¿Qué tal un poquito de salsa para amenizar esto? Los ritmos latinos y cubanos son ideales para bailar, y más ahora que se acercan los meses de buen tiempo (aunque esta Semana Santa esté pasada por agua). Hoy vamos a analizar una canción de Gloria Estefan del año 1993, perteneciente al álbum Mi tierra, que tanto éxito tuvo. Se titula Ayer.
El mensaje está cargado de buenrollismo: hay que disfrutar de la vida, que es corta, y gozar de los placeres que esta nos proporciona antes de que sea tarde. Ante los problemas amorosos no hay nada mejor que arrinconar el orgullo y aprender a perdonar para recuperar aquello que nos ilusiona, y ser felices
Ayer encontré la flor que tú me diste Imagen del amor que me ofreciste
Aun guarda fiel el aroma, aquel tierno clavel Ayer encontré la flor que tú me diste
Aun guardo aquella carta que me escribiste De un rojo pasional tenia una marca
Tu firma junto al clavel me puso triste
Aun guardo aquella carta que me escribiste
Regresa por favor pues la vida es muy corta Salgamos de la duda y del rencor
Muy bien dice el cantor, lo pasado no importa De todo nuestro orgullo es lo peor
Renovemos la pasión pues la vida es muy corta Llenemos de calor el corazón
Aroma de perdón añora nuestro ser Perfume de ilusión de un nuevo amanecer Frescor de primavera por toda eternidad Aroma de perdón añora nuestro ser
Regresa por favor pues la vida es muy corta Salgamos de la duda y del rencor
Muy bien dice el cantor, lo pasado no importa De todo nuestro orgullo es lo peor
Renovemos la pasión pues la vida es muy corta Llenemos de calor el corazón
Ayer encontré la flor que tú me diste Imagen del amor que me ofreciste
Aun guarda fiel el aroma, aquel tierno clavel Ayer encontré la flor que tú me diste
(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)
Oigan bien sin temor lo que enseña la vida señores No te busques otra herida con el mismo error Oigan bien
(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)
Tiren ya todas las penas y busquen la vida buena Con cariño y armonía como el agua y la arena Qué bueno
Animense, sacudanse Acérquense sin problema familia Ra-ca-ta-ca-ta, cun-cun-pra
Ya los cueros te llaman, te llaman
(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)
(Levántense y gocen que la vida es corta Alégrense por fin que lo demás no importa)
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¿Os acordáis del bolero Dos Gardenias para ti (Antonio Machín) que analizamos hace ya algún tiempo en este mismo blog? La flor en el tema de Gloria Estefan posee exactamente el mismo valor.
-Por un lado, como elemento físico o material, que es un regalo que se le hace a la amada como forma de cortejo y conquista (regalar flores a la persona que quieres es un acto típico cortés).
-Por otro lado, la flor como elemento simbólico o metafórico. La flor representa la propia relación de amor entre los amantes: Ayer encontré la flor que tú me distes, imagen del amor que me ofreciste. Esto es un mecanismo típico de la lírica clásica y renacentista: proyectar el amor sobre un elemento de la Naturaleza.
Los verbos de
transferencia (diste, ofreciste) reflejan la
concepción materialista y posesiva del sentimiento amoroso, el cual pertenece al alma humana y necesita materializarse sí o
sí de una forma concreta, desde el punto A (amado) al punto B (amada). La flor no es más
que un símbolo que permite representar la irradiación de la pasión de una
persona a otra. Algo que es abstracto
e inmaterial (amor), para ser entendido y comprendido, necesita convertirse en algo tangible,
formal, concreto (la flor que pasa de una mano a otra).
El yo utiliza verbos en pretérito perfecto simple (diste, ofreciste). Por lo tanto, se supone que ese amor forma parte de un tiempo anterior, ya no está en el presente. Es un contexto de desamor, ruptura, separación. Aunque una relación pertenezca al pasado, nos podemos encontrar en el presente con elementos o realidades que nos evocan a ese vínculo afectivo anterior, y al contemplarlos o percibirlos, nos hacen recordar muchas cosas, que generan sensaciones, impresiones, sentimientos...En definitiva, no nos dejan indiferente.
