domingo, 17 de noviembre de 2024

Así fue (Isabel Pantoja): conflicto entre viejo y nuevo amor con victoria del segundo, sin rencores ni dolores

Si el día anterior analizamos un tema perteneciente al periodo coplero de Isabel Pantoja, hoy indagamos en su etapa más melódica. Esas canciones de los años ochenta y noventa, a medio camino entre copla y balada, nos proporcionan grandes momentos de calidad literaria, a pesar de que el género estuviera en plena decadencia comercial.

Ya sabéis que en este blog hay cabida para todo: desde los antecedentes precopleros y géneros afines (cuplés, fandangos, tangos, tientos...), pasando por la canción popular y la copla clásica de los cuarenta y cincuenta, hasta la copla nueva/actual, con ritmos poperos. 

En 1988, Isabel Pantoja sacaría al mercado uno de sus discos más emblemáticos: Desde Andalucía. Las canciones fueron compuestas por el cantante mexicano Juan Gabriel. Uno de los temas más conocidos es Así fue



Perdona si te hago llorar

Perdona si te hago sufrir

Pero es que no esta en mis manos
Pero es que no esta en mis manos, me he enamorado,
Me he enamorado, me enamore.

Perdona si te causo dolor
Perdona si hoy te digo adiós
Cómo decirle que te amo
Cómo decirle que te amo
Si el me ha preguntado, le he dicho que no,
Le he dicho que no.

Soy honesta con él y contigo
A él lo quiero y a ti te he olvidado
Si Tú quieres seremos amigos
Yo te ayudo a olvidar el pasado.

No te aferres,
Ya no te aferres, a un imposible
Ya no te hagas, ni me hagas mas daño.

Tu bien sabes que no fue mi culpa
Tu te fuiste sin decirme nada
Y a pesar que llore como nunca
Yo seguía de ti enamorada.

Pero te fuiste
Y que regresabas, no me dijiste
Y sin mas nada por qué? No se
Pero fue así, así fue.

Te brinde la mejor de las suertes
Me propuse no hablarte ni verte
Y hoy que has vuelto ya ves, solo hay nada
Ya no puedo ni debo quererte.

Ya no te amo
Me ha enamorado, de un ser divino
De un buen amor
Que me enseñó a olvidar
y a perdonar.

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La protagonista se encuentra en una situación sentimental delicada digna de culebrón de sobremesa. Por un lado, mantuvo una relación amorosa con un hombre. El idilio no llegó a final feliz. Ella estaba muy enamorada y lo pasó mal cuando él decidió dejarlo. Pasado un tiempo, él vuelve a su vida, pero ella ya no está enamorada. Se ha encaprichado de otro hombre, que le ha ayudado a salir del pozo y ver la vida de forma virtuosa. Ahora el que lo pasa mal es el primer amado, ya que no se siente correspondido. Se ha producido un intercambio de roles con el paso del tiempo: primero ella es la víctima, y luego él. 

El personaje femenino se tomó la ruptura de manera serena, sin rencor ni maldad. Ahora lo pasa mal viendo sufrir al exnovio. Ella sabe que queriendo al segundo hombre está haciendo daño al primero y eso le crea remordimientos. Como ser humano que es, se compadece, sufre, lo pasa mal y se identifica con él (ella misma también ha pasado por la situación de estar enamorada y no ser correspondida, y eso es muy duro). 

La muchacha se encuentra una encrucijada tormentosa. Ama al segundo hombre pero tampoco quiere hacer daño al primero, ni por supuesto, hacerse daño a sí misma.

El yo poético se siente un poco culpable de amar al segundo hombre. De ahí el empleo de fórmulas de perdón, que se distribuyen en anáforas y paralelismos a lo largo de los versos: Perdona si te hago llorar/Perdona si te hago sufrir. 

Como veis, estos versos poseen la misma estructura: Fórmula de perdón (perdona) + nexo subordinado sustantivo (si) + pronombre segunda persona afectado (te) + verbo de afectación/perturbación (hago) + infinitivo de estado emocional (llorar/sufrir). 

La chica sabe que cuanto más quiera al segundo amado, peor lo pasará el primero. Esto se traduce en un estado de culpabilidad y cargo de consciencia. De ahí la necesidad de disculparse. El empleo de verbos altisonantes (llorar/sufrir), típicos de la poesía amatoria exaltada intensifican y dramatizan el contexto. El amado lo pasa mal al no verse correspondido.

La protagonista analiza la situación de la manera más objetiva posible, para convencerse a sí misma de que no hace nada malo y quitarse el sentimiento de culpa. Al fin y al cabo, lo único que está haciendo es amar a otra persona que le ayudó a salir de una depresión provocada por la ruptura anterior. En el peor momento de su vida, este hombre estuvo ahí con ella y le ayudó a salir de la pena. Un ser que se porta así de bien, solo puede generar una respuesta en su alma: el amor. Ella quiere al segundo hombre.

Sería absurdo negar el amor hacia este muchacho solo por no hacer daño al primero. La felicidad debe ser lo primero. No debe sentirse culpable de que el otro sufra ahora. Ella está siendo justa y sincera.  

¿Y cómo justifica esa decisión de quedarse con uno y desechar al otro? En primer lugar, con el viejo tópico de que el amor es caprichoso, misterioso, impredecible, arbitrario, no obedece a reglas. El amor no es un sentimiento que pueda controlarse y esté sujeto a reglas científicas y matemáticas. Es todo lo contrario. El amor es incontrolable y caótico. Causa estropicios anímicos sin necesidad de buscar un sujeto/agente/causa que provoque tal terremoto. Mediante la oración adversativa, ella se desliga del fenómeno perturbador: Pero es que no está en mis manos, me he enamorado, me enamoré

Por X circunstancias (ilógicas, no racionales) ella se ha enamorado de otro chico. No puede hacer nada por evitar ese sentimiento de afecto. Las manos de la protagonista funcionan como sinécdoque: se alude a una parte del cuerpo humano (manos), para designar a la totalidad de la persona, y más concretamente a su totalidad espiritual, a su alma, a su pensamiento. Ella no puede hacer nada por desenamorarse. Esos son sus sentimientos y no puede cambiarlos. Así son de caprichosas las cositas del amor . 

El poliptoton, es decir, la presencia de un mismo verbo en dos tiempo verbales afianza la pasión hacia el segundo hombre. El verbo enamorar aparece en pretérito perfecto compuesto (me he enamorado) y en pretérito perfecto simple (me enamoré). Esto significa que el sentimiento de amor alberga el pasado (ya lleva un tiempo queriéndolo), y también repercute en el presente (lo quiere ahora). 

El pretérito perfecto simple indica pasado mientras que el compuesto indica pasado cercano al presente. Por tanto, el amor se extiende durante un amplio periodo que afecta a un pasado más o menos remoto y a un pasado que linda con el presente. Por lo tanto, se trata de un sentimiento estable. La estabilidad es síntoma de veracidad y sinceridad.

Las reflexiones del yo poético se mezclan con fórmulas de perdón en anáfora y paralelismo: Perdona si te causo dolor/Perdona si te digo hoy adiós. De nuevo, observamos la presencia de predicados causativos relacionados con la provocación de sentimientos perturbadores (causar dolor). Aunque sea involuntariamente, la protagonista está convirtiendo al amado en un mártir de amor, como sucedía en la vieja poesía de cancionero.  

La muchacha necesita dejar las cosas claras, sin paños calientes, para evitar confusiones en el amado y dejar que este asimile la realidad. De ahí la necesidad de dar por terminada formalmente la relación (la metáfora del adiós). De esta manera, el amado no se crea falsas ilusiones. Lo pasará mal al principio, pero al final, el tiempo repara todo.

Si en la primera parte del tema, la protagonista atenúa su sentimiento de culpabilidad amparándose en la arbitrariedad e irracionalidad del amor, en la segunda intenta quitarse la culpa, buscando motivos en los fallos o errores del amado: Tu bien sabes que no fue mi culpa, tu te fuiste sin decirme nada. Mediante el adverbio (bien), la protagonista invita al amante a hacer una autocrítica. Él también tuvo parte de culpa, por el hecho de haberla abandonado sin hablar nada.

En este caso, es ella la que se convierte en una mártir de amor: Y a pesar de que lloré como nunca, yo seguía de ti enamorada. El hecho de que el complemento suplemento (de ti) se inserte en medio de la perífrasis verbal, y la fracture en dos segmentos (SEGUÍA…de ti…ENAMORADA), es una manera de representar el caos anímico generado tras la ruptura y el dolor de verse abandonada. Ella se sintió rota, lo pasó mal ante la ausencia de él, ya que el amado era alguien importante y trascendental

Para la protagonista fue un trago duro. Eso le impide hilvanar correctamente las estructuras sintácticas, creando sensación de anacoluto e inteligibilidad: Pero te fuiste, y que regresabas no me dijiste, y sin más nada. 

Mediante la interrogación retórica (¿Por qué…?) intenta buscar alguna razón o motivo que justifique la espantada del amante. Evidentemente, no lo encuentra tal como se manifiesta con la respuesta negativa y el verbo de entendimiento (No sé). Ella no puede entender ni comprender cómo el amante fue capaz de marcharse de esa manera.

El adverbio de modo con función de atributo (Así fue), crea una atmósfera de misterio e irracionalidad en torno a la conducta del amado. 

Así es un adverbio que posee una semántica muy poco precisa y concreta (depende del contexto en que se emite). Las cosas pasan porque tienen que pasar. El amor es así de caprichoso. Muchas veces no hay motivos para explicar algo. La misma arbitrariedad hay en el hecho de que ella se enamore del otro y en que él la abandonara de esa manera. El amor no es racional. No tiene reglas ni principios. No hace falta indagar en el tema y buscar motivos. Lo importante es que las cosas pasan. Las causas y agentes dan igual: No sé, pero fue así. Así fue. 

El título de la canción, además de reflejar lo caótico del amor, posee un valor sintético, ya que resume el contenido del poema, dando contundencia y solidez: esto es lo que hay, así de cruel es la vida. 

Como veis, la actitud de la protagonista pendula entre dos estados opuestos y a la vez auténticos: por un lado pide perdón, pero por otro lado se justifica y da razones para reducir su culpabilidad. 

