jueves, 30 de mayo de 2024

A la fuente (Sal Marina): la dicha de sentir el amor

La canción que vamos a analizar hoy son unas sevillanas que el grupo gaditano Sal Marina popularizó en 1985 en su disco Las sevillanas de Sal Marina. Se titula A la fuente, aunque también se la conoce como Tengo en mi casa un arriate. Se trata de un tema sensual y coqueto donde el yo poético irradia la pasión amorosa hacia la persona que quiere, y se siente afortunado por tenerla a su lado



Que me da flores to el tiempo, que tengo en mi casa un arriate

Tengo en mi casa un arriate
Que me da flores to el tiempo
Tengo en mi casa un arriate
Que me da flores to el tiempo
Que tengo en mi casa un arriate

Tengo en mi casa un arriate
Que por si acaso pasaras
Tenga yo flores pa darte
Que por si acaso pasaras
Que tenga yo flores pa darte

Tenga yo flores pa darte
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Reyes y príncipes tienen, que le sobran los dineros

Que le sobran los dineros
Reyes y príncipes tienen
Que le sobran los dineros
Reyes y príncipes tienen
Y que le sobran los dineros

Que le sobran los dineros
Yo soy más rico que "naide"
Tengo a la prenda que quiero
Yo soy más rico que "naide"
Que tengo a la prenda que quiero

Tengo a la prenda que quiero
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Me tiene esta flamenquita, que con el sentío perdío

Con el sentío perdío
Me tiene esta flamenquita
Con el sentío perdío
Me tiene esta flamenquita
Que con el sentío perdío

Que con el sentío perdío
Que no sé lo me hago
Que no sé lo que me digo
Que no sé lo me hago
Y que no sé lo que me digo

Que no sé lo que me digo
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


Crisoles de los plateros, que van a fundir los metales

Van a fundir los metales
Crisoles de los plateros
Van a fundir los metales
Crisoles de los plateros
Que van a fundir los metales

Van a fundir los metales
Este querer tuyo y mío
No me lo pretenda "naide"
Este querer tuyo y mío
Que no me lo pretenda "naide"

Que no lo pretenda "naide"
Que yo me voy contigo a la fuente
Que pa que tú me laves el pañuelo
Agüita que tú me la dieras
Agüita que yo me la bebo


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El poema bebe de la lírica tradicional castellana. En las canciones amorosas medievales de corte popular, había elementos naturales que estaban cargados de simbología y connotaciones pasionales, casi eróticas. Por ejemplo, era habitual que detrás del ruiseñor se encontrara la figura del amado; o que la amada fuera identificada con una tórtola. Por tanto, el amor de esas aves era una metáfora con la que representar el afecto de la pareja. También era habitual que el amado invitara a la amada a dar un paseo al río o al prado, que en realidad era el pretexto y la excusa para vivir una escena de amor en el campo

Lo de ir a lavar la ropa al río es todo un clásico: el  río era el lugar predilecto para citarse con el amado y tener encuentros con él.

En el estribillo de la sevillana ocurre algo parecido. El yo se ofrece (o mejor dicho, se autoinvita) a acompañar a la amada a un lugar mágico, encantador, que nada tiene que envidiar a la madre Naturaleza: que yo me voy contigo a la fuente que pa que me laves el pañuelo. 

Evidentemente, lo de lavar el pañuelo es solo una excusa para otra cosa más trascendental. Hay mucha sensualidad y picardía con este ofrecimiento. Es una forma sutil de decir “quiero ir contigo a amarte”. En los textos literarios la fuente siempre ha estado cargada de simbolismo: el fluir del agua, el ruido que hace con el surtidor, el color cristalino…Es generadora de belleza visual y sonora. Modernismo en estado puro. Para Antonio Machado, por ejemplo, la fuente es símbolo de la ilusión y el anhelo: el deseo de amar a alguien

La anáfora (que yo me voy…/que pa que tú…) enfatiza las ganas, la impaciencia, las prisas, el deseo del amado por culminar y fraguar su amor

El amor se representa como elemento purificador del espíritu. Aporta vitalidad, satisfacción, existencia grata. Es un bien imprescindible y necesario para la vida, tal como se refleja en la metáfora: Agüita que tú me la dieras, agüita que yo me la bebo. El agua es un elemento fundamental para la vida. Sin agua no estaríamos vivos. El amor, como el agua, es primordial para llevar una vida plena y óptima. Sin amor, no hay vida. De manera natural, la gente busca establecer vínculos afectivos con otras personas.

