martes, 23 de septiembre de 2025

La tronada (La ronda de boltaña): reivindicando la identidad aragonesa

De la balada romántica pasamos al folclore reivindicativo. Corría el año 1998 cuando uno de los grupos más famosos de música popular aragonesa, la ronda de Boltaña, lanzaba al mercado su disco "Banderas de humo". De forma instantánea, uno de sus temas se convirtió en un himno para la comunidad maña. Hablamos de La tronada. 

La poética letra de Manuel Domínguez y la melodía de Miguel Sorribes calaron en el corazón de todos los aragoneses. El estribillo no solo constituye una oda a Aragón, sino también la metáfora del despertar colectivo del pueblo, que en lugar de resignarse a aceptar la historia busca satisfacer sus aspiraciones y hacerse cada día más fuerte. 




Con la tronada, ¡ven a rondar!que ya se ve relampaguear,Si sopla aire de puerto, ¡la que se va a armar!...
¡Tú dale al guitarrico, zagal!,las gotas llevarán el compás.¡Buen tiempo pa rondar, rondar y no parar!
Rondar para decir que no nos van a sacar de aquí;tu tierra estará viva , mientras viva en ti.Rondar para decir con la voz de la lluviacosas que yo solo no te sé decir.
Rondar para decirte, país, mil palabras de amor;si un trueno las apaga, ¡mejor que mejor!.Tú mira bien mis labios, ¡verás qué misterio!:pronunció ""Sobrarbe"", y digo ""¡Aragón!
Tienes nombre de río, pequeña naciónagua del Pirineo que al mar no llegó.Encontraste tu lugar , una tierra a la que amary has llegado a olvidarte del mar.
Somos un pueblo de agua en un seco país;abrazados a un río queremos vivir.No veremos nunca el mar, como no echemos a andar.¡Vamos juntos, que se oye tronar!
...
Con la tronada, ¡ven a rondar!,¡Que cante todo el que ha de cantar!seremos los heraldos de la tempestad.
En cuanto el viento quiera soplara Tierra Baja hay que marchar.¡Banderas desgarradas volved a ondear!
Ejército de lluvia, en la noche se te oye llegarpor sierras y llanadas hacia la ciudad.Las piedras que hace siglos te esperan insomnesentre ellas se ponen a cuchichear.
El Ebro les escucha contarse delirios de amor:que vuelve a conquistarlas ""su Batallador"".""¡Ya están aquí otra vez aquellos montañeses!""""...¿O es esa tronada que grita: ¡Aragón!""
Tienes nombre de río, pequeña naciónagua del Pirineo que al mar no llegó.Encontraste tu lugar , una tierra a la que amary has llegado a olvidarte del mar.
Somos un pueblo de agua en un seco país;abrazados a un río queremos vivir.No veremos nunca el mar, como no echemos a andar.¡Vamos juntos, que se oye tronar!
...
Con la tronada, ¡ven a rondar!y haremos las ventanas temblar,¡Tambores de Calanda detrás del cristal!...
¿Qué pasa con la trompa, zagal?pa mi que hay truenos que suenan más.Como el Moncayo sople ¡verás que es soplar!
Como el Moncayo sople verás un bajel navegar;surcando la tronada, su rumbo buscar.Bajel de nubes negras, bajel almogávar¡déjame ir contigo por el ancho mar!.
Ancho mar de sueños que juntos soñamos tú y yo-romper siento sus olas en mi corazón-.Pon rumbo a Neopatria, o lee en mis labios:la patria que sueñas se llama Aragón.
Tienes nombre de río, pequeña naciónagua del Pirineo que al mar no llegó.Encontraste tu lugar , una tierra a la que amary has llegado a olvidarte del mar.
Somos un pueblo de agua en un seco país;abrazados a un río queremos vivir.No veremos nunca el mar como no echemos a andar""¡Desperta, Ferro !"", ¡Que te oigan tronar!

