No hay duda de que Joan Manuel Serrat es uno de los mejores cantautores que ha dado la música en nuestro país, y en un blog dedicado al análisis literario de canciones en español sería un crimen de lesa humanidad no comentar ningún tema suyo. Para hacer este homenaje he elegido todo un clásico. Data del año 1981. Y está dedicado a los hijos, a los niños. Se titula Esos locos bajitos
A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós
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La voz poética del texto es un padre que nos va a hablar de
la experiencia tan maravillosa que supone traer descendencia al mundo. El poema
describe diferentes estampas y escenas de la vida cotidiana de los hijos, y las
emociones y sentimientos subjetivos que desencadenan en el yo lírico. Se trata
de una descripción impresionista que pretende captar la ternura del instante.
En la primera estrofa se habla del parecido físico entre los
padres y los hijos. Evidentemente, esto es cosa de la genética. El padre
contempla a su hijo y lo percibe como un reflejo suyo. Y eso genera una
sensación de plenitud ya que has traído al mundo un “mini-yo” jajajja: “A
menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción”. El niño
puede heredar muchos rasgos del padre: el color de los ojos, el pelo, la forma
de la nariz…Y eso crea un vínculo entre el hijo y su padre
Los niños son muy receptivos ante los estímulos del mundo exterior. Captan las señales del lenguaje no verbal (gestos, miradas, carantoñas, expresiones faciales, caricias, besos, dibujos, ruidos …) y reaccionan: “Esos que se menean con nuestros gestos”.
Y por supuesto, son seres muy curiosos, con ganas de descubrir y conocer el mundo. Interactúan con el entorno, quieren saber el funcionamiento de las cosas. Quieren ver, tocar, escuchar, oler, palpar, echarse a la boca todo con lo que se topan. A esas edades hacen uso de todos los sentidos del cuerpo humano: “Echando mano a cuanto hay alrededor”. Esta escena es tan típica… Todos los que tengáis hijos seguro que lo entendéis.
Hay una etapa del desarrollo infantil en la que los
niños no paran de coger todo lo que vean, lo tocan, lo tiran al suelo, lo
rompen…eso forma parte del aprendizaje. La imagen de los órganos oculares
centrando y enfocando al mundo (“los ojos abiertos de par en par”), representa
muy bien ese afán del niño por querer curiosear y conocer el entorno cercano.
Los niños se conciben como el recambio de la humanidad:
“Esos locos bajitos que se incorporan…”. Si la gente muriera y no hubiera
niños, el hombre se extinguiría. La civilización necesita a los niños, que
serán los que en un futuro sustituyan a los mayores de hoy y puedan ejercer sus
funciones para que todo fluya de una manera normal. Tened en cuenta que los
niños de hoy serán nuestros futuros médicos, profesores, ingenieros,
limpiadores, chefs…Tal como se dice en la canción, los niños se incorporan a
las dinámicas vitales del mundo. Son una parte de la realidad. El mundo existe
gracias a ellos. Forman parte de un engranaje natural, de la máquina del planeta.
Sin ellos, el mundo no sería tal como lo conocemos.
Mediante el circunloquio o paráfrasis el yo poético se dirige a los niños (“esos locos bajitos”). La expresión resulta muy afectiva. El diminutivo bajito enfatiza su pequeño tamaño. Los niños todavía no están desarrollados (tienen que crecer, hacerse fuertes…). Y son locos porque en un mundo infantil, todavía no han desarrollado la madurez y el sentido común y hacen cosas, que a priori, no tienen mucha lógica en el mundo adulto.
Es normal que los niños hagan cosas absurdas, prohibidas, peligrosas…no tienen desarrolladas 100% todas sus capacidades cognitivas y físicas. Es normal que nos parezcan “locos”. La manera que tienen de ver la vida jamás puede ser la de un adulto. Los niños viven en su mundo, en su coraza, en su burbuja. Solo buscan satisfacer sus deseos aquí y ahora. Viven a su ritmo y a su estilo jajjaa De ahí que les cueste asimilar las reglas básicas de comportamiento, adaptarse a las normas de convivencia, seguir unas pautas de vida: “Sin respeto al horario ni a las costumbres”.