El paralelismo nos dibuja a un amado ansioso, desesperado, voraz, ávido, con muchas ganas de satisfacer el deseo: Sustantivo tematizado en diminutivo (agüita) + conjunción (que) + sujeto (tú/yo) + complemento indirecto (me) + complemento directo (la) + verbo (dieras/bebo).

Viendo esta escena, y con todos los respetos del mundo, se crea la sensación de que el amado es un pobre pidiendo limosna (de amores), que busca amor, necesita amor y quiere amor de manera urgente y prioritaria. Sin amor no puede vivir. Todo el amor que le den, por poco que sea, es bien recibido. El diminutivo (agüita) crea un efecto compadecedor y victimista hacia la figura masculina para ablandar el corazón del receptor. Al fin y al cabo, todos necesitamos amor, estamos sedientos de cariño. 

La primera sevillana empieza en un tono realista-costumbrista, creando una estampa cotidiana y doméstica: tengo mi casa un arriate que me da flores todo el tiempo. Para los que no lo sepáis, un arriate es una franja de tierra, generalmente alargada y estrecha, situada junto a la pared de un jardín o patio, que se usa para cultivar flores o plantas, a modo de decoración. 

La hipérbole (todo el tiempo) sensualiza el lugar, lo embellece. La pasión del yo se irradia a su entorno cercano. Por eso el arriate da tantas flores: porque el yo está muy enamorado y da color al paisaje. 

Esta escena realista desemboca en el cortejo: que por si acaso pasaras tenga yo flores para darte. El yo poético utiliza el elemento natural (las flores del arriate) al servicio del amor a la dama. Incluso en un estado de duda (el adverbio acaso indica que el hablante no está seguro de que la chica vaya a aparecer) el amado está tan ilusionado por la moza que tiene preparado todo por si se produjera el encuentro. No le falta ni un detalle. Un previsor. 

En la segunda sevillana, el yo poético se considera un privilegiado por disfrutar del amor de la chica. Está feliz y encantado de la vida. No puede pedir más. De ahí la comparación con el escalón más alto de la sociedad: reyes y príncipes tienen que le sobran los dineros, yo soy más rico que nadie que tengo la prenda que quiero. 

El yo se siente afortunado, rico y dichoso. Si hay gente que es feliz en la esfera del materialismo (por tener dinero, vivir bien, con lujos, a todo tren, tirando la casa por la ventana, los mejores restaurantes,  propiedades por doquier, coches…), la voz poética se siente feliz en el plano del espiritualismo (alcanza la plenitud y se siente pletórico amando a esta persona). No necesita riquezas, ni caprichos ni una vida de alto standing. La felicidad consiste en amar, no en tener. 

El verbo tener funciona como intransitivo (no lleva complemento directo). Esto sucede cuando significa “marchar bien”, “poseer fortunas”. Para aquellos que prefieran una existencia basada en lo tangible y lo físico este sería su ideal. No es el caso del protagonista masculino. 

La pluralización de un concepto genérico indefinido (los dineros), y el indefinido vulgar con metátesis (naide), da al texto un halo de espontaneidad y naturalidad. Se nota que esa idea de equiparar la plenitud del corazón (alma) con la material (cuerpo), le ha salido del corazón, lo piensa de verdad, es sincero. Resulta creíble. No lo dice por decir. De verdad él se considera un rico por estar enamorado

Los términos que designan a miembros de clase alta (reyes y príncipes), connotan lujo, poder y elitismo. En definitiva, la culminación de las aspiraciones vitales (prosperidad). El yo poético, en cierta medida, también ha satisfecho sus deseos, pero en el plano del alma. Ha llegado a lo más alto en la esfera de lo sentimental/espiritual, al igual que un rey ha llegado a lo más alto en la esfera de lo social/material. Se trata del concepto de ascenso: ascenso material (en el caso del rico y el poderoso) y ascenso espiritual (en el caso de la voz poética de esta sevillana)

El comparativo de superioridad magnifica e intensifica la cualidad de afortunado y privilegiado por tener al lado a la persona que quiere (yo soy más rico que nadie...). La metáfora de posesión también contribuye a resaltar el logro de alcanzar sus máximas aspiraciones (tengo a la prenda que quiero). La cosificación de la amada (amada=prenda) es una muestra del llamado materialismo espiritualista. 