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Para entender este poema es necesario conocer el contexto histórico que vivió la corona de Aragón allá por 1147. Alfonso el Batallador (es decir, Alfonso I de Aragón, rey de Aragón y Pamplona) tuvo como máxima aspiración la conquista del valle bajo del Ebro. ¿Su objetivo? Buscar una salida natural al mar Mediterráneo que sirviera de trampolín para hacerse con el control de todo el litoral este de la península (reino de taifas de Valencia, Denia y Murcia). 

Las ambiciones de este monarca chocaron contra las de Ramón Berenguer IV, conde Barcelona, el cual tomó la delantera gracias a su espectacular ejército invadiendo la ciudad de Tortosa. La toma de la urbe tarraconense por parte de Cataluña fue decisiva para impedir la expansión de Aragón por la costa. De esta manera, el reino maño se quedó sin su ansiada apertura al mar, teniéndose que conformar con las tierras secas del interior (Zaragoza, Huesca, Teruel). 

Ocho siglos después muchos aragoneses viven con la "espinita" de que su nación podía haber sido una gran potencia mediterránea si no llega a interponerse este conde catalán. 

El estribillo de La tronada habla del espíritu soñador, del orgullo y la resistencia del pueblo maño que en lugar de llorar, apenarse o conformarse ante la adversidad de ser una región de "segunda división", expresan la satisfacción por su cultura, sus tradiciones, sus cantes, sus señas de identidad y sus paisajes, y viven con la convicción y la fe de que algún día se dará la vuelta a la tortilla, cambiará el curso de la historia y entre todos conseguirán prosperar la nación y que se convierta en una región a la altura de su pasado. En vez de asumir la derrota o regocijarse en el melodrama (qué injusticia, qué desastre...), el yo poético confía ciegamente en que la salida al mar se convertirá tarde o temprano en una realidad para el pueblo de Aragón. 

La voz lírica se dirige al pueblo aragonés mediante la marca de segunda persona (tieneS nombre de río) y el apóstrofe o vocativo (pequeña nación). Se trata de un monólogo, ya que no hay respuesta, y además no se habla a una persona concreta, sino a una entidad colectiva (el pueblo aragonés).

El adjetivo de cualidad física (pequeña) tiene connotaciones espirituales, ya que no se habla del tamaño de la comunidad, sino de su esencia. El vocablo "pequeño" tiene dos acepciones:

-Por un lado, un matiz afectivo y cariñoso del que sentirse orgulloso.

-Por otro lado, la consideración de que Aragón todavía no ha alcanzado el estatus que merece. Durante la Edad Media se daban todas las condiciones para convertirse en superpotencia mediterránea pero por casualidades de la historia (auge de un pez gordo como Cataluña) al final se quedó en una región menor que no posee el prestigio o reconocimiento deseado. El yo poético tiene la esperanza de que esa nación pequeña se convierta en grande. 

Aragón ha nacido para ser un pueblo de mar. Lo lleva en la sangre. Es su cualidad innata. Estuvo cerca de serlo en el pasado y por una serie de circunstancias concretas no culminó su aspiración. Al final, se tuvo que conformar con algo más modesto tal como se expresa en la metáfora nominal (tienes nombre de río...). Un río no posee las connotaciones de grandeza/epicidad/majestuosidad del mar.

La aposición con la metáfora acuática representa el deseo frustrado, la aspiración no conseguida: agua del Pirineo que al mar no llegó. Aragón se tuvo que conformar con el sector del alto Ebro, la zona más pegada a la cordillera pirenaica. No ha podido asentare en la costa. 

La no consecución del deseo no ha impedido el amor y el orgullo a la patria, ya que el pueblo aragonés consiguió estar a gusto en el interior, y poder desarrollar su vida durante siglos. Aunque no era lo que se quería inicialmente, la gente logró su felicidad en esta zona más recóndita y están orgullosos de ella, tal como se expresa con el posesivo de vinculación (encontraste TU lugar) y la aposición (una tierra a la que amar). Sea en un sitio u otro, la identidad y la dignidad se han alcanzado, y el éxtasis por las raíces está vigente. Puede más el sentimiento de pertenencia que la rabieta por no haber conseguido algo (has llegado a olvidarte del mar). Se han adaptado al nuevo entorno de manera óptima. 

