A lo largo de estos años hemos analizado coplas en las que se puede ver de manera directa o indirecta, y desde diferentes perspectivas, el tema de la infidelidad (Me casó mi madre, Con ruedas de molino, Romance de la otra o Mi amigo, por citar algunos ejemplos)
En la canción que os traigo hoy, la protagonista sufrirá en sus propias carnes el drama que supone ser una mujer cornuda, mientras el marido lleva una doble vida con otra persona. En el año 1934, Quintero, León y Quiroga crearon para la voz de Estrellita Castro estos Tientos del reloj. Rafael Farina, Marifé de Triana o más recientemente, Pasión Vega, se han atrevido a versionar este tema.
Cuando se marcha de noche
no le pregunto a donde va,
y en mi tiniebla me quedo
sola con mi soledad.
Y cuando siento la llave,
rayando el filo del día,
hago de que no me entero
entre despierta y dormida.
No sé lo que hacer,
No sé lo que hacer,
que me duele la cal de los huesos
de tanto querer.
Las ducas que paso yo no se las diera
ni al más enemigo de mis enemigos,
"pa" que no sufriera:
¿Dónde estará ahora?,
¿Qué será de él?,
¿Qué otros labios estará besando
para calmar su sed?"
Y me dan en vilo la una y las dos,
y me voy clavando,
igual que puñales,
las dos manecillas que tiene el reloj.
Yo sé que hay otra en su vida
que no lo quiere pa'na
y que lo tiene loquito
y bien que lo torea.
Se le descompone la cara
cuando regresa a mi vera
y hago ver que no lo miro
los surcos de sus ojeras
Mejor es callar,
Mejor es callar,
que no sepa que yo voy conociendo
me entero de todo
Las ducas que paso yo no se las diera
ni al más enemigo de mis enemigos,
"pa" que no sufriera:
¿Dónde estará ahora?,
¿Qué será de él?,
¿Qué otros labios estará besando
para calmar su sed?"
Y me dan en vilo la una y las dos,
y me voy clavando,
igual que puñales,
las dos manecillas que tiene el reloj.
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La canción se estructura de la siguiente manera:
1. Una primera estrofa de introducción, que contiene el planteamiento del conflicto dramático. Predomina el componente descriptivo, ya que a partir de una estampa realista y cotidiana de la vida de la protagonista, el receptor deduce que algo no marcha bien en la relación con su marido: ella en la cama esperando a que él regrese a casa después de pasarse toda la noche fuera del hogar.
Aunque en el inicio del texto no se hable explícitamente de cuernos o infidelidad, gracias a la inserción de este segmento realista, el receptor intuye que el esposo no está en casa porque está haciendo algo prohibido al margen del matrimonio.
2. Un estribillo que recoge los lamentos y reflexiones de la protagonista. Es la parte más lírica e intimista del tema, ya que el objetivo no es describir o narrar una historia, sino transmitir unos sentimientos, fruto de una situación anímica desesperada. No es plato de buen gusto que te engañen con otra persona.
3. Una segunda estrofa, que sirve para detallar, ampliar y profundizar en diferentes aspectos de esa infidelidad. Aquí predomina el componente narrativo y explicativo. La protagonista nos cuenta algunos detalles del idilio pecaminoso, además de darnos su opinión
En las tres partes, la mujer habla en primera persona, constituyendo la voz poética. Esta se manifiesta en las marcas formales verbales (pregunto, quedo, siento, sé, paso, hago), los posesivos (mis tinieblas, mi soledad, mis enemigos, mi vera) y los pronombres (me quedo, me entero, me duele, me voy clavando, yo voy conociendo…).
Por el contrario, el marido (foco de conversación) queda representado con las marcas de tercera persona: verbos (marcha, va, estará, regresa), posesivos (su sed, su vida, sus ojeras) y pronombres (LO quiere, LO tiene loquito, LO torea, LE miro…).
Como veis, los dos eslabones de la relación se manifiestan a lo largo de la canción, cohesionando todo el poema.
En la primera parte del tema, juegan un papel importante los elementos relacionados con la oscuridad (de noche, mis tinieblas, dormida…). Recordad el proceso místico que os expliqué hace unos meses. La noche simboliza la soledad del alma, la falta de armonía, la falta de conexión con la otra entidad. Aunque la protagonista y el marido están casados, sentimentalmente no hay afecto, no hay amor, no hay ilusión. Lo importante no es la distancia física, sino la distancia del corazón. La falta de luz simboliza la falta de reciprocidad amorosa.