Por eso, el niño se identifica con un animal salvaje al que hay que educar, enseñar, hacer que poco a poco aprenda a vivir en sociedad, seguir unas reglas, llevar un orden, relacionarse con el mundo. “Al que poco a poco hay que domesticar”. En eso radica la educación. Los niños quieren satisfacer sus instintos en el mismo momento y lugar en que se dan y se frustran si no lo consiguen. La labor de los padres es enseñar a esos niños a controlar sus impulsos y a saber gestionar sus placeres de una forma óptima y sana.
El yo poético enuncia una serie de frases típicas que todos
los padres dicen alguna vez a sus hijos en un contexto de
enseñanza-aprendizaje: “Niño, eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca”.
Las estructuras en paralelismo (sujeto pronombre neutro demostrativo “eso” +
adverbio de negación (no) + verbo pronominal (se dice, se hace, se toca)
enfatizan un modelo de educación tradicional basado en la prohibición. Si por
los niños fuera, ellos harían todo lo que les saliera del alma sin pensar en
las consecuencias. Los padres están ahí para poner los límites. De ahí las
prohibiciones.
El pronombre neutro (eso) es un eufemismo de todo aquello
que resulta, peligroso, nocivo, malsonante, malo (y todos aquellos adjetivos
negativos que queráis). El vocativo (niño) marca esas advertencias paternales
que aunque los niños lo ven como algo malo (el padre es un
enemigo/obstáculo/traba para cumplir sus deseos), en el fondo siempre lo hacen
por el bien del crío.
Los padres deben también tener mucha paciencia con los
niños, tal como se refleja en la escena del balón: “Deja ya de joder con la
pelota”. El yo poético crea una situación realista y de la vida diaria, con la
que todos los padres se identifican, y recurre a un lenguaje coloquial y casi
vulgar muy usado por todos en situaciones en las que los niños nos sacan de
quicio (joder).
Los niños reproducen lo que ven en el entorno (imitan lo que
hay alrededor) y asimilan las mismas costumbres, convenciones, creencias,
pensamientos que sus padres, tal como se manifiesta en el paralelismo: “Cargan
con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir”.
(posesivo + sustantivo)
Mientras que los rasgos físicos venían de fábrica (eran
innatos, impuestos por la biología), los valores se adquieren con el paso del tiempo,
ya sea por aprendizaje, por experiencia, por imitación, por costumbre. Los
niños reflejan lo que ven en sus casas: “Cargan con nuestros dioses y con
nuestro idioma”
La lengua y la religión son convenciones que se transmiten
de una generación a otra, y los niños se limitan a seguir las pautas de sus
padres. Los dioses funcionan como sinécdoque: se alude a una parte o elemento
concreto (dios) en lugar de lo total (religión)
Además, la asimilación no solo va a ser de valores positivos
o neutros, sino también negativos (nuestros rencores). Si el niño vive en un
mundo corrupto, lo normal es que el niño también acabe aprendiendo las cosas
malas de la vida, y las lleve a cabo, sobre todo cuando los padres no son
buenos modelos de influencia o los ambientes son desestructurados o tóxicos.
El mundo, por lo general, suele crear expectativas en los
niños de cara a su futuro: “cargan con nuestro porvenir”. Ya hemos dicho que
los niños de hoy son los adultos del mañana, los que dentro de unos años
sustentarán el mundo y hará que este siga funcionando con eficacia. Es una
responsabilidad muy grande la que depositamos en los hijos. Desde su nacimiento
el niño está condenado al futuro. Es la ley de la naturaleza. Ese niño crecerá,
se hará adulto, tendrá que superar retos y dificultades, cumplir unas
obligaciones, la vida será más compleja.
De niños, viven aislados de la miseria y de los problemas
del mundo. Están sumidos en un estado de inocencia e ingenuidad. Los padres
buscan protegerlos de las cosas dañinas del mundo, que vivan una infancia feliz
alejada de las desgracias. No quieren que los niños lo pasen mal, de ahí la
metáfora “por eso parece que son de goma”. La goma es un material resistente,
elástico, no se rompe. Los padres defienden a sus hijos de los peligros y
males, para que no sufran ni se hagan daño
En el mundo infantil los problemas tienen fácil solución. Si
a un niño le pasa algo juegas con él, le cuentas una historia o le haces una
carantoña y se soluciona todo mágicamente: “les bastan nuestros cuentos para
dormir”. En un mundo sin preocupaciones, los niños se conforman con cosas
sencillas.