Aun así, el yo poético reconoce que la espinita sigue clavada y aunque parezca que hayan renunciado al mar, ellos no olvidan el pasado y que su naturaleza sigue siendo la de potencia marítima: somos pueblo de agua en un seco país. La antítesis (agua/seco) contrapone el deseo (mar) con la realidad (secano), el pasado (cuando se estuvo a punto de acariciar el sueño saliendo al mar) con el presente (se han tenido que quedar con el interior). 

A pesar de la adversidad ellos muestran su voluntad de querer y mantener ese nuevo territorio, tal como se expresa con el participo de unión (abrazados a un río) y el verbo de afección (queremos vivir). La historia del pueblo aragonés va ligado al río Ebro. Lo que ha pasado es que en lugar de vivir en tierras bajas cerca del mar les ha tocado asentarse en las tierras altas, pero en ambos casos, el Ebro forma parte de sus vidas. 

El espíritu de lucha no desaparece pese al conformismo. El hecho de que haya una espinita clavada en el corazón del pueblo aragonés hace que surja un espíritu de lucha, de no perder la esperanza. No hay una renuncia a esas aspiraciones marítimas. La oración subordinada condicional invita a la acción, a no estar indiferente, a no quedarse dormido, a no olvidar el tema del todo: no veremos nunca el mar como no echemos a andar...

El yo poético habla en primera persona de plural (veremos, echemos...), rasgo típico de la lírica social o comprometida de los años cincuenta. Es una manera de animar al pueblo y remover las consciencias: la abulia o la inacción son negativos. Se puede hacer algo para cambiar la situación. Es compatible amar el interior (no se avergüenzan de vivir en una zona de secano) y a la vez poder cumplir ese ideal de Aragón con salida al Mediterráneo

La exclamación retórica es un grito a la lucha: Vamos juntos que se oye tronar! La tormenta funciona como metáfora de la fuerza, el poder latente y el despertar del pueblo aragonés. Para reivindicar algo es necesario dar ruido, captar la atención, hacerse notar. No se puede hacer desde el silencio y la quietud. Un trueno, por naturaleza es un fenómeno estridente y fragoroso. Su sonido se expande con facilidad en el entorno y llega a muchos oídos. Un relámpago supone una descarga eléctrica que ilumina de forma repentina un lugar. Por si solo es un elemento llamativo y provocativo. La tormenta es una llamada a la lucha, al levantamiento colectivo para provocar un cambio de mentalidad. 

La idea de Aragón como superpotencia mediterránea está bastante arraigada en la sociedad aragonesa. No obstante, la batalla es intelectual. No se hace desde la violencia, la guerra, el rencor o el enfado. No es una tormenta destructiva, sino constructiva, ya que representa la energía de Aragón cuando se une (como un ejército de lluvia que avanza). Las armas que se utilizan son elementos típicos del folclore, la cultura y la música popular aragonesa: con la tronada ven a rondar. 

La música de rondalla es típica de los contextos festivos. La gente la canta en las calles delante de sus vecinos, familia y amigos. La mejor manera de mantener viva la identidad aragonesa es conservar las tradiciones (por ejemplo, géneros tan populares como la jota). No deben caer en el olvido. Gracias a la memoria el pueblo mantiene sus raíces. No hace falta hacer grandes discursos o montar guerras civiles para que Aragón sea la mejor. Con gestos tan simples como tararear una canción autóctona o narrar a los niños una historia local ya estamos contribuyendo a la tronada. Las manifestaciones artísticas son huella de la historia de un pueblo. El imperativo (ven a rondar) es una invitación a la contribución. 