Nuestra alma se revuelve cuando vemos “cosas” que nos evocan a esa persona que tanto queríamos. La protagonista se topa con la flor que le dio el amado (encontré). Y eso le genera pensamientos, emociones, análisis, reflexiones…Esa persona todavía sigue siendo importante, aunque no estén juntos. Todavía queda algo de ese amor pasado
A pesar del
paso del tiempo, la flor sigue conservando su olor, que es el elemento que la hace más atractiva y placentera: aún
guarda el aroma aquel tierno clavel. Aplicado a la relación, la amada todavía sigue pensando en el
amado y en todas las cosas positivas que le reportó.
Aunque hayan roto, lo recuerda con mucho
cariño y evoca con nostálgica la felicidad que sintió
con él. Los elementos virtuosos (el olor del clavel) no se pierden del todo. El
amante, igual.
Con el objetivo
de dar variedad al vocabulario y evitar la repetición de la misma palabra todo el
rato, el autor recurre a las relaciones semánticas de inclusión. Por un lado,
hay un término genérico, que indica
el conjunto (flor). Y por otro lado,
un término más concreto y específico
que alude a la clase (clavel).
La voz poética
conserva todos sus recuerdos físicos de la relación con el amado: Aun guardo
aquella carta que me escribiste, de un rojo pasional tenía una marca. Tu firma
junto al clavel me puso triste. Como podéis observar, el léxico está relacionado con elementos que connotan
perduración y conservación (guardo, carta, marca, firma)
El color rojo simboliza la pasión, la intensidad con la que se vivió ese amor. Esas cartas reflejan el sentimiento tan fuerte que se vivió entre los dos miembros de la pareja. Al recordar esos momentos de felicidad y bienestar, la voz poética languidece, decae anímicamente (tu firma junto al clavel me puso triste). Se da cuenta de que ahora no es feliz, de que le falta algo para sentirse realizado.
Cuando el yo contempla desde el presente los restos, los vestigios, los rastros, las marcas, las huellas de una época pasada feliz (las cartas, el clavel, la firma…) siente la necesidad de recuperar al amado. Se vuelve a ilusionar otra vez. De nuevo surge la magia, la chispa, el entusiasmo y las ganas de querer. Entiende cuál es el sentido de su vida.
Al perder una cosa, es cuando te das cuenta de lo importante que era para ti, y la añoras. En el terreno amoroso pasa igual: hasta que esa persona tan especial no se va de tu vida, no valoras su trascendencia. real. Tenías la felicidad en tus narices y no eras consciente. Y solo cuando te das de bruces con los recuerdos del pasado, llegan los lloros y dices: pero qué plenitud tenía con esta persona, qué tonto soy y no merece la pena acabar así por una tontería…ay, el orgullo. Cuánto daño nos hace!!!!!!!!
Está claro que al evocar a esa persona (en este caso, a través de la flor, la firma, la epístola…) todavía sientes un nudo en el estómago, ves que sigues sintiendo algo por ella y te llega la inspiración. Se puede rectificar y cambiar el rumbo de la historia
Por eso, en el estribillo, la voz del poema invita al amado a recuperar la relación, mediante el imperativo (regresa), y el ruego con fórmula de cortesía (por favor).
Se recurre al tópico del carpe diem: hay que aprovechar el tiempo, disfrutar de los placeres de la vida (entre ellos el amor), ya que esta es breve (regresa por favor, pues la vida es muy corta) y cuando nos queramos dar cuenta ya estaremos a punto de irnos al otro barrio. No merece la pena sufrir y pasarlo mal para cuatro días que vamos a vivir. Esto conecta con las teorías hedonistas de la lírica clásica y renacentista. El tiempo avanza, no se detiene (el tópico del tempus fugit) y no merece la pena perder el tiempo con historias para no dormir
Es una lástima que algo tan bonito se vaya a la M por una cuestión de ego. Muchas veces no somos conscientes de las tonterías que tenemos encima. La gente discute, riñe y se le va la boca por cuatro banalidades que tienen solución. De ahí que el yo poético haga una invitación en primera persona del plural a dejarse de pamplinas e idioteces que no merecen la pena: salgamos de la duda y el rencor.