Además, la protagonista irradia una actitud de dejadez, de no querer luchar, de no querer hacer frente a la situación: Cuando se marcha de noche, no le pregunto a donde va. Ella se limita a sufrir, a lamentarse, a resignarse, a no hacer nada, a recrearse en la tristeza. Todo esto se manifiesta mediante la derivación: SOLA en mi SOLEDAD. En un mismo verso, aparece el adjetivo sola y el sustantivo soledad. El sustantivo es un derivado (por sufijación: sol-edad) del adjetivo.
La esposa focaliza la historia, tal y como la vive todos los días. El objetivo es conseguir veracidad y fidelidad narrativa, es decir, lo que ella ve, oye y siente todas las noches mientras está en la cama esperando a que su marido regrese a casa, trasladarlo al lector, con el fin de que este extraiga conclusiones y configure sus intuiciones e impresiones.
¿Cuál es la intención del yo poético? Que el receptor piense que el marido le pone los cuernos a la esposa, sin necesidad de que la protagonista lo diga explícitamente, no queriendo contaminar ni influir en el espectador para ganarse su favor o su compasión. No quiere hacer una “guerra” de esto.
Por eso, la protagonista se recrea en los detalles sensoriales de todos los días (el ruido de la cerradura, los primeros rayos del Sol…). La escena se construye a partir de impresiones y percepciones, no de descripciones científicas y objetivas.
A partir de indicios sensitivos es posible sacar conclusiones: Y cuando siento la llave rayando al filo del día, hago ver que no me entero entre despierta y dormida. Ella misma sabe que el marido llega a casa por la mañana después de haber pasado la noche con la otra. Puede fingir o hacerse la tonta, pero la realidad es la que es.
La protagonista cuenta la historia recreándose en el ambiente de una forma realista, y a la vez pausada, morosa, lenta, a cuentagotas, dando muchos rodeos en el lenguaje, dotando de intriga a la historia. Para decir algo tan sencillo como “Cuando regresa a casa por la mañana”, la protagonista embellece y retuerce el lenguaje, hace un circunloquio. Quiere que el receptor comprenda su sufrimiento sin necesidad de caer en el mal gusto, el morbo y lo indecoroso que entraña el concepto de infidelidad, que es un tabú en la sociedad de la primera mitad del XX.
La perífrasis verbal “hago ver” implica fingimiento, artificialización, teatralización. La protagonista está haciendo un papel, se hace la tonta y la despistada. Ella sabe de sobra le verdad (el marido está con otra). Lo que pasa es que no quiere complicarle las cosas. Por eso, finge estar adormecida en la cama: Hago ver que no me entero entre despierta y dormida.
La antítesis despierta-dormida es un mecanismo para enfatizar y dar realismo a ese fingimiento, haciéndonos ver que ella se hace la tonta, pero no es tonta.
Esta escena posee un influjo cinematográfico importante. En muchas películas y series de televisión, cuando el marido sale por la noche de juerga, la mujer se queda en la cama despierta hasta que él regresa. Cuando ella oye la puerta, se hace la dormida, intentando quitar hierro al asunto, como si la cosa no fuera con ella, para no mostrar signos de debilidad a la otra parte.
Como veis, los términos despierto y dormido no solo se aplican a un contexto físico de sueño (cama), sino también de conocimiento de la verdad (infidelidad), en la línea de la filosofía platónica.
El estribillo adquiere un tono melodramático. La protagonista expresa dolor y tristeza por la traición del marido. Por un lado, surgen una serie de inquietudes existenciales (en plan “qué hago con mi vida”), ya que ante un caso así de grave y trascendente, mucha gente no sabe cómo actuar (me callo, le perdono, me enfrento a él…). Esto se manifiesta mediante la reduplicación del verbo: No sé lo que hacer, no sé lo que hacer
La proyección del dolor se expresa con metáforas que adquieren tintes hiperbólicos: que me duele la cal de los huesos de tanto querer. En la poesía de la copla es frecuente la identificación del color blanco de los huesos con la cal viva (también de color blanco). Este tipo de imagen bebe de la poesía de cancionero, en la que el dolor anímico (alma) se acaba convirtiendo en dolor físico (cuerpo)
A pesar del desgarro, del tono altisonante, de la intensidad lírica y del halo de dolor y pena que impregnan el discurso de la protagonista, la muchacha controla sus emociones. La razón predomina sobre la pasión. Otros personajes (véase el de Encrucijada) se dejan llevar por la locura y el caos. En este caso, se expresan sentimientos negativos desde la mesura, la cordura y el equilibrio.