Los primeros versos describen la tormenta de forma virulenta e intensa: que ya se ve relampaguear. Si sopla aire de puerto, la que se va a armar... La derivación denominal (relámpago<relampaguear) y la oración subordinada condicional (si sopla aire...) reflejan la pasión y las ganas del yo poético por luchar. El público percibe que hay ganas de reivindicar lo aragonés. Los coloquialismos (la que se va a armar) representan una victoria anticipada, ya que el ruido va a hacer efecto y el pueblo será escuchado

Como ya hemos dicho, las herramientas de combate no son bélicas, sino culturales. En este caso, están relacionadas con la música: tu dale al GUITARRICO zagal, las gotas llevarán el COMPÁS. 

Encontramos elementos típicos del habla y el mundo aragonés. Un zagal es un chico o una chica joven. Un guitarrico es un instrumento en forma de guitarra pequeña, antecesor del ukelele y que posee timbre alegre. 

Las valoraciones subjetivas (buen tiempo para rondar...) y las reiteraciones (rondar, rondar y no parar...) implican una lucha constante y continuada. Durante siglos Aragón no ha olvidado su historia y ese acto de memoria fortalece a los pueblos. Es beneficioso para la nación.

Mientras haya gente que se sienta orgullosa de sus raíces, practique sus costumbres ancestrales y tenga el sentimiento de pertenencia, la identidad aragonesa nunca morirá, tal como se muestra en la siguiente personificación: tu tierra estará viva mientras viva en ti. Una entidad abstracta/conceptual (tierra) realiza acciones propias de humanos (estar vivo)

El políptoton realza la pervivencia de la identidad aragonesa hacia la eternidad: el lexema viva aparece como adjetivo (estará viva) y como verbo (mientras viva)

Ese sentimiento de pertenencia es algo tan trascedente y pleno que no existen palabras para expresarlo. Es lo que Bécquer llamaba inefabilidad. El placer es tan grande que el lenguaje se vuelve insuficiente: cosas que yo solo no sé decir. 

Mediante la anáfora el yo poético lanza una serie de consignas: rondar para decirte que no nos van a sacar de aquí/rondar para decirte con la voz de la lluvia/rondar para decirte mil palabras de amor. Como ya hemos dicho, el folclore aragonés es un arma para expresar arraigo y afecto a la tierra. A pesar de que la zona del Alto Ebro no era la inicialmente deseada (querían su salida al mar) los aragoneses supieron querer y apreciar ese nuevo lugar, el cual contribuyó a forjar su identidad y no van a renunciar a él. 

El espíritu de resistencia está presente en estos versos: no nos van a sacar de aquí. ¿No os recuerda esto al tema No nos moverán que los chicos de Verano Azul cantaban para defender el barco de Chanquete? Pues algo parecido pero aplicado a la nación aragonesa: las tierras del interior son suyas y la aspiración de salir al mar no supone renunciar a lo secano. 

La música aparece en armonía con el mundo natural y atmosférico (con la voz de la lluvia), ya que es el arma para defender la esencia maña. La hipérbole refuerza el sentimiento de pertenencia y pasión por el pueblo: mil palabras de amor. 

El vocativo enfatiza el sentimiento nacionalista, ya se utiliza el término "pais": rondar para decirte, país, mil palabras de amor. Aragón se convierte en destinatario amoroso del canto como si fuera una persona. El trueno, lejos de callar el mensaje, lo refuerza: la fuerza de la naturaleza lo convierte en algo "grande". De ahí el superlativo: si un trueno las apaga mejor que mejor. Es como si la tronada se sumara a los mensajes de miles de aragoneses y estuviera de acuerdo con ellos haciendo eco. 

Antes del estribillo se hace referencia a la cuna histórica de Aragón, donde según la tradición surgió el Reino en la Edad Media. Se trata de la comarca pirenaica del Sobrarbe: tu mira bien mis labios verás qué misterio, pronuncio Sobrarbe y digo Aragón. El yo afirma que la raíz (Sobrarbe) es inseparable de la nación entera (Aragón). En el nombre local está contenida la identidad. Nombrar una parte es invocar el todo. En definitiva, una sinécdoque al servicio del sentimiento de identidad aragonesa. 