En la tercera sevillana, podemos ver los efectos del amor en el protagonista: me tiene esa flamenquita con el sentío perdido, que no sé lo que me digo, que no sé lo que me hago. 

Cuando alguien está enamorado pierde la noción de la realidad, del espacio y del tiempo. Está como atontado/aturdido/en una nube (en la inopia). Se pasa el tiempo en su mundo interior pensando en ese ser al que tanto quiere y que ha pasado a ocupar el centro de su vida.

Parece que todo lo demás no importa. El mundo que te rodea es como si desapareciera. No interactúas igual que antes. No percibes las cosas igual. La gente de tu alrededor nota cambios y te dice, "este se ha enamorado" jajajja

Ya lo decían los teóricos de la poesía de cancionero del XV: el amor anula los sentidos. Una persona enamorada está desubicada del mundo, pierde el interés por todo (salvo en la persona que quiere), está tan ensimismado en su realidad interna que no es consciente de la realidad externa. Esto se ve en el paralelismo: adverbio negativo (no) + verbo cognitivo (sé) + oración subordinada de complemento directo (lo que hago/lo que digo). La pasión te sobrepasa de tal forma que te cambia la vida tal y como la conocías, te alteran las sensaciones y percepciones del mundo. De ahí la expresión perder el sentido.

El diminutivo posee un carácter afectivo, elogioso y cariñoso para referirse a la amada (flamenquita)

La última sevillana acaricia el tono de la mística, ya que el amor se asocia a elementos que dan calor, como en el Cantar de los Cantares: Crisoles de los plateros que van a fundir los metales. 

Un crisol es un recipiente hecho de un material resistente al fuego que sirve para fundir el metal en su interior. También se llama así a la cavidad del horno donde se pone y recoge el metal para su fundición. Un platero es una persona que tiene como oficio labrar la plata. Este contexto de altas temperaturas solo puede tener una interpretación: El calor de la fundición del metal equivale al calor de la pasión amorosa

El yo poético considera que ha culminado sus aspiraciones vitales al conquistar a esta persona. Esto se plasma con el demostrativo de cercanía que señala de forma contundente la unión (mediante conjunción copulativa) de la figura femenina (segunda persona) y masculina (primera persona): este querer tuyo y mío. 

En el lenguaje de la mística, es la tercera etapa, la fase unitiva. Los dos amantes se fusionan en un solo ente. Y por supuesto, la unidad es inquebrantable, irrompible, inseparable: No me lo pretenda naide. El yo poético ha alcanzado su felicidad, su autorrealización y nadie lo va a separar de su amada.

Los versos de las sevillanas son octosílabos, y forman coplas: el segundo rima con el cuarto, y el primero y el tercero quedan libres (8- 8a 8- 8a). En los estribillos la rima queda fulminada, y el cómputo silábico se irregulariza.


sábado, 4 de mayo de 2024

La mala costumbre (Pastora Soler): las terribles consecuencias de no "regar" nuestras relaciones personales

En el año 2009 la cantante sevillana Pilar Sánchez Luque (más conocida como Pastora Soler) lanzó al mercado uno de sus trabajos más exitosos: Bendita Locura. ¿Qué os parece si analizamos una canción del disco? En este álbum colaboraron un montón de artistas conocidos como Vanesa Martín, Manuel Carrasco, Alejandro Sanz, David DeMaría e incluso la orquesta filarmónica de Roma.

Os doy una pista. El tema fue compuesto por José Abraham. La letra habla de la dejadez del ser humano en decir te quiero y mostrar el amor a sus seres queridos. El hecho de no valorar lo suficiente el cariño que nos dan los nuestros genera un sentimiento de dolor y arrepentimiento cuando lo perdemos: ¿Por qué no habré dedicado más tiempo a estar con estas personas que tanto me quieren en lugar de perderlo en tonterías y gilipolleces? ¿Por qué no habré disfrutado más del calor y del afecto de los míos, y ahora que no lo tengo me siento tan mal? Ojalá lo hubiera valorado más cuando lo tenía!!!!!!!!

Con esta descripción, muchos habréis identificado la canción: Bienvenidos a La mala costumbre!!!!!!!