Esto tiene su lógica. Lo vais a entender con un ejemplo actual. Imaginad que habéis conseguido algo divertido y placentero, que deseabais desde hace mucho tiempo y os acerca a la felicidad (por ejemplo una moto), pero para conseguir eso habéis tenido que pelearos con alguien y ver sufrir a otra persona (por ejemplo, a vuestros padres, que no querían que os compraseis la moto por miedo a un accidente). 

Cuando ocurre esto las cosas buenas no se disfrutan igual. Queda una “manchita” en el alma. Es una felicidad amarga. Por un lado, estamos contentos y queremos disfrutar de lo conseguido (la moto); pero por otro lado no estamos del todo satisfechos, porque para conseguirlo hemos tenido que provocar daño emocional a otras persona, aunque haya sido involuntariamente (en esto caso, nuestros padres).

Desde la esfera de la moralidad la protagonista quiere disculparse, ya que lo pasa mal sabiendo que otra persona está sufriendo (aunque esta no se portara bien en el pasado). Sin embargo, desde la esfera de lo instintivo ella lo único que está haciendo es ser feliz y dejarse llevar por lo que que siente (amor hacia el segundo hombre). Ella analiza fríamente la situación y se da cuenta de que no ha hecho nada malo ni reprochable. Lleva razón en todo. No hay culpables. Los sentimientos son los sentimientos y es contra-natura oponerse a ellos. 

Al yo poético le gustaría hacer las cosas sin dañar a nadie y sin que haya perjudicados. Sin embargo, la realidad no funciona así. Ya lo dice el refrán: para vestir a unos, hay que desnudar a otros. El estado de perfección es imposible de alcanzar. Siempre habrá una parte disconforme e incómoda. La felicidad de ella con el segundo hombre es incompatible con la neutralidad e indiferencia del primer hombre. 

La protagonista también piensa en cómo puede sentirse el amado actual con el regreso del primero. El hecho de que haya vuelto este hombre, podría provocar perturbaciones emocionales e inseguridades en el nuevo amado (celos, miedos, angustia por perder a su amada...). 

El yo poético no quiere dar pie a que su amado actual sufra ante la posible reconciliación de la expareja. Si desde el primer momento ella le dijo que no volverá con el primero, ha de ser coherente y fiel a sus principios, tal como manifiesta con la tautología u obviedad: Cómo decirle que te amo, si él me ha preguntando, le he dicho que no. Si ella lo negó, sería absurdo y traicionero, engañar al segundo amado para volver con el primero. Eso se traduciría en más dolor, aparte de quebrantar el sentido de la ética. No puede portarse mal con su nuevo amado después de lo bien que se ha portado con ella sacándola de ese bache emocional tan grande. 

En este caso, cabeza y corazón pesan en su decisión. Por un lado, le sigue haciendo tilín el primero por mucho que se portara mal con ella en el pasado. El afecto está ahí, no ha muerto, sigue vivo de alguna manera (cómo decirle que te amo...). Sin embargo, moralmente no puede traicionar al segundo por todo lo que le ha aportado, que ha sido mucho y le ha hecho recuperar la ilusión y las ganas de amar. Al final se une el sentimiento con la razón y se decanta por el nuevo amor. 

Para la protagonista, lo más importante es el momento actual, el cual está representado con ese hombre que conoció de manera tardía. La prioridad será siempre el segundo amado (en detrimento del primero, aunque le duela verlo mal). Las reiteraciones oracionales (cómo decirle que te amo, cómo decirle que te amo…le he dicho que no, le he dicho que no) dan solidez a su manera de concebir la vida. Las ideas están claras. Lo pasa mal viendo sufrir al ex (y eso le impide alcanzar la plenitud total), pero a día de hoy ella quiere al segundo, y no está dispuesta a perderlo.

La protagonista piensa que su postura es la más coherente (Soy honesta con él y contigo) pero también la más próxima a su verdad sentimental (A él lo quiero y a ti te he olvidado...). La estructura bimembre (con él Y contigo...), configura una visión humana de la protagonista, la cual a pesar de decantarse por una de las partes (segundo amado), no se olvida de la otra (primer amado). No hay odio, no hay rencor, no hay malas palabras. Al revés…para la mujer es un mal trago decirle que no. Ella lo pasa mal, sufre, empatiza como ser humano. Por culpa del daño causado, no alcanza la plenitud total. Siempre hay algo que le impide ser feliz.

La muchacha sabe meterse en la piel del otro, identifica cómo se siente y analiza los daños causados. El yo poético sabe hacerse querer: vive un conflicto anímico sincero y realista y lo resuelve de una manera coherente, respetando sus sentimientos, pero también los del resto de implicados. Es un personaje muy maduro y adulto, a pesar de que en ocasiones tiende al sobredramatismo culebronero

La sinceridad es un mecanismo para manifestar el amor humano. Las personas que nos quieren son las que nos dicen las cosas más duras, las que no nos gustan, pero nos la dicen por nuestro bien, para que la vida nos vaya mejor. En este caso, la protagonista le dice al primer novio que no quiere mantener una relación con él y sí con el otro, pero no se lo dice por rencor, odio o capricho, sino para que él comience a asimilar la realidad. Decirle lo contrario, sería engañarle y hacerle más daño. Ella quiere a él como ser humano, y por eso es sincera, indicándole de forma explícita cuáles son sus sentimientos, para que no sufra más ni confundirlo. 

El paralelismo resulta duro, diáfano y contundente con el fin de dejar las cosas claras y evitar las falsas ilusiones en el primer amado: A él lo quiero y a ti te he olvidado

Los componentes de la estructura sintáctica están bien delimitados: complemento directo nominal (a él/ a ti) + complemento directo en pronombre átono (lo/te) + verbo (quiero/he olvidado). Los elementos de segunda persona (a ti/te) hacen referencia al primer amado. Los elementos de tercera persona (a él/lo) hacen referencia al segundo amado. El destino de cada amado con respecto a la mujer es distinto. 

Los verbos querer y olvidar constituyen una antítesis en el sentido de que la protagonista formaliza la relación con el segundo amado y no con el primero. No obstante, el verbo olvidar tiene una extensión concreta: no se refiere a dejar de pensar en alguien como persona, sino dejar de pensar en alguien como amado, desde un punto de vista social. Lo normal y políticamente correcto es tener un solo novio. Y ese novio es el amado segundo.

No obstante, la relación humana con el primero sigue con normalidad tal como se plantea en la oración subordinada condicional: Si tú quieres, seremos amigos... La protagonista no quiere que sean amantes/novios/pareja pero sí quiere mantengan una amistad sana. Esta decisión se la deja al amado en la prótasis (Si tú quieres). La muchacha sabe que estar enamorado de una persona y a la vez estar cerca de ella es duro. Por eso, deja que él decida, que haga lo que crea conveniente y sienta en ese momento. No le va a obligar a ser su amigo, si luego él sufre. Ella no va a imponer ni obligar a nada.

Cuando el amor termina, a veces, los miembros de la pareja quedan como amigos y la relación personal sigue fluyendo con normalidad. Otras veces, es imposible seguir con la amistad (bien porque hay odio mutuo, o bien porque uno de los miembros sigue tan enamorado del otro, que sería un calvario estar tan cerca y no poder hacer nada). En esos casos, lo mejor es alejarse del foco de perturbación emocional.

La protagonista está dispuesta a ofrecer lo mejor de sí para ayudar al amado a verse como amigos en lugar de cómo amantes: Yo te ayudo a olvidar el pasado... Por eso, le pide (más bien le ruega) que no se haga ilusiones, ya que las posibilidades de retomar la relación son nulas: No te aferres a un imposible. El adjetivo imposible aparece sustantivado y hace referencia a todas aquellas cosas que nunca se van a materializar en el mundo real.

El requisito para mantener una amistad es que el amado asimile la pérdida, para que así vea a la amada como amiga en vez de como novia. El deseo real del muchacho es retomar la relación. Sin embargo, ese deseo solo sirve para provocar más daño y dolor tanto en el hombre (hacerse falsas ilusiones que nunca se cumplirán) y la mujer (la cual lo pasa mal viendo sufrir al hombre). La amistad con amor no es buena opción, ya que se traduce en daño anímico mutuo. El paralelismo representa la desesperación de la voz lírica, la cual no quiere que haya sufrimiento o dolor (Ya no te aferres…/Ya no te hagas…).

Las perífrasis verbales de obligación también ayudan a ver el hecho amoroso como algo imposible: Ya no puedo ni debo quererte

El adverbio de cantidad (nada) aparece sustantivado y manifiesta que el amor entendido como relación formalizada ya no existe: Y hoy que has vuelto, ya ves, solo hay nada. Donde antes había amor, ahora no lo hay. Esto no quiere decir que no exista cariño, afecto, empatía. Resulta curiosa la colocación de “nada” en la estructura sintáctica. Normalmente, el adverbio nada se coloca en oraciones negativas (no hay nada). En este caso, se ha colocado en una oración afirmativa (solo hay nada). Esto se debe a que tiene valor de sustantivo. Se ha lexicalizado (la nada).

El adverbio temporal pone un límite al sentimiento amoroso (YA no te amo...). Existe una frontera que marca el paso del amor al no amor. En el momento que habla la protagonista (ahora), ese sentimiento de amor ha desaparecido. El paso del tiempo, y conocer al segundo hombre le ha hecho olvidarse del primero 

La muchacha sigue queriendo al primer hombre, no como amante, pero sí como ser humano. El amor se transforma en afecto, cariño, ternura. Aunque él le abandonara en su momento, ella no siente desprecio, odio o rencor. Todo lo contrario. Con la metáfora del brindis, ella le desea lo mejor en la vida: Te brindé la mejor de las suertes. Ella jamás se pondrá a lanzar injurias o maldiciones como hacía la protagonista de Con un pañolito blanco

No obstante, ella reconoce que después de verse abandonada, con el tema de la ruptura aún en caliente, sí sintió algo de "rencorcillo": Me propuse no hablarte ni verte... No obstante, el verbo en pasado (propuse) demuestra que ese rencor ha desaparecido. Solo fue un enfado temporal. No merece la pena ofuscarse y odiar a una persona aunque te haya hecho algo nocivo. La vida no está para sufrir cada vez que tienes delante al elemento perturbador. Cuando algo está reciente, sí es normal calentarse un poco y decir alguna tontería, pero luego, cuando pasa el tiempo y lo analizas desde la distancia, te das cuenta de que no hay que hacer melodramas. La vida sigue con sus cosas buenas y cosas malas.