La canción también alude a la actitud metomentodo y meticona
que algunas veces los padres proyectan sobre sus hijos, sin ninguna mala
intención, pensando siempre en su futuro: “Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio o la vocación”. Este defecto, fruto del cariño y del amor
paternal, hace que a veces los padres se metan mucho en la vida de sus hijos,
buscando lo mejor para ellos. El yo poético da una levísima pincelada
autocrítica. Es algo universal de todos los padres. No se puede remediar
jajjaja. Pero siendo fruto de la pasión es entendible
Cuando nace un hijo, los padres tienden a proyectar sus
propias ilusiones en él y ven al niño como símbolo de la esperanza para cumplir
un sueño que ellos no pudieron satisfacer en su vida. Típico ejemplo. A mí me
hubiera gustado ser médico, pero por distintas circunstancias no he podido
materializar ese deseo. Entonces esa ilusión que no he podido llevar a cabo la
deposito en mi hijo, y hago todo lo posible para que ame la medina, estudie la
carrera y en el futuro sea un reputado doctor. Cuando todavía un niño no tiene
claro su futuro, muchos padres orientan y guían las motivaciones de su hijo
hacia aquellas cosas que a ellos les gusta, y a través de sus retoños, poder
cumplir sus aspiraciones que no pudieron culminar ellos en el pasado.
A medida que el niño crece, irá entrando en contacto con la
cara dura de la vida. El mundo no es todo color de rosa. Hay penas, tristezas,
miserias, frustraciones, desgracias, problemas, realidades duras, hachazos que
te da la vida…Poco a poco los padres deben hacer que los hijos vayan conociendo
ese otro lado de la vida, esas cosas negativas que tan poco nos gustan: “Les
vamos transmitiendo nuestras frustraciones…”. Y hay que hacerlo con delicadeza,
mimo, control, buscando el equilibrio entre lo positivo y lo negativo, tal como
se refleja en la metáfora “con la leche templada y en cada canción”. Lo
temblado simboliza el centro entre los extremos, el equilibrio. Hay que dar una
visión realista de la vida (ni demasiado optimista ni demasiado pesimista). La
clave es que poco a poco vaya aprendiendo a vivir en un mundo que no es
perfecto.
Al final, por mucho que los padres intenten que el contacto
con la cruda realidad sea lo menos traumático posible, al final, los
sentimientos negativos llegarán, y no se puede hacer nada por evitarlo. La vida
son rosas y son espinas. Hay altos y hay bajos. Y al final, tarde o temprano,
llegarán las hostias y nuestros hijos lo pasarán mal. Todos nacemos
predestinados a sufrir ya que la vida por naturaleza nos obligará a sufrir
tarde o temprano: “Nada ni nadie puede impedir que sufran”. Los indefinidos
existenciales negativos enfatizan la idea de lo inevitable (nadie ni nadie) con
una aliteración del sonido nasal (n) que da mucha intensidad a este tramo.
El tópico del Tempus fugit también hará acto de presencia en
la canción: “Nadie ni nadie puede impedir que […] las agujas en el reloj avancen”.
El reloj es metáfora del paso del tiempo. Este avanza, no se detiene, la vida
sigue su curso de manera natural. Y ese correr de la vida hace que los niños
maduren, crezcan, se conviertan en adultos, que tomen decisiones, que tengan
éxitos, fracasos. Todo esto se expresa muy bien con las anáforas y el
paralelismo: “Que decidan por ellos, que se equivoque/ que crezcan, que un día
nos digan adiós”. (conjunción completiva + subordinada sustantiva de
complemento directo). El adiós es metáfora del final del proceso vital del ser
humano, de la muerte. Las leyes biológicas nos dicen que los padres deben morir
antes que los hijos (y no al revés)
En las estrofas hay versos dodecasílabos que se agrupan en
estrofas donde riman segundo con cuarto, y el primero y tercero quedan libres:
12-12a 12- 12a. Es el esquema de la copla, pero de arte mayor en vez de menor.
La primera estrofa después del primer estribillo es un serventesio (12a 12b 12a
12b). En el estribillo, se pierde la rima y se mezcla el arte mayor con menor.