Rafael.

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Al tratarse de una copla elegíaca, tenemos un yo poético que se lamenta por la muerte de alguien. En este caso, se llora por la pérdida del conocido pintor. Como en toda elegía, no faltan las interrogaciones existenciales, las muestras de cariño y afecto, la búsqueda de la consolación, las referencias al duelo y al dolor, el tópico del Ubi Sunt, y la aparición de elementos que forman parte del legado artístico y cultural de la persona fallecida, como una forma de darle homenaje.

Por eso, a lo largo del poema se hace alusión a muchos de los elementos que aparecen en los cuadros del pintor: las mujeres cordobesas, la famosa “Chiquita Piconera” (que ya analizamos el otro día), o el propio puente de San Rafael, con el que el yo poético dialoga en busca de consuelo y una explicación racional que dé sentido a un hecho tan doloroso como es la partida de don Julio.

Aunque la melodía resulta alegre y festiva, el contenido de la copla no es para nada divertido. Muchas veces, un soniquete bailable y pegadizo, no es sinónimo de tema ligero. Una cosa es la forma, y otra el contenido. Y el contenido de esta canción es serio y trascendental: se habla de la muerte de alguien.

En la primera estrofa, mediante un vocativo o apóstrofe, el yo poético se dirige a uno de los personajes más emblemáticos de los cuadros de Julio Romero: Piconera, piconera…. Ya os conté una vez lo que era la profesión de piconero: una persona que se encarga de fabricar carbón de picón, que después se prende en los braseros. Al pintor cordobés le encantaba representar este tipo de escenas costumbristas. 

El inicio de la copla supone la creación de una atmósfera fúnebre y mortecina, típica de la elegía, donde predomina un léxico relacionado con el dolor, el llanto y la pérdida de un ser querido: Dime por qué llevas CINTA NEGRA en el sombrero, la carita de PENA y esos ojitos de DUELO

Mediante el imperativo (Dime…) el yo poético se adentra poco a poco en ese ambiente luctuoso. En lugar de introducir el elemento tabú de una manera directa y agresiva (la muerte, que es un concepto que conmociona e incomoda al oyente), prefiere hacerlo de una manera suave y lateral, mediante la interrogación indirecta (Dime por qué…) que no necesita respuesta.  El yo poético quiere saber la causa de la tristeza de la piconera, y esa causa no es otra que la muerte del pintor. La muerte se introduce de una manera elegante y discreta, sin necesidad de darle mucha rimbombancia. Todo mediante rodeos y paráfrasis que eviten pronunciar la palabra maldita (muerte).

Ya sabéis que el color negro está relacionado con el luto, es decir, con la expresión externa de los sentimientos de pena que nos produce la muerte de alguien: Cinta negra en el sombrero…. 

Antiguamente era bastante común que al morir una persona importante, sus seres queridos guardaran luto, y durante un tiempo se vistieran con ropa negra, como símbolo de la pérdida. De ahí que la piconera lleve una cinta de color negro en el sombrero.

Tened en cuenta que el personaje de la piconera se ha quedado huérfana. Su creador, el pintor Julio Romero de Torres, acaba de morir. Y eso es un golpe muy duro para ella: ha muerto su dibujante, su inventor. De no ser por él, el personaje de la piconera no hubiera tenido tanta celebridad en el contexto de la pintura andaluza. De ahí que lleve luto, y su expresión corporal transmita tristeza y dolor (carita de pena, ojitos de duelo). Ha muerto alguien importante. 

Córdoba, la piconera y la mujer cordobesa están muy agradecidos y por eso sienten tanto la pérdida del pintor. Sienten que le deben algo, y por eso le hacen este homenaje, y lloran por su muerte. Cuando el amor y el dolor son sinceros, los sentimientos internos tienen repercusiones externas: en los gestos, en la mirada: Carita de pena, ojitos de duelo. El diminutivo (carita, ojitos) da a la expresión un carácter afectivo. La piconera siente mucho afecto y amor por su pintor.

Al final de la primera estrofa se alude al hecho místico de la teología cristiana: al morir una persona, su alma asciende a los cielos para unirse a la divinidad. Ese misticismo queda enmascarado bajo una atmósfera de festividad y triunfalismo, mediante la interrogación retórica: ¿En qué carroza de estrella se marchó Julio Romero?”. Tened en cuenta que acaba de morir una persona famosa e importante, y cuando una persona es importante, hay que rendirle todos los honores, despedirle como se merece. De ahí ese ambiente de pomposidad y solemnidad (la carroza, las estrellas) a la hora de representar el hecho místico (su alma se eleva a los cielos).

Una carroza supone exaltar, honorar y elevar a alguien en una posición de importancia (Julio Romero de Torres es una persona distinguida, que merece ese tratamiento). Las estrellas están relacionadas con la fama, con el éxito, con la eternidad, con el valor. Las estrellas al ser objetos inalcanzables, tienen mucho valor. Julio Romero de Torres es una estrella.