Entre las cosas buenas está el nuevo hombre que ha conocido, el cual tiene muchas cualidades positivas que le han enamorado. Las virtudes son tan grandes que llevan a elevarlo al nivel de una deidad: Me he enamorado, de un ser divino, de un buen amor. Este recurso se denomina hipérbole sacrílega, y es típico de la poesía de cancionero: comparar a un ser humano con Dios. La muchacha se ha apasionado con este hombre por ser una buena persona. 

Este nuevo amor le ha enseñado a ver la vida de otra manera, a tomarse las cosas de forma estoica: no hay que obsesionarse con lo malo, el mundo está lleno de gente agradable que nos hace feliz, el rencor no sirve para nada y hay que saber guardar en un cajón todo aquello que nos afecta: Me he enamorado de un ser divino, que me enseñó a olvidar y a perdonar

Ella ha asimilado las virtudes de él. Por eso se ve incapaz de odiar al primer amado, a pesar de la faena que le hizo. De ahí la compasión por él y el hecho de que lo pase tan mal, pida perdón y tenga ciertos remordimientos que le impidan conseguir la plenitud. Esto explica la convivencia de elementos serenos y racionales (la madurez de la que antes hablaba) con otros más excesivos y melodramáticos. Es parte de la psicología del personaje.

La métrica es irregular. Combina versos de arte mayor (a él lo quiero y a ti te he olvidado) con versos de arte menor (cómo decirle que te amo). Se alterna la rima libre (llorar-sufrir, aferres-imposible) con casos de asonancia (dolor-adiós, fuiste-dijiste-sé-fue, suertes-verte).

No obstante, hay dos estrofas que sí son regulares: Soy honesta con él y contigo....y Tú bien sabes que no fue mi culpa…. Son serventesios (10A 10B 10A 10B): cuatro versos de arte mayor que riman primero con tercero y segundo con cuarto.


viernes, 25 de octubre de 2024

Aquella Carmen (Isabel Pantoja): elegía a la muerte de la mítica bailaora Carmen Amaya

La trayectoria artística de la cantante sevillana Isabel Pantoja podría resumirse en dos grandes periodos:

-Un primer ciclo, que abarca desde sus primeros éxitos en los años sesenta hasta 1983. En esta época, la tonadillera cultivó el género de la copla en su sentido más clásico, gracias a las composiciones del maestro Solano y el poeta Rafael de León. 

Aunque la canción andaluza atravesaba un momento delicado (ya os he hablado de la decadencia de la copla en el tardofranquismo en pro del pop-rock), estos años nos dejaron temas muy conocidos como El señorito, Garlochí, Ay Torremolinos o Ahora me ha tocado a mí

-Una segunda etapa, que abarca desde 1983, hasta la actualidad, en la que cultiva la copla en su sentido más moderno, una copla evolucionada hacia los cauces rítmicos y literarios de la balada y la canción romántica. 

Esta "copla nueva” resultó más vendible y atractiva para el gran público, ya que aúna la intensidad y la calidad literaria de los temas clásicos, con ritmos más modernos, y un contexto dramático actualizado a los nuevos tiempos. De ahí, que temas como Marinero de luces o Se me enamora el alma cosecharan enormes éxitos.

No obstante, durante esta etapa de modernidad, Isabel nunca se olvidó de versionar en sus conciertos y giras los grandes clásicos de los cuarenta y cincuenta (Trece de Mayo, Amante de abril y mayo, Como a nadie te he querido, Te he de querer mientras viva, Ojos verdes…). 

La canción que comentamos hoy podría definirse como el último gran tema del periodo coplero de la Pantoja. Data de 1981. Solo faltan dos años para que se produzca el giro hacia la balada. La canción se concibe como un gran homenaje a la célebre bailaora y cantaora de flamenco Carmen Amaya, que había fallecido en 1963. Su temprana muerte a los 45 años, debido a una enfermedad renal, conmocionó al país, especialmente al mundo del flamenco. 

Hoy analizamos Aquella Carmen, una copla de carácter elegíaco, donde el poeta llora y se lamenta por el fallecimiento de la afamada artista catalana.



Cuando Carmen
Cuando Carmen quedo quieta, a las claritas del alba
Y se hizo mármol su cuerpo, moreno de pura raza.
Barcelona,
Barcelona dando gritos, mando doblar sus campanas
Y se quedo sin aliento el Compás de la sardana.
Y en aquel momento mismo…se apagó el son de la zambra

Carmen gitana nacida de un sarmiento y de un coral.
Carmen era tu bata extendida, la cola de un pavo real.
Cuando pasaste la raya y tu llama se apago
Ya no canto la zumaya, ni la guitarra tembló,
Carmen, carmen, carmen…carmen!
Se murió Carmen Amaya, y España entera lloro.

En Sevilla, En Sevilla los espejos, con su cristal de agua verde,
En los tablaos comentaban: Por que esa Carmen no vuelve?
La Malena, La Malena hablaba sola La Nina rompió sus peines
Y Juana la Macarrona encendió un velón de aceite.
La Giralda esta sin brazos y la Alhambra, sin cipreses.

Carmen! Gitana moruna de alfajores y de hollín.
Carmen! Era tu bata, una luna de nardo de Albaicín.
Cuando pasaste la raya y tu llama se apago
Ya no canto la Zumaya, ni la guitarra tembló.
Carmen, Carmen, Carmen… Carmen!
Se murió Carmen Amaya, y España entera lloro.

Del Somorrostro a la playa, ya su estrella se apago
Se derrumbo su muralla, como la de Jericó…
Carmen, Carmen, Carmen…Carmen!
Se murió Carmen Amaya, y el mundo entero lloro.

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Para describir el acto de muerte, el poeta recurre imágenes que transmiten sensación de quietud, falta de movimiento y estatismo (Cuando Carmen quedó quieta...) así como elementos inertes y abióticos que denotan frialdad (Se hizo mármol su cuerpo...).

La falta de vida, (cadáver) implica que la sangre deje de correr por el cuerpo y no alimente al resto de órganos. Por tanto, la persona muerta deja de moverse, deja de pensar, deja de ser, deja de existir (se queda quieta, ya no es nadie, su cerebro se ha desconectado...). La temperatura corporal baja. De ahí la alusión a elementos metálicos (mármol). Los cadáveres son fríos (como la textura del metal). 

Muchos autores del 27 como Lorca, Cernuda o Alberti convirtieron los metales en símbolos fúnebres: la frialdad del metal VS la frialdad del cadáver. De hecho, el mármol se utiliza como material principal de muchas lápidas y monumentos mortuorios. 

Para reflejar la agonía y la angustia del momento final se recrea un tópico arraigado en la literatura mortuoria: que el óbito se produzca justo antes del amanecer: A las claritas del alba. Muchas muertes literarias y míticas culminan después de una larga noche de sufrimiento. Con la llegada del Sol, los dolores terminan y la persona descansa en paz. 

El amanecer representa el fin de las largas penas de la noche y la llegada de la paz y la tranquilidad espiritual del día. Dejar de vivir implica también dejar de padecer (y más, tratándose de una enfermedad como ocurrió con Carmen Amaya). Por eso, las muertes al amanecer tienen una lectura simbólica. El nuevo día implica una nueva concepción de las cosas: fin del dolor, fin del sufrimiento. Por eso, el diminutivo (claritas) da un carácter afectivo y dulce a este momento tan delicado

Las expresiones “quedar quieta” y “se hizo mármol se cuerpo” constituyen eufemismos de la palabra "muerte", la cual posee connotaciones negativas desde un punto de vista social y cultural. A mucha gente le cuesta escuchar y pronunciar este vocablo. Se nos pone los pelos de punta solo de pensarlo. Es muy duro asimilar la idea de desaparecer de la vida del otro para siempre. 

El poeta evita la palabra maldita (muerte). Recurre al circumloquio para aludir al momento mismo del fallecimiento (quedó quieta, se hizo mármol...). Cuando una idea nos perturba, la expresamos dando un rodeo (perífrasis) aunque eso implique aumentar el número de palabras del discurso y no ser directo. En este caso se han necesitado dos versos completos y una veintena de vocablos para comunicar la muerte de Carmen Amaya. A la voz poética le duele anunciar esta noticia. Con el fin de amortiguar el daño al espectador, se maquilla el lenguaje con metáforas y símbolos (mármol=cadáver) dando esteticismo a un contexto que es feo y macabro. 

La muerte de la cantaora ha conmocionado a Barcelona, ciudad natal de la protagonista: Barcelona, dando gritos, mandó doblar sus campanas

En estos versos, Barcelona aparece personificada y metonimificada

-Hay personificación porque a una ciudad (entidad inanimada) se le atribuyen cualidades propias de seres humanos (dar gritos, ordenar tocar campanas).

-Hay metonimia, ya que se alude a la urbe, en lugar de a los habitantes de esa urbe. Los que gritan y los que tocan campanas no es la ciudad como entidad física, sino la gente que vive en esa ciudad, sus vecinos, sus residentes

El grito representa el dolor, la queja y el lamento por la muerte de alguien. La reacción habitual después de conocer una trágica noticia es el lloro (lo que hace la ciudad de Barcelona en este poema). 

Esta imagen recuerda a las plañideras de la antigua Grecia, que eran mujeres que acudían a los entierros a dar gritos, llorar y chillar. El sonido de las campanas es un elemento sensorial fúnebre (cuando muere alguien, lo normal es que en su ceremonia suenen las campanas de la iglesia).

Además, en la copla se alude a un elemento de la cultura folclórica y popular catalana como es la sardana: Y se quedó sin aliento el compás de la sardana

La sardana es una danza típica de Cataluña, en la que un grupo de personas bailan formando un círculo. Una elegía no solo es un poema de lamento, sino también homenaje a la persona fallecida. Una manera de homenajear a Carmen Amaya es exaltar aquellos elementos que están relacionados con los intereses, gustos, aficiones, hitos culturales y sociales de la bailaora. Si Carmen Amaya era catalana, una manera bonita de elevarla a los altares es citar elementos de la cultura catalana (sardana).