Tenemos la mala costumbre de querer a mediasDe no mostrar lo que sentimos a los que están cercaTenemos la mala costumbre de echar en falta lo que amamosSólo cuando lo perdemos es cuando añoramos
Tenemos la mala costumbre de perder el tiempoBuscando tantas metas falsas tantos falsos sueñosTenemos la mala costumbre de no apreciar lo que en verdad importaY sólo entonces te das cuenta de cuántas cosas hay que sobran
Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te diHoy te daría palabras de amor y las caricias que perdíCuanto sentimos cuanto no decimos y a golpes pides salirEscúchame antes que sea tarde antes que el tiempo me aparte de ti
Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te diHoy te daría palabras de amor y las caricias que perdíCuanto sentimos cuanto no decimos y a golpes pides salirEscúchame antes que sea tarde antes que el tiempo me aparte de ti
Tenemos la mala costumbre de buscar excusasPara no desnudar el alma y no asumir las culpasTenemos la mala costumbre de no apreciar lo que en verdad importaY sólo entonces te das cuenta de cuántas cosas hay que sobran
Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te diHoy te daría palabras de amor y las caricias que perdíCuanto sentimos cuanto no decimos y a golpes pides salirEscúchame antes que sea tarde antes que el tiempo me aparte de ti
Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te diHoy te daría palabras de amor y las caricias que perdíCuanto sentimos cuanto no decimos y a golpes pides salirEscúchame antes que sea tarde antes que el tiempo me aparte de ti

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El poema posee una estructura bimembre, es decir, se divide en dos partes, en función de las actitudes e intenciones del yo lírico. 

En las estrofas predomina el análisis psicológico-conductual. La voz poética describe comportamientos propios del ser humano que demuestran falta de implicación, desapego y desinterés por las relaciones humanas: tenemos la mala costumbre de.... (querer a medias/perder el tiempo/no apreciar/añorar cuando lo pierdes...)

En el estribillo predomina el tono lírico y sentimental. La protagonista se da cuenta de sus errores (no haber dedicado tiempo a los suyos), se lamenta de la pérdida del amor y apela al amado para recuperar el afecto de la relación. Observamos a un yo poético roto, desgarrado y arrepentido. 

En los primeros versos detectamos un estilo prosaico, más cercano al lenguaje cotidiano que al literario. La claridad y la concisión están por encima del esteticismo. La modalidad enunciativa afirmativa da un carácter sentencioso al punto de vista del yo poético: tenemos la mala costumbre de querer a medias, de no mostrar lo que sentimientos a lo que están cercas / tenemos la mala costumbre de echar en falta lo que amamos y solo lo perdemos es cuando lo añoramos

La presencia de un adjetivo valorativo antepuesto (mala costumbre) no contrarresta el afán de veracidad y objetividad. El yo poético está hablando de un asunto subjetivo (el alma humana, los sentimientos del hombre y su manera de proceder de acuerdo a ellos) y da una opinión subjetiva (es malo no mostrar el afecto a los demás). Es su perspectiva, su manera de ver las cosas. Algunos estaréis de acuerdo y otros no. 

La subjetividad está presente en el tema. Sin embargo, el poeta busca racionalizar esa materia subjetiva, analizarla como si fuera un objeto científico. Es posible "estudiar" los temas del alma, conocerlos y llegar a hipótesis y conclusiones. Él ve que hay una serie de patrones que se repiten en muchas personas a lo largo de la historia (querer a medias, no mostrar lo que se siente, echar en falta cuando se pierde...).

El presente intemporal (tenemos) expresa una verdad universal: hay una mayoría de gente que no es consciente de lo que tiene (amor de sus seres queridos), no sabe valorarlo y luego cuando lo pierde, se arrepiente de no haber mostrado ese amor y lo pasa mal. La abulia y la desgana afectivas son conductas  inherentes al mundo. Están ahí. Su presencia es indiscutible. 

El yo poético ha conseguido objetivizar un tema subjetivo. Plantea la existencia de una serie de "leyes del alma" que funcionan sin darnos cuenta (dejadez). Transmite rigor en su exposición (da la sensación de que conoce muy bien al ser humano y lo ha estudiado con minuciosidad). Ha puesto en evidencia una serie de conductas típicas del hombre que bajo su punto de vista son nocivas (no dedicar tiempo a la gente que quieres va a hacer que te arrepientas, lo pases mal en el futuro y no lo puedas subsanar). 