El misterio representa la unidad entre la tierra pequeña y la patria grande. Aragón nace en un valle remoto pero su eco es nacional. Los labios del pueblo transmiten identidad, aunque las palabras cambien; lo importante es lo que significan en el corazón. 

El inicio de la segunda estrofa es parecido al de la primera: la música como vehículo para alzar la voz y expresar el sentimiento de pertenencia: que cante todo el que ha de cantar. De nuevo, el políptoton hace acto de presencia para realzar la expresión: el verbo cantar aparece en presente de subjuntivo (cante) y en infinitivo como parte de una perífrasis verbal de obligación (ha de cantar), que invita al receptor a ser partícipe del proceso de protesta. El cuantificador (todo) engloba a la totalidad de aragoneses o aquellos que tienen dentro esa sensación de arraigo a la tierra. 

La metáfora del aragonés como mensajero (seremos los heraldos de la tempestad) refleja la necesidad de hablar, de no quedarse callado, de expresar lo que se tiene dentro y mostrar orgullo. El yo poético se funde entre la colectividad en una primera persona del plural (seremos) universalizando el mensaje

A continuación se produce la evocación del sueño aragonés, de tener una nación con salida al mar, que estuvo a punto de producirse en el siglo XII pero por diferentes casualidades no se llevó a cabo, y ahora, con la fuerza mental de todos los maños se hace realidad: en cuanto el viento quiera soplar a Tierra Baja hay que marchar...

La Tierra Baja hace referencia a la comarca del Bajo Aragón, que es la más cercana al Mediterráneo, y la que da acceso al litoral. Se produce un hipérbaton ya que el circunstancial de dirección (a Tierra Baja) se adelante al verbo (hay que marchar) con el fin de realzar la toponimia deseada para la expansión de la nación aragonesa, tal como se proyectaba en la Edad Media. La perífrasis verbal de obligación (hay que marchar) contribuye a dar fuerza a la acción, ya que hay una colectividad activa dispuesta a cambiar las cosas. 

La exclamación retórica crea una atmósfera guerrillero-militar. El discurso del yo poético se acerca a la arenga: banderas desgarradas, volved a ondear. El símbolo (bandera) potencia la convicción ideológica (la gente está concienciada del mensaje). El adjetivo de aspecto (desgarrado) muestra un estado de lucha y cansancio. La perífrasis reiterativa (volved a ondear) implica la recuperación de algo que ya se había dado anteriormente (deseo de salir al mar)

En los siguientes versos se describe desde la fantasía de la voz lírica una supuesta conquista del valle bajo del Ebro por parte de los soldados aragoneses: ejército de lluvia, en la noche se te oye llegar por sierras y llanadas hacia la ciudad. La combinación de diferentes ecosistemas (sierra, llanada, ciudad) da un toque épico, como de hazaña o gesta. Eso es lo que hubieran deseado los aragoneses del siglo XII: hacerse con el control de esas tierras. 

Los elementos de la naturaleza son testigos de la proeza del ejército maño: las piedras que hace siglos te esperan insomnes, entre ellas se ponen a cuchichear. El paisaje aparece personificado pues realiza actos propios de seres humanos (esperar, tener insomnio, cuchichear...). La empresa de los soldados no pasa desapercibida en el entorno cercano, que contempla con asombro y curiosidad cómo se absorben nuevos territorios, y a la vez celebran el logro, como si estuvieran ansiosos de pertenecer a Aragón desde hace mucho tiempo. El escenario se pone de lado de los aragoneses. Tiene "memoria histórica". 

Como era de esperar el río Ebro se suma a la fiesta y forma parte de la prosopopeya: el Ebro les escucha cortarse delirios de amor, que vuelve a conquistarlas "Su batallador". La naturaleza queda hechizada al encanto del pueblo aragonés. Siente que pertenece a esa nación. 