Otro ejemplo: Carmen Amaya era gitana. Una forma de "endiosarla" es hacer referencias a la etnia calé. De ahí la presencia de aposiciones explicativas, que hacen alusión al cuerpo moreno de las personas de esa raza: Y se hizo mármol su cuerpo, MORENO DE PURA RAZA. Los gitanos tienen la piel morena

Un tercer ejemplo: Carmen Amaya cantaba flamenco. ¿Qué mejor manera de homenajearla que hacer alusión a diferentes danzas andaluzas: Se apagó el son de la zambra. La zambra es un baile gitano de Granada y Almería, semejante a la danza del vientre. Debido a su sensualidad, fue prohibido durante la dictadura de Franco. Se bailaba en ceremonias nupciales, sin zapatos, con castañuelas, blusa anudada bajo el busto y falda larga. Carmen era una maestra en bailar zambras. De ahí la alusión a este baile

La danza de la sardana aparece personificada: Y se quedó sin aliento el compás de la sardana. Se trata de un mecanismo de hiperbolización del dolor: se ha llorado tanto, se ha expresado tanta pena y tanto sufrimiento que ya no queda nada dentro. Los catalanes se han vaciado en cuerpo y alma. Han gastado toda su energía en llorar por el duelo. Es una forma de magnificar el dolor por la muerte de la cantaora. 

Los elementos musicales "sufren" por la pérdida de Carmen Amaya y se ven afectados: Se quedó sin aliento el compás de la sardana, Se apagó el son de la zambra. Carmen era una de las grandes bailando zambra. Dio prestigio y calidad al género. Por eso, con su muerte, la zambra perdió “chispa”, dijo adiós a una de sus representantes más importantes. 

Estamos ante un tópico de los contextos fúnebres y culturales: cada vez que muere un deportista, actor o escritor, el mundo del deporte, el cine o las letras está de luto, ya que hemos perdido a alguien que es importante y prestigioso en estos ámbitos. De esta forma, la elegía recibe elementos del panegírico. La pérdida de Amaya (En aquel momento mismo...) marca un antes y un después en la historia de España e incluso de la humanidad. 

La copla "endiosa" a Carmen porque es la que se ha ido. Esto no quiere decir que sea la única que baila bien las zambras. Los textos elegíacos crean la falsa sensación de que la persona fallecida es la mejor de su ámbito y no hay nadie que la supere. Siempre se van los mejores. No obstante, el género está lleno de dignos representantes (por ejemplo, La Chunga, Pilar López Júlvez). Lo que pasa es que este poema está para despedir a la Amaya con todos los honores y en el ceremonial de despedida va incluido la elevación por encima de todos los demás de su misma clase. Es la esencia de la elegía. 

El tono solemne y elevado del poema se consigue gracias a la presencia de periodos sintácticos largos. Los seis primeros versos constituyen una sola oración con un montón de complementos y subordinadas: Cuando Carmen quedó quieta a las claritas del alba y se hizo mármol su cuerpo, moreno de pura raza, Barcelona dando gritos mandó doblar sus campanas y se quedó sin aliento el compás de la sardana

Si hacemos el análisis sintáctico observamos que en la oración hay dos verbos principales, unidos por coordinación copulativa: Barcelona […] MANDÓ….y el compás de la sardana SE QUEDÓ sin aliento

El resto de elementos son subordinados: A la primera copulativa se le unen dos subordinadas de tiempo unidas por coordinación (Cuando Carmen quedó quieta…y [cuando] se hizo mármol su cuerpo) y una oración subordinada modal (dando gritos…). La segunda copulativa no tiene elementos subordinados. 

A una estructura sencilla (dos oraciones copulativas) se le añaden un montón de complementos, que alargan la oración hasta seis versos y obligan al receptor a hacer un ejercicio de memoria para procesar toda la información. Cuando terminas el sexto verso es difícil acordarse de lo que se dijo en el primero de forma que el oyente tendrá dificultades para recordar si no está concentrado. 

Esto da solemnidad y recogimiento al acto dramático ya que obliga al cantante a ir despacio, para que el receptor pueda procesar toda la estructura sintáctica. Una canción como esta requiere delicadeza. No se puede cantar con agresividad y rapidez. 

La sintaxis también contribuye a reflejar un estado de dolor. La inestabilidad emocional del yo poético se ve en la cantidad de repeticiones sintagmáticas: empieza el sintagma y cuando está a la mitad vuelve a empezar, repitiendo todo, para terminarlo de manera ortodoxa: Cuando Carmen….Cuando Carmen quedó quieta…. Barcelona…Barcelona, dando gritos…. Es como si la voz lírica tuviera un nudo en la garganta y le costara hablar. Se crea, en definitiva, un estado de afectación.

En el estribillo el yo poético se dirige a la protagonista mediante vocativos y elogios que sitúan a la bailaora en la esfera de lo divino, a la vez que vertebra la anáfora para realizar el homenaje: Carmen, gitana nacida de un sarmiento y de un coral/ Carmen era tu bata extendida la cola de un pavo real

En estos versos, encontramos rasgos que evocan a la literatura épica y heroica de corte clásico. En las epopeyas se habla de los orígenes y genealogía de caballeros y nobles que realizan gestas heroicas. Los héroes poseen un origen extraordinario, sea divino o natural, ligado a historias míticas y sobrenaturales. Los padres de estos héroes no son unos padres cualquiera: son dioses de fuerzas sobrehumanas o seres de linaje famoso. Esto es lo que la pasa a Carmen Amaya, de la que se dice que es hija de dos elementos naturales de gran belleza y exquisitez: un sarmiento y un coral. 

El sarmiento es la rama de la vid, de donde brotan las hojas y los racimos. Los corales son seres coloniales marinos, con unas peculiaridades físicas y estéticas que no dejan indiferente a nadie. El hecho de atribuir un origen natural a Carmen Amaya es una manera de equipararla a una heroína o a una diosa. Solo los dioses tienen esos orígenes tan poco convencionales 

La longitud y belleza de la bata de cola se representa con la metáfora de la cola del pavo: Carmen, era un bata extendida la cola de un pavo real. Normalmente, la gente poderosa y elevada suele llevar trajes largos y ostentosos. Los trajes largos representan poder, belleza, solemnidad (pensad en las novias). 

Al final del estribillo, el yo poético a utiliza rodeos eufemísticos para dirigirse al momento de la muerte, pero esta vez utilizando un lenguaje típicamente místico: Cuando pasaste la raya y tu llama se apagó, ya no cantó la zumaya ni la guitarra tembló

En los autores místicos, el fuego y la luz son elementos que simbolizan el amor divino, pero también la vida. El apagado del fuego supone el fin de la vida, y la llegada de la oscuridad (muerte). Es el fin de nuestro recurrido en el mundo terrenal. 

La concepción y dualidad vida-muerte se plasma con la metáfora de la raya. La muerte es un logro irreversible. Una vez se abandona la vida y llega la muerte (se pasa de la raya), alcanzamos el punto de no retorno. Ya no puedes volver a la vida. La vida es un proceso que solo se da una vez en cada persona: naces, te desarrollas y muertes. No hay marcha atrás. Solo se vive una vez (como dirían las Azúcar Moreno). Carmen Amaya ha abandonado la esfera de la vida, para asentarse definitivamente en la esfera de la muerte. Ha cruzado la raya que separa ambos estadios. 

La muerte de Carmen Amaya causa perturbación y conmoción a las diferentes realidades del mundo: Ya no cantó la zumaya, ni la guitarra tembló. La zumaya es un ave parecida a la garza, de plumaje gris, con un pico largo y grueso y un penacho de tres plumas blancas en la cabeza. Suele vivir en ríos y lagos y se caracteriza por emitir graznidos. La muerte de la cantaora, conmociona tanto a estas aves, que dejan de cantar. Lo mismo pasa con la guitarra: la pena es tan grande que deja de sonar. 

Se le atribuyen cualidades humanas (apenarse, verse afectados por la muerte de alguien) a entidades que no son seres humanos. Esto queda remarcado con la estructura cruzada (quiasmo): verbo (cantó) + sujeto (la zumaya)/ sujeto (la guitarra) + verbo (tembló)

El yo poético también se une al llanto colectivo causado por la muerte de Carmen, tal como manifiestan las continuas e insistentes apelaciones a la bailaora separadas por pausas breves (comas). La entonación exclamativa da intensidad a la escena y transmite sensación de angustia, lloro y conmoción: ¡Carmen, Carmen, Carmen, Carmen!

Hasta el final de la primera parte, el yo poético no pronuncia la palabra maldita: Se MURIÓ Carmen Amaya, y España entera lloró. Hasta ahora, solo han sido rodeos (se hizo mármol su cuerpo, tu llama se apagó, cruzaste la raya, tu cuerpo se quedó quieto). El hecho de pronunciar la palabra tabú crea un final contundente, rotundo y crudo, ya que se desvela la verdadera realidad, sin artificios. 

De nuevo, una entidad geográfica (España) está personificada, metonimizada e hiperbolizada. Los que llevan a cabo la acción de llorar son los españoles (y no la piel de toro). Se hace alusión al país por los habitantes de ese país (metonimia). A una idea abstracta (España) se le atribuye una cualidad humana (llorar). De ahí la personificación. Y por supuesto, el adjetivo cuantitativo (España ENTERA) da un toque hiperbólico al poema.

Es evidente que la muerte de Carmen Amaya conmocionó a mucha gente y provocó pena y dolor. Era una mujer relativamente joven, además de una de las artistas más conocidas del momento. Sin embargo no creemos que el 100% de españoles derramaran lágrimas, pararan sus vidas y se vieran afectados. No todo el mundo admiraría a la bailaora catalana. En el mundo del arte no se aspira a satisfacer a un pleno de población. A la gente que no le gustara el flamenco seguramente la noticia no la sentirían tanto. 

Pensemos que las muertes que más afectan son la de los seres queridos. Muchos españoles lo sentirían, empatizarían (como seres humanos que somos nos identificamos con el contexto y no es agradable ver cómo alguien enferma y muere). Sin embargo, tampoco trastocaría sus vidas, ya que no tenían relación diaria e íntima con Carmen. El afecto no pasa de una relación fan-artista.  