El verbo de movimiento (se MARCHÓ Julio Romero) funciona como eufemismo del término morirse. Ya sabéis que la idea de muerte aterra a mucha gente. Entonces, para evitar pronunciar algo tan feo y con tantas connotaciones negativas, se prefiere utilizar un verbo normal de movimiento, como metáfora y eufemismo del acto de muerte: se fue, se marchó, ya no está...

En el estribillo, el yo poético se dirige al puente cordobés mediante el imperativo reduplicado y el vocativo (Dime, dime, puentecito), el cual se alarga mediante una aposición explicativa (Puente de San Rafael) en la que se precisa el nombre concreto de ese puente: no se trata de un puente cualquiera, sino del puente de San Rafael de Córdoba, que tan bien dibujó Julio Romero de Torres en sus cuadros. Es SU puente. El diminutivo (puentecito) se intercala con el sustantivo normal (puente), dando un toque afectivo a algo que fue tan importante para el pintor cordobés.

En las elegías es habitual encontrar reflexiones existenciales, mediante las cuales el yo poético busca responder a ciertos interrogantes sobre la presencia de la muerte en nuestras vidas. La muerte es un hecho tan natural, como enigmático y caprichoso. ¿Por qué nos tenemos que morir con lo bonito que es vivir? ¿Qué pasa al morir? ¿Dónde vamos? En esta copla no solo encontramos lamentos, sino también reflexiones e inquietudes sobre el hecho propio de la muerte, con un imperativo que da un carácter  impaciente al discurso: Dime por qué caminito se lo han llevaíto para no volver. El yo poético tiene ansia de saber cosas sobre la muerte, a dónde vamos, qué pasa después. La anáfora marca la insistencia y desesperación del yo poético: Dime, puentecito…/Dime por qué caminito…

Los diminutivos (caminito, llevaito) dan un toque de suavidad y dulzura a un hecho doloroso y trágico como es la muerte. La negación del infinitivo marca un pensamiento rotundo y verdadero, aunque suene duro: NO volver. La vida es un acto que solo se da una vez. Una vez morimos, ya no hay posibilidad de volver a vivir: nacemos, crecemos y morimos. La metáfora del camino evoca a la poesía manriqueña: abandonamos la senda de la vida para coger la linde de la muerte (Dime por qué caminito se lo han llevaito para no volver...). 

Las marcas de tercera persona del plural configuran una oración impersonal de sujeto indefinido (se lo haN llevaíto…), ya que detrás de la muerte existe mucho misterio. No sabemos la identidad del sujeto, no sabemos quién se lleva a Julio Romero de Torres, no sabemos definir quién es el agente de la muerte. Lo relevante es que se ha muerto, ya no va a volver al mundo de los vivos.

En la segunda parte del estribillo detectamos uno de los tópicos literarios más emblemáticos de la literatura de corte elegíaca: el ubi sunt: “¿Dónde está Julio Romero, dónde está, por qué se fue”? La anáfora (¿Dónde está Julio Romero/ Dónde está…) da rotundidad y fuerza a dicho tópico. No somos nadie. La muerte arrasa con todo. Un día estás aquí y al siguiente has desaparecido para siempre. 

El yo poético se pregunta por el paradero de la persona fallecida, en este caso del pintor cordobés. Todas las personas, por muy poderosas, ricas, famosas y grandes que sean, terminan en el hoyo. Una de las características del mundo terrenal y sensorial (y el ser humano) es su fugacidad: la vida tiene una duración limitada. Todos nosotros tenemos una fecha de caducidad. Ante un hecho tan evidente como el de la muerte, el yo poético intenta hacerse preguntas racionales y concretas: ¿Dónde está toda esa gente tan buena que se ha muerto? La muerte no entiende de ética ni de clase social. 

El yo poético busca en el puente de cordobés una respuesta a ese Ubi Sunt, respuesta que nunca llega: Dímelo, tú, puentecito, puente de San Rafael. 

El tema de la muerte ha generado mucha fascinación y reflexión por parte de todos nosotros, sin llegar a una teoría científica y racional sólida. El pronombre personal de segunda persona de singular (tú) ayuda a personificar el puente, a darle viveza, a convertirlo en un ser con alma. El yo poético dialoga con él como si fuera una persona. Es una manera de homenajear la pintura de Julio Romero: sus paisajes eran vivos, coloridos, motrices, dinámicos. Hay vida en su interior. Por eso, el yo poético trata al puente casi como una persona. No obstante, nunca encontrará respuesta a ese interrogante . El resultado es el vacío, la nada (al fin y al cabo, el puente es un elemento inanimado, por mucho que nos empeñemos en darle vida).  La realidad es la que es y no se puede hacer nada. Todo el mundo vamos a morir algún día.