Las estructuras en paralelismo dan solidez, firmeza y consistencia a este pensamiento: 

verbo (tenemos/tenemos) + complemento directo (la mala costumbre/la mala costumbre) + complemento del nombre con oración de infinitivo (de querer a medias, de no mostrar lo que sentimos, de echar en falta). 

Los hechos enunciados ocurren en el mundo real exactamente de la misma manera en que plasman en el poema, en el mismo orden y generando los mismos sentimientos y estado de ánimo en las personas que pasan por el trance. Nos da la sensación de que se trata de un error universal que existe desde que el hombre es hombre. 

La primera persona del plural implica la inclusión del yo poético en la problemática (tenemoS). La voz lírica no se limita a criticar las conductas de los demás. Ella misma se mete en el conjunto, reconoce de manera explícita caer en el mismo error de no expresar el amor a los suyos. Esto le da al personaje un punto de humildad y permite que el público empatice. El yo no viene a darnos lecciones de moral desde la óptica de la superioridad. La persona que habla es alguien humano, que comete fallos, no es perfecto y está ahí para ayudarnos a cambiar el chip antes de que sea tarde. Es casi un amigo. 

El objetivo es que el oyente se sienta identificado con lo descrito (yo también quiero a medias, yo también evito mostrar mis sentimientos, yo también echo en falta cuando lo pierdo). Esto permite hacer un ejercicio de autocrítica para remediar las cosas y cambiar el rumbo de los acontecimientos. Una voz soberbia y altanera no conseguiría este efecto. El espectador pasaría de la enseñanza. En cambio, si ve a un personaje que se incluye dentro de la masa, te trata de igual a igual, reconoce fallos y se rompe en el estribillo, lo normal es que el oyente reaccione y diga: esto que se describe es una realidad y se puede remediar. 

Las sustantivaciones circumlóquicas (a los que están cerca...) y las neutralizaciones (lo que amamos...) amplían los referentes de identificación de forma que el espectador se siente aludido y lo puede aplicar a diferentes contextos y situaciones de su vida (su padre, su madre, su amigo de toda la vida, la pareja).

Se produce un contraste entre la falta de plenitud afectiva (a medias) y la proximidad física (cerca). A veces nos acomodamos a la idea de que la accesibilidad (una persona está ahí, vive, la podemos ver en cualquier momento) es suficiente y no necesitamos hacer nada. Damos por hecho el amor sin necesidad de actos o palabras. Esto hace que de manera inconsciente desatendamos afectivamente a nuestros seres queridos, ya que su cariño lo damos por seguro. En nuestro afán por ampliar las relaciones sociales y las pasiones personales en busca del enriquecimiento vital descuidamos nuestras raíces. 

Cuando la biología o las circunstancias nos hacen perder esas bases (esa persona se muere o se cansa de nosotros), surge el duelo por la ausencia y la nostalgia del paraíso perdido: deseamos tener aquello que antes teníamos pero no supimos valorar. La sincronización de eventos y emociones es absoluta tal como se refleja en la sintaxis simétrica: oración temporal (cuando lo perdemos) + verbo copulativo (es) + oración temporal (cuando lo añoramos). 

El sentimiento de fracaso es absoluto. 

-Por un lado, el alma del hombre necesita expandirse, añadir nuevos elementos a su existencia que le permitan enriquecerse espiritualmente: conocer gente, lugares, vivir experiencias, experimentar nuevos sentimientos...Hay un instinto natural en el ser humano que le empuja a matizar y colorear su vida y a tener inquietudes y querer resolverlas. 

-Por desgracia, no somos eternos. El tiempo es limitado. Nos vemos obligador a repartir los minutos y la energía entre diferentes focos vitales (la familia, la casa, el trabajo, los hobbies...). La complejidad de la vida de manera inconsciente nos lleva a descuidar esos aspectos que consideramos seguros y básicos (amor de los nuestros) en pro de lo nuevo y desconocido. No nos conformamos con lo que tenemos. En la búsqueda de ese "algo más" somos capaces de olvidar nuestros logros e hitos anteriores. Se produce una lucha de fuerzas entre lo viejo y lo nuevo, lo asentado y lo anhelado, lo simple y lo complejo. Casi siempre vence el segundo bando

-Lamentablemente, no todas las búsquedas vitales tienen un desenlace feliz (no todo lo nuevo tiene que ser bueno). ¿Qué ocurre si apostamos todo por lo nuevo y luego esto no satisface nuestras expectativas? Ahí se produce el desengaño barroco. Hemos gastado todas nuestras energías en luchar por algo que no nos ha aportado plenitud y a cambio, hemos renunciado a disfrutar del amor de nuestros seres queridos. 