Estas hipérboles son típicas de elegías y panegíricos: todo el mundo quiere al fallecido, el fallecido es un Dios, es muy bueno, era muy buena persona, qué pena más grande. El hecho de que todo el mundo llore, sin excepción, forma parte de la esencia de la elegía.

El dolor por la muerte de Carmen no solo se vivió en su lugar de nacimiento (Barcelona), sino también en Andalucía que fue donde trabajó y bailó. En la ciudad de Sevilla, su fallecimiento causó muchísima conmoción, tal como refleja la metáfora: En Sevilla, los espejos, con su cristal de agua verde. El color brillante de los espejos está relacionado con el color brillante de los ojos llorosos cuando brotan las lágrimas: todo el mundo llora la ausencia de Carmen.

La interrogación retórica refleja la angustia existencial de la gente, la cual no para de hacerse preguntas que no tienen respuesta ante el fenómeno de la muerte: En los tablaos comentaban…¿Por qué esa Carmen no vuelve? 

El concepto de muerte está envuelto en una halo de misterio. Genera inquietudes en el ser humano, que intenta dar una visión racional a la problemática de por qué existe la muerte y por qué la vida tiene una duración limitada. La concepción se plantea desde el absurdo y lo ilógico. ¿Por qué tenemos que morir? ¿No estaría bien que existiera una vida sin muerte? Las interrogaciones retóricas representan ese fluir de disquisiciones mentales típicas de la literatura elegiaca 

El fallecimiento de Carmen Amaya también causa conmoción a sus compañeras de profesión. De ahí que el poema haga alusión a cantaoras famosas de la época como Magdalena Seda Loreto (La Malena), Pastora Pavón (la niña de los Peines) o Juana Vargas (La Macarrona). Todas ellas lloran la muerte de la protagonista: La Malena hablaba sola, La Niña rompió sus peines y Juana La Macarrona encendió un velón de aceite

La imagen de la Niña (Pastora Pavón) rompiendo los peines evoca a las plañideras de la Grecia Clásica: el dolor por la muerte de alguien es tan grande que tienes que desahogarte de una manera física (en este caso, destrozando algo). Este gesto contrasta con el de Juana la Macarrona, cuyo dolor se proyecta en un ambiente de silencio, recogimiento e intimismo (encender una vela y rezar). El hecho de que la Malena hable sola es una manera de reflejar la capacidad que tiene la muerte de “trastornar” a los vivos.

El dolor también repercute en los monumentos de Andalucía, que son descritos de forma degradada, en señal de luto: La Giralda está sin brazos y la Alhambra sin cipreses. 

Con la muerte de la bailaora catalana se han perdido muchas cosas vinculadas a ella. La ausencia de los brazos supone la carencia de algo vital, importante e irremplazable. El mundo pierde un poquito de su esencia. Si a la Giralda, le quitamos los brazos de su crucero, el edificio cambiaría totalmente. Quedaría desolado y deforme. Le han quitado su sello de identidad. Con el fallecimiento de Carmen el mundo ha perdido un elemento imprescindible y se nota la ausencia. 

La falta de vegetación en la Alhambra es una imagen efectiva para reflejar la tristeza, la falta de vida, la sensación de vacío que queda tras la muerte de alguien. Es un paisaje triste, desolado. No hay ganas de poner color al entorno. No hay alegría, no hay sensualidad. Todo está apagado.

El paralelismo remarca la sensación mortuoria: Sujeto (La Giralda) + verbo (está) + atributo (sin brazos)/ Sujeto (La Alhambra) + verbo elidido ([está]) + atributo (sin cipreses).

En el segundo estribillo encontramos vocativos y vítores por parte del yo poético a la homenajeada, que se distribuyen en anáforas: Carmen, gitana moruna de alfajores y de hollín/ Carmen, era tu bata una luna de nardo de Albaicín

Las metáforas resaltan la piel morena de la bailaora. Se recurre a elementos de color negro y marrón. El alfajor es un dulce navideño típico de Andalucía, hecho con pasta de almendras, nueces y miel, similar al mazapán. El hollín es un tipo de polvo craso y negro, que el humo deposita en la superficie de los cuerpos a los que alcanza. Tanto el hollín como los alfajores son de color oscuro, como la piel calé. 

De nuevo, la bata de cola es engrandecida con una metáfora sensual: era tu bata una luna de nardo de Albaicín. El nardo es una flor de aspecto alargado, como el vestido de Carmen Amaya. El Albaicín es un barrio de Granada famoso por sus cuevas en las que se hacen espectáculos de flamenco. La imagen astral (luna) representa la grandeza de la flor, y por ende, la grandeza de la bata de cola y de Carmen

En los últimos versos la acción vuelve a Barcelona. Mediante los complementos circunstanciales de lugar, el yo poético nos muestra cómo la noticia de la muerte (y el dolor consiguiente) se extiende por los por los diferentes distritos de la ciudad condal: Del Somorrostro a la playa, ya su estrella se apagó. 

El Somorrostro fue un barrio de barracas, situado en los actuales distritos de San Martín y Ciutat Vella. Era un barrio de chabolistas, gitanos y pescadores, en el que se cultivó el flamenco. Ahí nació Carmen

De nuevo, se recurre al lenguaje de la mística. La estrella es un elemento que da luz, la cual simboliza la vida. El apagado de la estrella representa el fin de la vida. Las estrellas son elementos visibles desde muchos puntos de la Tierra. Por tanto, la fama de Carmen Amaya era muy amplia: muchísima gente la conocía. 

La muralla derribada funciona como metáfora de la muerte de alguien a quien consideramos intocable y poderosa: Se derrumbó su muralla como la de Jericó. El yo poético añade a la canción pinceladas de cultura popular, haciendo una referencia a la conocida ciudad bíblica Palestina, famosa por sus murallas al lado del río Jordán. Lo que en su día fue una majestuosa ciudad (con sus murallas, sus torres), hoy son restos arqueológicos, ruinas.

Carmen era una cantaora famosa e importante. Todo el mundo la quería. Se convirtió en una figura de renombre en el mundo del flamenco. Ganó mucho dinero. Hizo muchas giras. Cosechó un enorme éxito en España y parte del extranjero. La gente anónima a nivel de calle endiosa a los personajes famosos. Creemos que son inmortales y están tocados con una varita mágica. Parece que son eternos y siempre les pasan cosas buenas (están protegidas por una muralla como la de Jericó).

Sin embargo, la muerte no hace distinciones. Carmen Amaya fue conocida, famosa, admirada, querida. Estaba siempre en la cumbre. Sin embargo, como todo hijo de vecino, ha muerto. Por muy arriba que estuviera, una enfermedad renal se la llevó por delante. No por ser famosa vas a librarte de la muerte. 

Ya lo dijo Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre: existen clases sociales pero si hay algo igualatorio es la muerte: ricos, pobres, negros, blancos, gitanos, payos, españoles, extranjeros, hombres, mujeres…todos, tarde o temprano, vamos a morir. Aquí no existen torres de marfil ni privilegios. Por muy poderoso que seas, por muy fuerte que sea la muralla, esta terminará derrumbándose.

Se detecta una gradación entre el final de la primera parte y los últimos versos de la estrofa de cierre: Se murió Carmen Amaya, y España entera llora (primera parte) / Se murió Carmen Amaya y el mundo entero llora (parte final). 

En la primera estrofa el dolor se aplica a un conjunto más o menos acotado (país de España). Al término de la canción, el dolor se extiende a la totalidad de la realidad (mundo entero). La fama de la bailaora catalana es universal. 

De nuevo, el adjetivo cuantitativo (entero) crea una hipérbole, con el objetivo de homenajear en grado máximo a la protagonista 

Casi todos los versos son de arte mayor. Están formados por 16 sílabas divididos en dos hemistiquios de 8 sílabas, separados por una cesura (Cuando carmen quedó quieta/// a las claritas del alba). Se producen ligeras asonancias entre versos de una misma estrofa (alba-raza-campana-sardana-zambra, coral-real, apagó-tembló-lloró, verde-vuelve-peine-cipreses-aceite, hollín-Albaicín).

miércoles, 16 de octubre de 2024

Que murmuren (Dolores Durán): indiferencia ante chismes y cotilleos

La canción de esta tarde podría definirse como una mezcla de copla, ranchera y bolero que el violinista y compositor mexicano Rubén Fuentes escribió en el año 1959 en los comienzos artísticos de Marco Antonio Muñiz, en su etapa como solista. Después lo versionarían intérpretes de la talla de Pedro Infante, Dolores Durán o Ismael Rivera. Este tema tan mexicano en su melodía y tan coplero en su faceta literaria se titula Que murmuren. 

Si hacemos un análisis ciñéndonos a elementos estrictamente musicales, está claro que esta canción no podría considerarse copla en su sentido más puro. Sin embargo, si desgranamos los motivos literarios y temáticos del poema así como la dinámica del lenguaje, este tema casa perfectamente con la esencia coplera. 

Una cosa es la forma y otra el contenido. Hay canciones que por su ritmo están más cercanas a otros géneros (en este blog hemos analizado tangos, canciones flamencas, baladas, boleros…), pero por su fondo conceptual, resultan muy afines a la canción española (amor, desamor, pasión, celos....)



 Que murmuren, no me importa

que murmuren, que me importa
lo que digan ni lo que piense
la gente, si el agua se aclara
sola, al paso de la corriente.

Que murmuren, no me importa
que murmuren, que digan que
no me quieres, que digan que
no te quiero, que tu me estas
engañando que vienes por mi
dinero.

Ríete de parecer y de lo que
se figuren que mientras seas
como eres, que murmuren
que murmuren.
que mientras seas como eres
que murmuren que murmuren.

Que murmuren, no me importa
que murmuren, que me importa
lo que digan ni lo que piense
la gente si el agua se aclara
sola al paso de la corriente.

Ríete de parecer y de lo que
se figuren que mientras seas
como eres que murmuren, que
murmuren.

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A lo largo de las estrofas el yo poético muestra su indiferencia hacia los cotilleos, chismorreos y murmullos de la gente, la cual juzga y lanza pullitas sobre la relación amorosa que mantienen los personajes. La voz lírica, en lugar de achicarse o dejarse llevar por el qué dirán, y hacer que el fluir de los rumores afecte a la pareja, opta por pasar de todo y centrarse en lo verdaderamente importante: el amor de esa persona que es tan importante en la vida. 