En la segunda estrofa el yo poético se dirige a otro de los personajes más conocidos de las pinturas de Torres: la bella mujer cordobesa. De nuevo se recurre a un vocativo reduplicado: Cordobesa, cordobesa

En este segmento se plantea la cuestión de "la tercera vida manriqueña”. Me explico. Jorge Manrique hablaba de tres vidas: la vida terrenal (la del mundo sensorial), la espiritual (la del cielo) y una tercera vida, que era la del recuerdo que dejas a los vivos una vez hayas muerto. Todas las personas dejamos nuestra huella en el mundo, en forma de amor y cariño, obras artísticas, acciones solidarias (y otras no tan solidarias jajaja). Aunque hayamos muerto, la gente siempre nos recordará por lo que fuimos e hicimos. Mientras haya gente que nos recuerde, seguiremos vivos. Esa es la tercera vida según Jorge Manrique: el recuerdo de nuestros actos y de nuestros dichos (fama)

Es una manera de buscar consuelo ante el dolor de la pérdida: Julio Romero de Torres ha muerto, pero sus pinturas, sus retratos, sus paisajes siempre quedarán en el recuerdo. Todo el mundo, contemplando esos cuadros, está recordando al afamado pintor cordobés. Aunque su cuerpo no esté, su legado quedará vivo para siempre. Todo el mundo lo recuerda. Por eso, el yo poético invita a la mujer cordobesa a no sentirse triste por la muerte del pintor. Le anima mediante el imperativo a despojarse de todos los elementos de luto y duelo: Cordobesa, cordobesa, quítate ese traje negro y mata en flor tu tristeza...

La mejor manera de hacer feliz a la persona fallecida que quieres, es sentirte pleno contigo mismo: vivir la vida que sigue su curso, disfrutar de las cosas maravillosas del mundo. El mecanismo para matar la tristeza es la flor, que funciona como metáfora de lo bonito, bello y placentero. Es muy doloroso perder a alguien, pero hay que tener vitalidad, disfrutar de las cosas buenas que siguen quedando en el mundo. Eso es lo que la persona fallecida querría de nosotros: vernos felices y contentos. 

Al fin y al cabo, esa persona a la que quieres seguirá viva en tu recuerdo, en tu memoria. No ha muerto del todo. Este pensamiento aparece en muchos plantos, endechas y panegíricos, y es una manera de dar consuelo a los vivos. La consolatio es una de las partes fundamentales de los textos elegíacos.

Por eso, el yo poético insiste en que Julio Romero de Torres sigue vivo en el recuerdo de todos nosotros: Que vive Julio Romero, que duerme que está durmiendo, no llores que lo despiertas. Aunque la persona muerta no vuelve a estar físicamente entre nosotros, su alma queda en la memoria, y no debemos hacer cosas que a ella no le gustaría (estar tristes, llorar...). Podríamos decir que su cuerpo está "descansando en paz”, como en un estado de sueño. Muchas veces, cuando estamos dormidos, nos enteramos de cosas que pasan a nuestro alrededor. Con los muertos pasa algo parecido: aunque no estén, son como ángeles de la guarda que se enteran de todo lo que nos pasa.

El poliptoton proyecta el recuerdo de la persona hacia la eternidad, tanto al presente intemporal (presente de indicativo “duerme”) como al presente actual más inmediato (gerundio “durmiendo”). La persona muerta estará siempre en nuestro recuerdo: ahora (gerundio) y siempre (presente intemporal).

Todo el mundo creado por Julio Romero de Torres está al servicio de su memoria y recuerdo. Todo lo que ha sembrado durante su vida (por ejemplo, el cuadro de la Chiquita Piconera), se convierte en símbolo de su esencia y queda grabado para siempre en la memoria de  la humanidad: Y está velando su sueño, su chiquita piconera...

La chiquita Piconera, Córdoba, la mujer cordobesa, el puente de San Rafael…todo nos evoca al pintor y a su pintura, al artista y su mundo. Toda la gente que lo recuerda está “velando su sueño”, teniendo recuerdos entrañables, dándole amor, dedicándole palabras y cosas bonitas. Aunque la persona muera, el amor hacia ella no tiene que desaparecer. El cuerpo tiene caducidad, pero la memoria y el afecto no.

Métricamente, las estrofas están constituidas por octavillas, es decir, ocho versos de arte menor (octosílabos) que siguen este esquema: 8a 8a 8b 8a 8a 8b 8a 8b. La rima es asonante (piconera-llevas-pena-estrella, sombrero-duelo-Romero).

Los estribillos están formados por la combinación de una quintilla y una copla:

-La quintilla está formada por cinco versos de arte menor (en este caso, octosílabos y hexasílabos) que siguen este esquema: 8a 8b 8a 6a 6b.

-La copla está formado por cuatro versos octosílabos. El segundo rima con el cuarto, y el primero y el tercero quedan libres: 8- 8a 8- 8a.

La rima de los estribillos es consonante (puentecito-caminito-llevaíto) y asonante (Rafael-volver).