La duda (no estar seguro del amor) y el rencor (la necesidad de devolver las cosas malas que nos hacen) son elementos nocivos, tóxicos, no aportan nada, no sirven para nada, nos hacen perder el tiempo y nos alejan de la persona que queremos. La gente gasta energía vital desconfiando del otro o buscando una ofensa en cualquier detalle nimio. En lugar de disfrutar y ser feliz con esa persona, la vida se consume en estas absurdeces: es que no me ha llamado por teléfono, es que no quiere venirse conmigo a tal sitio, es que saluda mucho a su amiga de la facultad, es que me ha dicho esto cuando yo quería oír lo otro….
Al final, todo esto son pamplinas que lo único que hacen es molestar, quitar espacio a lo importante, chupar las ganas de vivir. Lo que esta canción quiere decir es que debemos dejarnos de tonterías y gozar un poco más de lo que tenemos, que es mucho, en lugar de hacernos pajas mentales y comernos la cabeza por cosas que ni existen. Que luego cuando lo perdemos, andamos con quejas y lloriqueos.
Para dar fuerza a esta tesis (hay que disfrutar de la vida que son cuatro días) el yo poético recurre al argumento de autoridad: muy bien dice el cantor, lo pasado no importa. La valoración subjetiva (muy bien), y el sujeto creativo/transmisor de mensajes universales (cantor) realzan este pensamiento de que hay que centrarse más en el aquí y el ahora, y menos en el ayer.
El pasado es algo que ya ocurrido…¿Para qué darle más vueltas? Lo hecho, hecho está. ¿Para qué gastar fuerzas en algo que ya pasó, que por mucho que digamos ya no va a poder ser de otra forma, en lugar de vivir lo que tenemos encima, que es mucho? Cada segundo que pasa es irrecuperable. Si gastamos el tiempo en discutir cosas absurdas que ya pasaron, no vamos a disfrutar del presente actual, que también se pierde a cada instante que pasa, y no somos conscientes.
El mensaje es claro: hay que dejarse de egos, prepotencias, soberbias, engreimientos, arrogancias, altiveces y vanidades. Todas estas cosas lo único que hacen es amargarnos la vida a nosotros y a todos nuestros seres queridos. Esto se expresa con el superlativo: de todo nuestro orgullo es LO PEOR.
Aunque tengamos razón o creamos tenerla, y la otra parte no la tenga o creamos que no la tiene, no merece la pena poner en riesgo la felicidad. Todos nos podemos equivocar y cometer errores. Llevar la razón, al final, no sirve para nada. Y a veces, merece la pena rebajarse un poquito y ser humilde (como hace la protagonista de la canción pidiendo por favor al amado que vuelva) y por lo menos ser felices. No somos conscientes, pero el egocentrismo y el narcisismo nos hacen mucho daño.
El estribillo se cierra con el yo poético invitando al amado a recuperar lo perdido (renovemos la pasión pues la vida es muy corta). Desde esta perspectiva, vemos que es posible rectificar, cambiar las cosas, darle la vuelta a la vida, todo tiene solución, las segundas oportunidades merecen la pena ya que pueden ser el pasaporte para la plenitud. Todo tiene remedio menos la muerte. Es una lástima que el orgullo, las dudas, o el rencor acaben con algo tan puro y nos conviertan en unos infelices y asqueados.
El amor se identifica con elementos que irradian calor y luz, en la línea del pensamiento místico (Cantar de los Cantares, San Juan…): llenamos de calor el corazón. El yo poético nos invita a vivir el amor, a apasionarnos de la vida y de las personas que merecen la pena. Tener sentimientos bonitos es un placer. Solo por eso merece la pena la existencia.
En la segunda estrofa,
la voz lírica alude a esa necesidad de rectificar y dar el primer paso por parte de
ambos, mediante el posesivo de primera persona del plural: Aroma de perdón
añora nuestro ser.