Aunque la otredad juzgue/comente/divague/valore/cuestione esa relación, lo importante es que los dos involucrados en el afecto sean felices estando juntos, se sientan orgullosos uno del otro por como son y se quieran. Lo que salga de la boca de la gente DA IGUAL. Son pamplinas, nimiedades, tonterías. De ahí la tajante barrera que separa los dos mundos: el de la pareja, y el de la sociedad. No dejar que uno se coma al otro. 

En la genética del paisanaje español está el hecho de darle a la lengua sin saber de la misa la mitad, de hablar sin conocer la realidad, de sufrir viendo feliz al otro. En definitiva, la envidia nos hace pasarlo mal al ver que a los demás les va bien en la vida. Esto nos lleva a querer destruir la bonanza ajena. En este caso, los vecinos buscan hacer daño a la relación creando un estado de mentiras o falsedades (que si Fulanito solo está por interés, que si Menganito te pone los cuernos...). Buscan romper la felicidad de la pareja a través de bulos. 

La gente no habla de cómo es la realidad, sino de cómo les gustaría que fuera, mirando siempre desde lo morboso y negativo para fastidiar a los demás. El medio utilizado son las elucubraciones, opiniones no fundamentadas, teorías no comprobadas, hipótesis disparatadas y enredos que solo existen en la imaginación de uno y que están promovidos más por el deseo maligno personal que por el análisis veraz y objetivo del entorno. 

Cuando hay amor de verdad (que es lo que sucede a los protagonistas de esta copla), te da igual lo que la gente escupa por la boca (por muy disparatado y absurdo que sea). De ahí el título de la copla: QUE MURMUREN...(que a nosotros nos da exactamente igual y no nos afecta jjajajajaja). 

El mensaje que transmite la canción es claro y rotundo: hay que mirar siempre por uno mismo. La vida no está para agradar a los demás (a la sociedad), sino para agradarse a nosotros mismos (y ser felices). Aunque a la gente no le guste lo que hagamos (y lo critique), nosotros tenemos que luchar por lo que queremos y creemos. En este caso, los dos amantes no están haciendo nada malo…solo quererse.

El tono exclamativo de la primera estrofa crea un contexto desafiante del yo poético hacia la sociedad: Que murmuren, no me importa que murmuren, que me importa lo que digan…. Por mucho que hable la gente, no conseguirá desestabilizar la relación amorosa. El yo poético no va a dar el gusto a la gente de que le vean destruido.  

La reduplicación de vocablos (que murmuren, no me importa...) es un mecanismo que intensifica el discurso y expresa la fortaleza del yo ante la adversidad. Cuando nosotros queremos dar a entender algo (en este caso, que las habladurías ajenas nos dan igual y no nos afectan), tendemos a repetir y reiterar el mensaje una y otra vez, para que todo quede bien claro, y así venirnos arriba y no dejar que el enemigo se congratule de vernos deprimidos o afectados. Por eso casi todas las estrofas empiecen igual: que murmuren…. La voz lírica no quiere mostrar debilidad

Las subordinadas sustantivadas con función de sujeto, en este caso unidas por coordinación negativa (que me importa LO QUE DIGAN ni LO QUE PIENSE LA GENTE) marcan el objeto que causa la indiferencia. El hecho de posponer en hipérbaton el sujeto hasta el final de la oración (lo que diga y lo que piense LA GENTE) es una manera de mostrar rechazo y desdén hacia la sociedad. 

Normalmente, dejamos para el final aquellas cosas menos importantes y que menos nos gustan. En este caso, el yo poético siente poca simpatía hacia la gente (lo normal, después de que esta no para de darle a la boca). Y por eso, la margina/arrincona hasta el final de la frase.

Al yo poético le da igual que la gente falsee/manipule/tergiverse la realidad, ya que al final, por muchas mentiras que se digan, estas no sirven de nada si la realidad es otra. La verdad acaba venciendo siempre a la mentira ya que la verdad es un hecho (una evidencia comprobada), y la mentira es solo una fantasía nacida de una mente maligna. Ya lo dice el refrán: las mentiras tienen las patas muy cortas y la verdad siempre la alcanza. Todo esto se refleja en el poema mediante una imagen extraída del mundo natural: Si el agua se aclara solo, al paso de la corriente

La gente puede ensuciar el agua con sus mentiras (cotilleando, chismorreando, malmetiendo...), pero al final, como el amor de la pareja es puro y auténtico, el tiempo y el fluir vital van aclarando y limpiando esa agua de una forma natural. ¿Entendéis la metáfora? Los hechos hablan por sí solos. 

Los amantes se quieren y por mucho que la gente hable (ensucie el agua), nadie los va a separar, y la relación seguirá armónicamente (corriente clara de agua). El deseo de la gente es ensuciar, pero el amor es tan grande que lo vence. Todo se limpia de forma natural. No hace falta demostrar nada. Solo vivir la vida de manera espontánea. El día a día te demuestra que esas habladurías, son solo mentiras, y que la verdad es otra: ellos se quieren y son felices, aunque la gente malmeta. El tiempo lo aclara todo y tira por tierra las falsedades que nacen de mentes ajenas

En la primera estrofa se hace alusión a los diferentes chismes y habladurías que concreta la gente en sus conversaciones cotidianas. Esto se plasma en las subordinadas sustantivas con función sujeto, que van entretejiendo paralelismos: “No me importa…….

1. que digan que no me quieres,

2. que digan que no te quiero,

3. que tú me estás engañando,

4. que vienes por mi dinero”.

Las dos primeras estructuras forman un quiasmo o sistema cruzado: me quieres/ te quiero. Me (primera persona) quieres (segunda persona), te (segunda persona), quiero (primera persona). Es un mecanismo para universalizar y proyectar las críticas de la gente hacia un contexto de totalidad: la sociedad va a criticar absolutamente todo. Hagas lo que hagas, siempre hay algo que reprochar, sea en una dirección o en otra. Que él no quiere a ella, o que ella no quiere a él, pero siempre hay un pero. Y si no lo hay, se lo inventan. 

La tercera y la cuarta estructura hacen referencia a tópicos tradicionales de desunión y desencanto que tienen como objetivo romper y desestabilizar la relación. 

-Por un lado, la infidelidad. La gente llega a decir que uno de los miembros de la pareja mantiene una relación con otra persona (cuernos). 

-Por otro lado, el amor por intereses materiales. La gente llega a decir que uno de los miembros de la pareja está con el otro para quedare con su dinero. 

Como veis, las cuatro estructuras sintácticas suponen trabas y obstáculos para la consecución del amor. El encabalgamiento abrupto acentúa ese efecto de constricción, ya que la unidad sintáctica queda rota por el cambio de verso. La oración empieza en un verso, y termina en mitad del verso siguiente: No me importa/que murmuren, Que digan/que no me quieres, Que digan/ que no te quiero, Que tú me estás/engañando. 

La enumeración y acumulación sucesiva de motivos de desamor contribuye a crear una atmósfera de desdén, que es lo que desea el pueblo desde la malicia y la envidia: que no te quiero, que no me quieres, que me engañas, que quieres mi dinero... Se está soltando una gran cantidad de ráfagas de mierda (con perdón por el vulgarismo) en solo cinco versos. Esas habladurías no tienen solidez ni fundamentación (de ahí que la sintaxis se corte con el cambio de verso y resulte tan abrupta). La gente es agresiva a la hora de contar las cosas con el fin de hacer el máximo daño posible y destruir lo benigno. 

El yo poético se dirige al amado mediante el imperativo (ríete) y le invita a adoptar una actitud estoica típica del renacimiento. No debe dejar que las habladurías de la gente le afecten, le depriman, le hagan venirse abajo y hacer cosas que no quiere hacer. 

En lugar de dramatizar, lamentarse o llorar, el protagonista piensa que lo mejor es reírse de todo, mirar las cosas desde la ironía y el humor. Al mal tiempo, buena cara. Ese es el lema del estoicismo: no dejar que las penas y males nos influyan. Anulemos el desánimo con placer. En este caso, la mejor manera de ganar la batalla es querer más a tu pareja y adoptar una actitud de buen humor e indiferencia. Hay que ponerse por encima de las cosas, no dejar que estas nos superen. Ríete del parece y de lo que se figuren. Puede ser divertido ver cómo la gente le da a la imaginación y se inventa esos disparates. ¿Hasta qué punto puede llegar? 

Al yo poético le da igual lo que la gente piense del amado. Lo importante es que él está orgulloso de esa persona a la que tanto quiere, tal como se refleja en la subordinada temporal: Mientras seas como eres, que murmuren. A quien nos tiene gustar es a nosotros, no a los demás. 

El verbo ser aparece en dos tiempos diferentes: presente de subjuntivo (seas) y presente de indicativo (eres). Este recurso se llama poliptoton. La voz lírica quiere que la esencia del amado (eres) se proyecte hacia una hipotética eternidad (seas), es decir, sea fiel a su personalidad y autenticidad durante toda su vida. Por eso está enamorado.

Cada persona es como es y no debe cambiar porque lo que digan cuatro indocumentados. El yo poético está feliz y orgulloso de su amado. Eso es lo importante. La gente puede decir misa. No hay que avergonzarse de lo que haces, sobre todo cuando se trata de algo que no es dañino para nadie (amor)

 ¿Os acordáis de la copla de Marifé de Triana La gente que analizamos hace un par de años? A pesar de que la temática tiene mucho en común con el tema de hoy (las habladurías y chismes ajenos), hay una diferencia bastante clara: mientras que en La gente la sociedad consigue su objetivo (desestabilizar la relación amorosa y provocar dolor en la protagonista, la cual maldice a la gente y se queja de estar en el centro de la comidilla), en Que murmuren no se produce la ruptura. Los bulos de la gente no provocan ningún efecto negativo en la relación, debido a la fortaleza, estoicismo y seguridad del yo poético. El amor de verdad no puede ser destruido por los bocazas del barrio.  

En cuanto a la métrica, predominan los versos octosílabos y eneasílabos. Algunas estrofas aparecen quebradas por un trisílabo (dinero, murmuren) o tetrasílabo (que murmuren), que puede estar en medio o al final de la estrofa. 