Esto se ve a mitad del estribillo, cuando la voz poética afirma no desear el mal ajeno, a pesar de tener motivos para sentirse enfadada y dolida: Las ducas que paso yo no se las diera, al más enemigo de mis enemigos, para que no sufriera.
La palabra ducas es típica del flamenco y del habla gitana. Significa “penas”. El vocablo enemigo aparece repetido dos veces en el texto: una vez como adjetivo (más enemigo), y otra vez como sustantivo (mis enemigos).
El hecho de no desear el mal a nadie da una visión humanizada de la mujer. Aunque el dolor es intenso, observamos que no hay odio, no hay rencor, o al menos, estos no se proyectan en las palabras y actos del personaje. Tiene motivos para estar dolida, pero mantiene la dignidad y el sentido de la moral.
La protagonista actúa con cabeza y corazón a la vez. Lo fácil sería maldecir al amado, insultar a la querida, desear las peores desgracias a ambos (recordad lo que pasaba en la canción del Pañolito blanco). Sin embargo, a pesar del dolor, la voz poética se contiene, adopta una postura equilibrada (sufre, lo pasa mal, su dolor es intenso, pero no muestra resquemor). El dolor es de ella y para ella. Eso genera empatía de cara al espectador
Las interrogaciones retóricas reflejan las inquietudes y miedos de la protagonista, que no logra quitarse de la cabeza a su amado: ¿Dónde estará ahora? ¿Qué será de él? Las situaciones y experiencias traumáticas como las infidelidades generan un debate mental. Nuestra cabeza no puede parar de darle vueltas al asunto, ya que es un tema que ha calado fuerte y nos afecta en todos los planos de nuestra vida
La protagonista describe el episodio de la infidelidad, mediante una imagen físico-corporal muy sensual (beso), en sinécdoque: Otros labios le estarán besando para calmar su sed.
Como veis, la figura de la querida queda representada por una parte del cuerpo (labios) en lugar de por el todo (cuerpo).
La metáfora del amor como sed que debe ser saciada configura una visión renacentista del amor. En la poesía del XVI (Garcilaso, Boscán) al amor se concibe como fuerza vital o energía espiritual, portadora de plenitud, sin la cual no se puede vivir. En otras palabras: se trata de una necesidad primaria.
El hecho de que la protagonista diga que el marido satisface su sed de amor con otra mujer, es una forma implícita de hacer autocrítica. Me explico: normalmente, si una persona tiene sed es porque no le han dado agua. Tal vez la mujer no le ha dado todo lo que le podía dar (y por eso, se ha ido fuera a buscarlo). Indirectamente, utilizando la metáfora de la sed, la protagonista está diciendo (aunque sea inconscientemente) que en casa, el marido no pudo satisfacer toda la sed amorosa. Por lo tanto, ella también ha hecho cosas mal.
El estribillo termina de una forma melodramática y altisonante. La protagonista no para de darle vueltas al tema una y otra vez, hecho que se manifiesta en la falta de sueño. Cuando estamos perturbados y preocupados por algo nos cuesta dormir, y nos pasamos la noche en vela reflexionando y pensando: Y me dieron en vilo, la una y las dos…
Esta imagen del paso del tiempo con la protagonista haciendo disquisiciones mentales, enlaza mediante un polisíndenton con otra imagen, en la que el paso del tiempo se acaba convirtiendo en dolor físico, gracias a la comparación de las agujas del reloj con el arma blanca, que le lleva a la autolesión: Y me dan en vilo la una y las dos, y me voy clavando como dos puñales las dos manecillas que tiene el reloj
En la segunda estrofa, como ya os dije, la protagonista se limita a ampliar y dar detalles de la infidelidad. A ella no le importa reconocer que es una cornuda, y de forma explícita asume la realidad que le toca vivir: Ya sé que hay otra en su vida. Ya no se anda con deducciones o indicios (que si le cerradura, que si viene por la mañana temprano). Ahora va al grano.
El yo poético vierte sus impresiones y opiniones sobre el idilio extramatrimonial, de una forma clara pero educada. Ella piensa que en esa relación no hay amor, solo placer físico. Se trata de una relación superficial, basada en el interés: Ya sé que hay otra en su vida que no lo quiere para nada y que lo tiene loquito. Solo es un capricho.