La decepción es doble: tenemos la mala costumbre de perder el tiempo buscando tantas metas falsas, tantos falsos sueños. Tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que de verdad importa y solo entonces te das cuenta de cuántas cosas hay que sobran

El yo poético hace alusión a todo aquello que no aporta nada a nuestras vidas mediante una locución de corte coloquial (perder el tiempo). No tiene sentido centrarse en elementos que no solo no aportan, sino que perjudican y restan en nuestras vidas, dejando de lado cosas beneficiosas (el calor de los nuestros). 

El quiasmo enfatiza estos elementos nocivos y absurdos: tantas [metas falsas], tantos [falsos sueños]: 

A (sustantivo filosófico/psicológico: metas)

B (adjetivo valorativo: falsas)

B (adjetivo valorativo: falsos) 

A (sustantivo filosófico/psicológico: sueños)

El verbo apreciar está relacionado con el sistema de valores del mundo y el verbo importar con el orden y la jerarquía: tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que de verdad importa...

¿Cuál es el error del yo poético y del hombre en general? No tener capacidad de distinguir lo accesorio de lo importante, no dar prioridad a unas cosas sobre otras. No existe una escala de valores. Queremos abarcar todo sin un ápice de reflexión, análisis y autoconocimiento: ¿Esto me va a venir bien? ¿Quiero esto de verdad? ¿Me gusta realmente? ¿Qué repercusiones puede tener esto en mi periplo existencial? ¿Merece la pena luchar y renunciar a otras cosas?

Partimos de la base de que la vida está llena de posibilidades, pero no todas nos apasionan ni aportan lo mismo. Hay que saber elegir y administrar bien el tiempo y eso implica una labor de discriminación, diferenciación, separación y acotación. No todas las cosas tienen la misma relevancia. Debemos aclarar nuestras ideas (qué quiero) y en las posibles encrucijadas vitales (esto o esto) saber con exactitud cuál es la opción por la que me tengo que decantar sin ningún tipo de duda.  

Esta falta de pensamiento crítico e indagación en uno mismo son marcadas por el yo poético al final de las estrofas: tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que de verdad importa. 

Al ser humano le cuesta reconocer sus fallos y carencias tal como se manifiesta al inicio de la segunda parte: tenemos la mala costumbre de buscar excusas, para no desnudar el alma y no asumir las culpas. El orgullo nos lleva a no ver la realidad, ya que no es plato de buen gusto darse cuenta de que no somos perfectos. 

Se produce un contraste entre la sencillez sintáctica de los paralelismos (verbo + complemento directo buscar excusas, desnudar el alma, asumir las culpas...) y la magnificencia de las terribles consecuencias del estribillo (dolor por la pérdida, arrepentimiento, incapacidad de dar la vuelta a algo irreversible...). Con gestos sencillos y aparentemente fáciles se podrían evitar efectos adversos y fatales. 

Nuestro ego nos lleva a cometer una serie de errores que de manera inconsciente nos abocan al desastre. No nos damos cuenta de que el tiempo pasa y con nuestros actos renunciamos al goce del amor de los seres queridos. 

1. Culpar a las circunstancias en lugar de a uno mismo: es que la casa, es que tenía que ayudar a uno del trabajo, es que había quedado con Fulanito, es que tenía que ver el fútbol, es que me duele el codo... En definitiva, buscamos pretextos superficiales para no pasar tiempo con los nuestros o culpar al mundo de no haber disfrutado de ellos cuando los hemos perdido

2. No compartir nuestros sentimientos. El hombre se avergüenza de mostrar sus debilidades y miedos a los demás. Cree que no va a ser entendido por el resto, o simplemente no quiere dar una imagen ñoña o dramática. La intimidad es un tema que genera tabú. La queremos esconder. Pensamos que se trata de "miserias emocionales". Nos da miedo que los demás conozcan los entresijos del alma. Por eso nos cuesta tanto decir te quiero, me he equivocado o estoy mal. 