La rima apenas tiene presencia. Solo encontramos un momento leve de asonancia (piense/corriente). El hecho de cortar la frase a la mitad del verso y encontrarnos un lenguaje natural y sencillo, favorece el versolibrismo



jueves, 26 de septiembre de 2024

Como a nadie te he querido: viviendo el desengaño amoroso desde la serenidad y la mesura

La copla que os traigo hoy refleja el tema del desengaño amoroso. Su protagonista queda hechizada y cautivada por las palabritas y promesas de amor de su novio (te quiero mucho, te querré para siempre, te quiero más que a nadie, solo te quiero a ti...). Sin embargo, como ya hemos dicho muchas veces a lo largo de estos años, una cosa son los dichos, y otra bien diferente, los hechos. Las palabras se las lleva el viento. 

Hay que diferenciar dos conceptos: 

-Por un lado, el deseo: lo que nosotros creemos que puede ser (a partir de nuestras percepciones subjetivas que pueden fallarnos, pues la sinceridad verbal es algo que no se puede medir objetivamente)

-Por otro lado, la cruda realidad (lo que es y lo que acaba sucediendo, independientemente de nuestras aspiraciones y voluntades)

Si al final, todas esas promesas no se materializan, de nada sirve decir “te quiero” y otras muchas cosas bonitas. Lo único que hacemos es vender humo, hacer castillos en el aire. El amor se convierte en algo falso, engañoso, mentiroso: Las palabras pueden decir una cosa, y los actos otra diferente. 

Yo puedo creer que en ese contexto hay amor, cuando en realidad no hay amor. Eso es lo que la pasa a la protagonista de estas bulerías que los maestros Rafael de León, Alejo Montoro y Juan Solano crearon en 1957 para Concha Piquer. Hoy analizamos Como a nadie te he querido. Pasión Vega, Isabel Pantoja o la extremeña Pilar Boyero han hecho excelentes versiones de este conocido tema.



Y tuvo que ser tu boca
Tuvieron que ser tus ojos
Y tuvo que ser tu boca
Mentirosa de quereres.

Mentirosa de quereres
Y fue tu marchosería
La que a mí me volvió loca
Lo mismo que a otras mujeres.

Tuvo que ser tu persona
Tuvo que ser aquel día
Cuando tu boca gachona
Me dijo que me quería.

Tantas cosas, tantas cosas
Me dijiste tantas cosas
Que a tu embrujo me rendí.
Engañosas, engañosas
Todas ellas engañosas
Pero yo me las creí


Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.

De tu engaño y tu falsía
A mi no me importa nada
De tu engaño y tu falsía
Que todo fué una locura.

Que todo fué una locura
Y fuí más feliz que nadie
Soñando que me querías
Con fiebre de calentura.

Todo lo doy por bien hecho
Todo lo doy por perdío
Pero me sangra mi pecho
Pensando que me has querío.

Tantas cosas, tantas cosas
Me dijiste tantas cosas
Que a tu embrujo me rendí.
Engañosas, engañosas
Todas ellas engañosas
Pero yo me las creí


Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.

Los pulsos tuve paraos
Y hasta el corazón perdío
Cuando tus labios enamoraos
Dijeron casi cerraos
Como a nadie te he querío
Como a nadie te he querío
Como nadie te querrá.

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En los primeros versos se detecta la influencia de la poesía de cancionero. El sentimiento amoroso se proyecta en diferentes partes del cuerpo humano, especialmente en los ojos y la boca. Esto se apoya en una teoría médica de la Edad Media: la sangre crea unos espíritus que salen por los ojos o por la boca, y producen el amor en la persona que tocan. De ahí que se lleve a cabo la asociación de los órganos corporales, con el sentimiento amoroso, aunque en este caso sea engañoso y falso

Todo esto se plasma en las estructuras en paralelismo: Tuvieron que ser tus ojos/tuvo que ser tu boca…. Como veis, estos versos siguen el esquema perífrasis verbal de tener + infinitivo (tuvieron que ser/tuvo que ser) + posesivo de segunda persona (tu/tus) + sustantivo que designa parte del cuerpo (ojos/boca)

A los órganos corporales (entes y conceptos inanimados) se la añaden cualidades que son propias de seres humanos: Tuvo que ser tu boca, MENTIROSA de quereres. Se produce la personificación de un elemento anatómico (boca), rasgo que nos evoca a la poesía satírica de cancionero, aunque en esta ocasión, dándole un enfoque serio y lírico. Detrás de esa “boca” hay una persona. Por lo tanto, se alude a una parte (boca) en lugar del todo (la persona). Estamos ante una sinécdoque.

El adjetivo “mentiroso” posee connotaciones negativas. Lo que nos quiere decir el autor con esto es que el amor no siempre es auténtico y verdadero, sino que a veces, lo que parece amor, no lo es, dando lugar a confusiones y equívocos. El amor no es algo que pueda detectarse y medirse objetivamente, de manera matemática y exacta (como si fuera un resfriado o una infección de orina, que existen medios e instrumentos concretos para tratarlos). 

El amor es algo mucho más complejo y subjetivo. No existen unos métodos claros y racionales para tratarlo, medirlo y sistematizarlo. Donde nosotros creemos que hay amor, tal vez no existe. Hay “algo parecido al amor”, pero no es amor de verdad. Por tanto, se trata de un amor mentiroso, engañoso, falso, que intenta camuflarse y eclipsar al “amor de verdad”. Ese “amor de mentira” utiliza métodos y parámetros del “amor de verdad” para buscar algún objetivo concreto que nada tiene que ver con el verdadero amor.

Muchas veces, nosotros creemos una cosa (esta persona nos quiere mucho, daría la vida por nosotros, nos amará hasta el fin de los días), basándonos en percepciones e impresiones no tangibles (palabras, miradas, promesas...). No existe un mecanismo matemático y exacto para comprobar que esas palabras, esas miradas y esas promesas son sinceras. Es una cuestión de fe: nosotros creemos ciegamente desde el corazón que esa persona nos quiere “de verdad”, y que esos indicios son naturales 

Sin embargo, cualquier persona puede decir cosas bonitas y prometer amor eterno, y no sentirlo realmente (se viola el principio de sinceridad verbal). Esto da lugar al desengaño y la mentira. Muchas veces, las cosas no son como parecen: interpretamos mal las señales, nos engañan, hay gente que frivoliza los sentimientos y no se los toma en serio…

Unas veces, el amor es sincero y verdadero, y otras veces no, ya que hay intereses de por medio, no se produce correspondencia, o simplemente hay gente que se queda con lo más superficial y banal de la relación con una persona. La “mala hierba” aparece entremezclada con la “buena hierba”, y por eso se producen confusiones y engaños.  

La repetición de versos al final de una estrofa y al comienzo del siguiente, crea un efecto rítmico que recuerda al de las sevillanas: Tuvo que ser tu boca mentirosa de quereres/ Mentirosa de quereres y fue tu marchosería…. Esta distribución enfatiza la concepción engañosa del amor. A veces, decimos las cosas sin sentirlas de verdad y eso da lugar a decepciones y fracasos.

El yo poético recurre  a un lenguaje neologístico: Fue tu marchosería la que a mí me volvió loca. Del sustantivo “marcha” se crea el adjetivo “marchoso” mediante la adición del sufijo –oso, que significa “tener o poseer marcha”. Una persona marchosa es una persona que tiene alegría, ganas de vivir, ganas de disfrutar de las cosas, es enérgica. 

Del adjetivo “marchoso” se añade el sufijo –ería, creándose un nuevo sustantivo deadjetival: marchoso<marchosería. La marchosería es una condición o estado de las personas marchosas, de las personas que tienen vitalidad. Adoptar una actitud optimista recreándote en las cosas placenteras y bonitas del mundo, es un mecanismo para empatizar con la gente y enamorar. Ese carácter marchoso y alegre atrae a los demás y da color a la vida. 

La acumulación de pronombres en primera persona acentúa el componente lírico: A mí me volvió loca. Recordad que detrás del yo poético hay una mujer que ha sufrido un desengaño y está manifestando unos sentimientos. De nuevo nos encontramos un tópico de la lírica cancioneril amorosa: la visión del amor como una enfermedad que causa trastornos, en este caso la locura: Fue tu marchosería la que a mí me volvió loca, lo mismo que a otras mujeres

El indefinido “otras” propone la existencia previa de varios elementos de la misma especie (en este caso, mujeres). Por tanto, este hombre ha estado coqueteando y picoteando de flor en flor, realizando el mismo procedimiento con todas las hembras: me las camelo con mi carácter alegre (marchosería), les digo cuatro cosas bonitas y políticamente correctas (te quiero mucho, te quiero más que a nadie) y a vivir la vida!!!!!!. ¿Lo entendéis? 

Se configura el retrato de un hombre superficial y mujeriego, que no tiene en cuenta los verdaderos sentimientos de esas mujeres, especialmente la protagonista, que sí se ha enamorado

El hombre utiliza una serie de mecanismos o estrategias para ganarse el amor de las féminas: Cuando tu boca gachona me dijo que me quería. 

La boca vuelve a emplearse con valor sinecdótico: se alude la parte (boca) en lugar del todo (persona). Evidentemente, detrás de esa boca hay un ser que es el que ejecuta el lenguaje, en este caso, empleando elogios y cosas que a todo el mundo le gusta oír (te quiero). 

El adjetivo gachona se aplica coloquialmente a aquellas personas que tienen gracia, dulzura y atractivo. A las mujeres les gustan los hombres con sangre en las venas, que sean simpáticos, que dicen palabras bonitas, que son graciosos, que hablan de manera afectuosa. El chico adopta un carácter carismático y una psicología que encandila a las mujeres, para ganarse su atención. Las chicas se enamoran y caen rendidas a sus pies. Además, la boca es una parte del cuerpo muy sensual

¿Cuál es el problema? La figura masculina valora el amor de una forma ligera, frívola e intrascendente (está con unas y con otras, va de flor en flor, usa a las mujeres como objeto placentero...), mientras que la protagonista se enamora de verdad. Para ella es un momento trascendente, importante, majestuoso, glorioso, que queda marcado para siempre tal como se refleja en las estructuras en paralelismo con la perífrasis verbal, el determinante y el sustantivo sujeto: Tuvo que ser tu persona/ tuvo que ser aquel día

Para la voz lírica el momento que conoció a esa persona se convirtió en uno de los más importantes de su vida. No lo olvidará jamás. Para él, la relación es un mero juego o pasatiempo. Para ella, algo serio y trascendente. Este choque provoca el desengaño. 