Las estructuras en paralelismo reflejan
esa falta de trascendencia: pronombre (lo) + verbo (tiene-quiere) + complemento
(nada-loquito). Seguramente, la querida sea una mujer más joven y guapa y eso haya
encandilado al marido (de ahí la metáfora de la locura). El resultado es una
unión fría, basada en la obtención de placer inmediato pero sin afecto. Para
El marido es retratado con una animalización: Y bien que lo torea. Los buenos toreros son capaces de controlar y dominar a los toros. Lo mismo pasa con la querida (torero) y el marido (toro). Al ser una relación basada en el atractivo físico y el interés, la querida hace lo que quiere con el marido. Él obtiene placer físico, prestigio y ego por estar con una chica guapa y joven, y ella, a cambio, le pide cosas materiales
Se trata de una relación mercantilista. Muchos maridos se encaprichaban de chicas más jóvenes y guapas, y quedaban hechizados (lo tiene bien loquito). Ellos mantenían una relación con ellas, y si querían que esta relación fuera duradera, tenían que darle todos los caprichos que ellas pidieran (y que bien que lo torea). En estos casos, las queridas no estaban enamoradas (no le quiere para nada). Solo se aprovechaban de la situación para obtener cosas. La protagonista nos dice que el tipo de relación que mantiene la querida y su marido es de este tipo: SUPERFICIAL.
Al final de la segunda estrofa, la protagonista detalla otro momento importante, que es cuando ella y el marido coinciden juntos en casa. La mirada, el cuerpo y el gesto de él se convierten en una caja de resonancia, capaz de transmitir mensaje: Se le descompone la cara cuando regresa a mi vera.
El marido se siente incómodo ya que está engañando a su esposa, y aunque eso no se diga con palabras, se puede leer en el cuerpo y la cara (mirada descompuesta). De hecho, en esta parte de la copla encontramos verbos relacionados con el sentido de la vista (ver, miro). Para el hombre también es una situación conflictiva, ya que tiene que convivir con los remordimientos y el sentimiento de culpabilidad.
La protagonista, haciendo un análisis visual, se da cuenta de todo lo que pasa, no solo de la infidelidad, sino también del sufrimiento del marido por el cargo de consciencia. No obstante, ella opta por hacerse la tonta y hacer como si nada pasara: Y hago ver que no me miro los surcos de sus ojeras. De nuevo, observamos la perífrasis de fingimiento (hago ver).
La cara es el reflejo del alma. Normalmente, las ojeras suelen salirnos cuando estamos preocupados o estresados por algo. La metáfora de los surcos como los hoyos que nos salen cuando tenemos ojeras es una forma de enfatizar la verdad del lenguaje corporal.
El segundo estribillo es idéntico al primero. Solamente encontramos una modificación cuando la protagonista toma la decisión final ante la situación conflictiva: resignarse, aguantar carros y carretas, hacer como si nada pasara, convivir con el problema: mejor es callar, que no sepa que yo voy conociendo y me entero de todo.
Se trata de no complicar las cosas y dejarlo correr. Era lo que hacían muchas mujeres en la época del franquismo. No les quedaba más remedio que resignarse, adoptar una postura estoica y aguantar. Las mujeres no son tontas. Se hacían las tontas (que no es lo mismo). De hecho, en esta parte de la copla encontramos verbos de entendimiento (enterarse, conocer, saber…). Las mujeres son muy listas. Lo que pasa es que en esta época lo normal era aguantar lo inaguantable.
Cada estrofa está formada por la combinación de dos coplas: cuatro versos octosílabos con rima entre el segundo y el cuarto (va-soledad, día-dormida), mientras que el primero y el tercero quedan libres (noche-quedo, llave-entero).
En los estribillos, el número de sílabas se hace más irregular. Hay hexasílabos (no sé lo que hacer), decasílabos (que me duele la cal de los huesos), dodecasílabos (las ducas que paso yo no se las diera) y heptasílabos (para que no sufriera).
Obviando las repeticiones, la estructura del estribillo queda así:
-Dos tercetos, con rima del primer verso con el tercero (hacer-querer, diera-sufriera) y el segundo queda libre (huesos, enemigos).
-Una “cuasi-copla. Digo casi porque uno de los versos es de arte mayor (otros labios le estarán besando). Para que sea copla perfecta, los versos deben ser de arte menor (de ocho sílabas o menos). De todas formas, la rima sí es perfecta, entre segundo y cuarto (él-sed).
-Y por último, una estrofa de cuatro versos sin rima. El primero y el último son dodecasílabos y los del centro hexasílabos.