Las metáforas olorosas dan fuerza a la iniciativa: aroma de perdón, perfume de ilusión. Los amantes se ven invadidos por la necesidad de solucionar el problema, analizar su situación, aclarar las cosas, y empezar de cero. El olor se contagia, lo mismo que la voluntad de retomar la relación. Después de haber sentido la soledad, se han dado cuenta de que se necesitan. La imagen del orto (comienzo del día) representa el inicio de un ciclo, de una etapa, de un periodo (de un nuevo amanecer), con los ánimos renovados, las ilusiones puestas al máximo, como si no hubiera pasado nada. De ahí las imágenes sensuales, idealizadas y naturales (frescor de primavera), y también, hiperbolizadas (para la eternidad)
El yo poético adopta una postura extásica y triunfalista al final del tema para celebrar la reconciliación de la pareja. Se regodea en el placer, la alegría de vivir, la felicidad y la euforia, invitando al receptor a que disfrute de las cosas buenas de la vida. Comparte su vitalismo con la gente, involucrándola en todo momento mediante la segunda persona del plural de cortesía (levántense, goce, alégrense): levántense y gocen que la vida es corta, alégrense por fin que lo demás no importa.
La existencia dura un suspiro. Cuando nos queramos dar cuenta seremos unos viejos. Por eso, hay que disfrutar como si no hubiera un mañana, dando prioridad a los elementos positivos sobre los negativos. Estos últimos quedan repudiados, rebajados y menospreciados. No tienen relevancia en el texto (lo demás no importa)
Además de hacernos bailar y pasar un rato divertido con una melodía tan salsera y tan latina, el autor quiere transmitir una enseñanza a través de la canción, que esta sea útil, interesante, y que la gente aprenda a gestionar su vida de una forma sana. Por lo tanto, el tema esconde una intención didáctica y comunicativa.
El lector reflexiona sobre lo escuchado, capta un mensaje y lo aplica a su vida para mejorar como ser humano. El yo apela al receptor y reclama su atención mediante el imperativo (oigan bien lo que enseña la vida...). La propia existencia queda personificada: nos da lecciones, nos enseña cosas, y nosotros las asimilamos
En el siguiente verso queda materializada la moraleja: no te busques otra herida con el mismo error. Vemos claramente el influjo del empirismo. La experiencia es fuente de conocimiento. Equivocarse no es malo. Gracias a los errores aprendemos a no repetir nuestras malas conductas. Es posible rectificar y cambiar el curso de la vida. Esta segunda oportunidad que se dan los amados sirve para cambiar el chip de los personajes
La herida como metáfora de la adversidad es un clásico de la lírica. Cuando nos caemos, aprendemos a levantarnos, y a resurgir de nuestras cenizas, no repitiendo las cosas que se hicieron mal. Con esto se consigue cambiar el devenir existencial y convertir la amargura en plenitud
Mediante el verbo de hallazgo (busquen la vida buena) y el de despojo (tiren ya todas las penas) el yo anima a hacer una labor de discriminación entre lo positivo y lo negativo. Hay que quedarse con lo primero y desechar lo segundo. La vida es fugaz. No se puede perder en disquisiciones y perturbaciones mentales. Las penas y las miserias no deben afectarnos en exceso. Hay que aceptarlas con naturalidad, tal como defienden los estoicos. Esto se plasma en la comparación: con cariño y armonía como el agua y la arena.
La alegría de vivir de la voz lírica se plasma con exclamaciones (qué bueno), imperativos al disfrute (anímense, sacúdanse, acérquense sin problema), invocaciones al público (familia), el juego sonoro del significante (ra-ca-ta-ca-ta, cun-cun-para) y la personificación (los cueros te llaman).
Los tambores, bongos, timbales y demás instrumentos de percusión tienen una membrana de cuero que se golpea. Este verso onomatopéyico (ra-ca-ta-ca) hace referencia al ritmo creado con el golpe al cuero. El yo invita en una actitud cuasi epicúrea, a disfrutar de un placer tan instintivo como es la música.
Esta canción representa la fórmula horaciana del prodesse et deleitare. El tema es agradable, divertido, te mueves, pasas un buen rato, pero también, aprendes cosas, hay un mensaje, te hace reflexionar, ves plasmada una filosofía de vida y si quieres, puedes animarte a practicarla.
Predomina el verso de arte mayor (de nueve sílabas o más). En las estrofas los versos se agrupan en bloques de cuatro. Riman primero, segundo y cuarto, y el tercero queda libre: AA-A. El estribillo consta de un cuarteto (13A 11B 13A 11B) y dos versos sueltos. En la última sección se alternan pareados (corta-importa, buena-arena) con estrofas libres (señores-error-bien)