El muchacho es una persona que tiene mucha labia, poder de la oratoria, capacidad de manejar el arte de la palabra. Las personas que dominan los cauces de la retórica, son capaces de atraer a su público (víctima) hacia una determinada forma de pensar. Tienen poder de convicción. Lo dicen bonito para que la gente quede encandilada y piensen que lo dicho es algo verdadero e importante. 

Pensad en los políticos y grandes oradores griegos, que utilizan discursos altisonantes y rimbombantes  a la vez que apelan a sentimientos íntimos, para convencerte de que les votes, recurriendo a la lágrima fácil y la sensibilidad. La protagonista se cree los elogios y las buenas palabras del muchacho, tal como se refleja en la oración subordinada consecutiva intensificada con el cuantificador tanto: Tantas cosas, me dijiste tantas cosas que a tu embrujo me rendí

De nuevo se recurre a una visión medievalizada del amor como fuerza sobrenatural, mágica, misteriosa vinculada al mundo de las brujas y los magos. Mucha gente piensa que el amor es algo tan caprichoso, caótica y arbitrario que se escapa de los límites racionales. Pensad en obras como El Libro de Buen Amor y La Celestina en las que aparece la figura de la alcahueta, que se dedica a fabricas hechizos mezclando todo tipo de especias para que la relación de amor floreciera 

De esta concepción medieval del amor, la palabra embrujar (que significa “hacer magia”) ha adquirido un significado metafórico: embrujar como “ejercer atracción o influencia sobre alguien”. En este caso, el carácter vitalista del chico, y su labia han hechizado a la protagonista, la cual queda encandilada y enamorada del chaval. 

Las personas expertas en el arte de hablar suelen decir cosas que luego no llevan a la práctica. Lo dicen desde la convicción y la madurez con el fin de generar credibilidad. El auditorio piensa que se trata de una verdad. Realmente, el fin de la retórica es crear apariencia de verdad. Es más importante la forma (cómo decir las cosas) que el fondo (que el contenido de las palabras se de en el mundo real). 

El hombre se pone a elogiar a la chica y le promete amor eterno. Sin embargo, esto es solo apariencia, fachada, un envoltorio sin nada dentro. Se trata de quedar bien externamente, sin importar lo que pase después, recurriendo a tópicos que todo el mundo quiere oír, pero sin verdad. Eso nos lleva al concepto de amor engañoso: Me dijiste tantas cosas […], engañosas, engañosas, todas ellas engañosas, pero yo me las creí

La reduplicación de la palabra engañosa a lo largo de la estrofa es un mecanismo que enfatiza la frivolidad del amado. Él dice cosas de mucha enjundia (te quiero, te amo...), pero sin sentirlas. Usa un discurso bien hecho, con mucho poder de atracción y esteticismo, pero sin solidez ni intención a la hora de llevarlo a cabo. 

La coordinada adversativa intensifica la capacidad de engatusamiento: es imposible resistirse ante unas palabras bonitas: todas ellas [las palabras] [son] engañosas, pero yo me las creí. Si te dicen una mentira, pero la pintan tan bonita es fácil caer en la tentación

Tened en cuenta que este tipo de gente se caracteriza por el oportunismo. Él lo que busca es el “aquí te pillo, aquí te mato”, el placer momentáneo e inmediato. El fin justifica los medios. Al muchacho le dan igual las inquietudes, los sentimientos y el estado anímico de la chica. Solo busca el goce y el disfrute personal. Para él, no hay nada justo ni injusto. Todo es válido (aunque tenga que decir mentiras y falsos sentimientos). Y el poder de la palabra es terrible. Ya lo decía alguien: "con palabras se funda ciudades, se hacen puertos, se manda el ejército y se gobiernan estados”.

En el estribillo asistimos de nuevo a una visión del amor como fuerza que altera y causa trastornos en el cuerpo humano. En este caso, provoca efectos físicos y fisiológicos: Los pulsos tuve paraos y hasta el corazón perdío. 

Esta "enfermedad" se debe a causas racionales: cuando estamos ante una persona que nos gusta, el corazón se acelera y nos ponemos nerviosos. El paralelismo remarca ese estado de alteración: sujeto que hace referencia a concepto anatómico (los pulsos/el corazón) + verbo de posesión (tuve) + complemento predicativo relacionado con los efectos del amor en el cuerpo humano (paraos/perdido).

La personificación de los labios da un toque de sensualidad y ternura a la escena: Cuando tus labios enamoraos dijeron casi cerrados. 

A una entidad inanimada (labios) se le añaden cualidades propias de humanos (enamoraos, dijeron). Es una manera de resaltar estéticamente el momento álgido de la relación, que es cuando el amado le jura a la amada amor eterno, que son los versos que dan título a la copla: Como a nadie te he querido, como a nadie te querré

El amor se proyecta hacia el pasado (te he querido) y hacia el futuro (te querré), creando una sensación de eternidad, de que ese sentimiento va a ser siempre así y no va a cambiar nunca. Sin embargo, esas palabras celestiales no albergan el sentimiento necesario. El amado no cree en lo que dice. En términos del lingüista Grice, diríamos que se ha violado la "máxima de sinceridad". 

Recordad que detrás de esos labios, hay una persona (amado). De nuevo, se alude a una parte (labios) por el todo (persona). Otra sinécdoque. 

El yo poético no muestra rencor ni odio ante el desengaño. Lo enfoca desde la mesura, sin desbordarse emocionalmente ni mostrar excesos líricos. Quita importancia al asunto tal como refleja la estructura en anástrofe: De tu engaño y tu falsía a mí no me importa nada. 

El complemento (de tu engaño y tu falsía...) se adelante al núcleo (nada). Esto pone en relieve la frase y acentúa la elegancia con la que se toma la voz lírica la mentira. En lugar de quejarse, llorar, insultar o lanzar injurias, la protagonista quita magnitud a la traición (a mí no me importa que me engañes). De hecho, Concha Piquer, la intérprete original de esta copla, cantaba este tema con una delicadeza y una sutileza impresionantes, sin gritos, ni excesos, ni ayes, ni gestos de odio o rencor. Para cantar bien este tema no hace falta darse tirones de pelo ni golpes en la espalda. La muchacha lo pasa mal (al fin y al cabo se trata de un desengaño) pero no hace falta sobreactuar

El yo poético zanja el tema súbitamente, buscando una justificación a la mala conducta del amante. En lugar de repudiarlo, lo que hace es buscar un argumento que medio justifique (aunque sea un poco) su actitud, de manera que el caso quede cerrado y aclarado, sin buscar culpables. Que todo fue una locura. 

En lugar de recrearse en los aspectos morbosos (me ha engañado, es un traidor), el yo poético califica la situación de "locura". Todo el mundo alguna vez hemos hecho tonterías y cosas absurdas. Por lo tanto, esto solo ha sido una ida de olla del amante (de las muchas que tenemos) y no hay que hacer una bola más grande de esto.

La protagonista, en lugar de mirar el lado negativo (la traición, la mentira, el engaño), se queda con lo positivo, con las cosas bonitas, con el sentimiento de amor que ella ha tenido hacia él. Aunque no ha habido reciprocidad, ella ha vivido unos momentos maravillosos pensando que esa relación era sincera y le aportaba plenitud. 

Este sentimiento se materializa en el superlativo absoluto: Fui más feliz que nadie soñando que me querías. Ya os he dicho que una cosa es el creer, y otra muy diferente el ser. Aunque el ser sea negativo (no ha habido amor correspondido), ella ha sido feliz creyendo que todo iba bien, aunque haya sido solo bajo la esfera de sus intuiciones, impresiones y percepciones subjetivas. La amada ha querido mucho a este chico y eso es lo importante: los sentimientos.

El amor es tan intenso y apasionado que provoca efectos fisiológicos a gran escala: Pensando que me querías con fiebre de calentura...De nuevo, la visión del amor como enfermedad

Además, el amor queda ligado a elementos que están relacionados con el calor (fiebre, calentura). Esto evoca al lenguaje de la mística. El fuego, el calor, la luz simbolizan el amor en estado puro.

El yo poético asume la triste realidad de forma estoica. Sus palabras son claras y contundentes, síntoma de que ha asimilado el engaño, tal como se refleja en las estructuras anafóricas y paralelísticas: Todo lo doy por bien hecho/ Todo lo doy por perdido. 

Ante el desengaño, muchas personas se niegan a ver la realidad, dando rodeos o amparándose en falsas esperanzas. Asumir un mazazo vital es algo que cuesta mucho. En cambio, la protagonista reconoce el fracaso de una manera directa y clara, sin necesidad de encerrarse en oscuros laberintos retóricos.

Eso no quiere decir que la protagonista sea un muro de piedra. Muchos podéis pensar: “Esta mujer ni siente ni padece. La engaña el novio y está como si nada”. La chica sufre, lo pasa mal, pero no necesita hacer un melodrama. Se lo toma de una manera comedida. 

Por supuesto, hay imágenes que denotan dolor, pues el engaño le provoca una herida emocional. Esta pena se manifiesta en imágenes de dolor físico, típicas de la poesía de cancionero: Pero me sangra mi pecho pensando que me has querido. Lo que pasa es que el yo poético no necesita tirarse de los pelos: ay que pena que no me quiere el novio, ay que pena que me ha engañado. El dolor lo vive de una manera íntima y silenciosa.

Métricamente, detectamos un predominio del verso octosilábico. La primera estrofa de cada parte está formada por cuatro versos de arte menor, donde el primero y el tercero riman con la misma palabra (boca-boca, falsía-falsía) mientras que el segundo y el cuarto quedan libres. 

En la segunda estrofa rima el primero con el cuarto (quereres-mujeres, locura-calentura) mientras que el segundo y el tercero quedan libres. Es un esquema muy poco habitual en poesía. La tercera estrofa es una cuarteta, donde rima primero con tercero y segundo con cuarto (8a 8b 8a 8b).

El estribillo está formado por la combinación de una sextilla (8a 8a 8b 8a 8a 8b) y una septilla (8a 8b 8a 8a 8b 8b 8-).