La personificación de un concepto casi místico (desnudar el alma) expresa la dificultad del ser humano para expresar todo lo que lleva dentro sin ningún tipo de envoltorio o ropaje, o reconocer sus errores. Amar es mostrarse a los demás tal como uno es. No pongamos barreras a nuestros seres queridos 

En el estribillo el yo poético reacciona ante su conducta fría y distante. Se da cuenta de su dejadez con el amado y reconoce sus errores: ha descuidado su relación, no se ha implicado todo lo que podía y no ha sabido corresponder el cariño como la otra parte merece: hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te di. Hoy te daría palabras de amor y las caricias que perdí.

Los paralelismos intensifican el arrepentimiento de la protagonista: adverbio (hoy/hoy) + complemento indirecto (te/te) + verbo (daría) + complemento directo (besos/palabras/caricias) + complemento del nombre (que por rutina no te di/de amor/que perdí). 

Lleva a cabo una especie de acto de constricción en el que deja claro cuáles han sido sus fallos. falta de comunicación física o sensorial (beso/caricia) y verbal (palabras). 

Los verbos de transferencia (di, perdí) indican que la relación entre las dos partes no ha sido equitativa ni recíproca. Al yo poético le ha faltado mimar, cuidar y regar más el sentimiento de amor. 

Las anáforas (hoy te daría/hoy te daría) reflejan un estado de desesperación. Se nota que la protagonista está sufriendo y quiere cuanto antes revertir la situación

El verbo en condicional (daría) crea un mundo ajeno a la realidad que solo existe en la mente de la voz lírica, y que está relacionado con sus deseos más inmediatos y no tanto con la situación real (el amado ya no está presente, se ha ido, ya no forma parte de su vida debido a la falta de interacción emocional). 

La protagonista se ha dado cuenta de que con su conducta desapegada ha perdido algo que daba por seguro. A partir de este momento entra en juego la imaginación y construye un supuesto e hipotético mundo idílico: ¿Cómo me comportaría o actuaría si mi amado estuviera conmigo? Ahora le daría besos, abrazos, caricias, le diría te quiero. 

La realidad es que no hay amado. El deseo es poder rectificar, hacer las cosas de otra manera, empezar de cero, no cometer los mismos errores. En otras palabras: una oportunidad. 

Se produce un contraste entre elementos de la esfera del pasado (no te di) y el presente (daría). Esto nos lleva al tópico literario del buen pasado VS el mal presente. El yo poético desde la deixis de presente (hoy) llega a la conclusión de que tenía todo para ser feliz y no supo valorarlo. Evoca desde la nostalgia un estado anterior mejor, que se contrapone a un presente de ausencia y duelo, el cual genera dolor y pena

El complemento circunstancial de causa (por rutina) alude a la complejidad, el ruido y el ajetreo del día a día. Tenemos tantos problemas, preocupaciones, focos y asuntos que resolver en nuestra vida que nos olvidamos de lo más elemental: el cariño de los nuestros. Y cuando nos damos cuenta ya es tarde. 

Todo esto explica el lamento al final del estribillo: cuanto sentimos cuanto no decimos y a golpes pides salir. El precio de no mostrar el amor y el afecto a los seres queridos es muy alto. La pérdida nos hace reaccionar y darnos cuenta de la cagada. Nos bajan del mundo de la piruleta y de las nubes y decimos: ¿Por qué no habré dicho a mamá/papá/esposo/esposa/amigo/amigo que los quiero?

En este caso, no hay una muerte de por medio. Se supone que el amado se ha cansado, y la protagonista se dirige a él mediante el imperativo (escúchame) con el fin de revertir la situación y arreglarlo. Las oraciones subordinadas temporales indican que la situación es muy complicada y la relación está al filo de perderse para siempre: antes de que sea tarde/antes de que el tiempo me aparte de ti.

La personificación de un concepto abstracto (que el tiempo me aparte) refleja la virulencia y el carácter irreversible de la vida humana. Hay errores que por motivos biológicos no se pueden subsanar y sería terrible llegar a esa situación en que no hay solución. 

Desde un punto de vista métrico, predominan los versos de arte mayor, que favorecen el desarrollo de ideas. Se producen pareados en rima asonante (medias-cerca, tiempo-sueños), de forma que las estrofas poseen el siguiente esquema: AABB. En los estribillos los cuatro versos riman entre si: AAAA