El epíteto épico (Su batallador) hace referencia al rey Alfonso I el Batallador, que fue el ideador de una Aragón abierta al mar, y con potencial para expandirse por la costa Mediterránea. La perífrasis verbal de reiteración (vuelve a conquistarlas) da un matiz épico, ya que nos acerca a la idea de Reconquista.

A continuación se reproducen en estilo directo las palabras de la Naturaleza ante el espectáculo: Ya están aquí otra vez aquellos montañeses o es esa tronada que grita Aragón. El gentilicio hace referencia a aquellos que vienen de los valles pirenaicos del norte para conquistar el bajo Aragón.

La interrogación retórica en disyuntiva con el verso anterior supone el fin de la fantasía, pero no el fin del espíritu de lucha: ¿O es esa tronada que grita Aragón? Evidentemente, la escena de la conquista es solo producto del deseo y la pasión. No se puede llevar a cabo de forma física. Sin embargo, el poder, la fuerza, el deseo y la unión del pueblo aragonés está ahí, se hacen escuchar y son una masa importante, y no van a callar. Se produce un grito identitario (Aragón!!!!!!!!!)

Al inicio de la tercera estrofa, la fuerza del pueblo aragonés se intensifica acariciando la hipérbole: con la tronada ven a rondar, haremos las ventanas temblar, tambores de Calanda detrás del cristal. El objeto directo (las ventanas) rompe la perífrasis (hacer temblar): haremos las ventanas temblar. Esto simboliza la ruptura del orden, la armonía y las normas: para producir cambios es necesario moverse, luchar. Esto implica adoptar posturas incómodas, enfrentarse al sistema, estar fuera de la zona de confort. Aunque en este caso solo se trata de "dar ruido", en cualquier contexto de reivindicación, la acción es clave. 

Encontramos una referencia  a los tambores de Calanda (pueblo de Teruel) que son típicos de la Semana Santa. El viernes santo a mediodía, cientos de tamborileros vestidos con túnica morada se congregan en la plaza principal y toca al unísono redobles de tambor durante varias horas para conmemorar la muerte de Jesucristo y el temblor de la tierra que la acompañó. Se recurre a una tradición popular para reflejar la intensidad de la voz del pueblo aragonés. 

Cuanta más gente se una a la reivindicación, el mensaje llegará a más gente y calará en sus mentes. Por eso el yo poético realiza una petición a la juventud para que añadan más instrumentos tal como se ve en la interrogación retórica con un toque de broma: ¿Qué pasa con la trompa, zagal? pa mí hay truenos que suenan más. Todo ruido es poco. La fuerza colectiva vence a la individual. 

El Moncayo, que es la montaña más alta del sistema Ibérico, y también de todo Aragón, se personifica y se une a la reivindicación de identidad del pueblo aragonés: como el Moncayo sople, verás que es soplar

Una entidad inanimada (monte) realiza acciones propias de seres humanos (soplar). El poder telúrico es inmenso y sirve de apoyo a los aragoneses. 

De nuevo encontramos un políptoton que enfatiza el poder de la naturaleza, ya que un elemento icónico se pone de parte de la gente. En un mismo verso aparece el verbo soplar en infinitivo (soplar) y presente de subjuntivo (sople). El coloquialismo (verás que es soplar) apela al público para que se dé cuenta de la trascendencia del mensaje (antes el Ebro, y ahora el Moncayo, dos piezas emblemáticas de la geografía de la región, contribuyen a la identidad aragonesa y son partícipes de la lucha). 

La presencia de un elemento tan poderoso como el Moncayo motiva la reactivación del plano del sueño y la fantasía: como el Moncayo sople verás un bajel navegar. El soplo es tan poderoso que hace navegar un barco en medio de la tormenta: verás un bajel navegar surcando la tronada su rumbo a buscar... La hipérbole va ligada al contexto surrealista de lo imaginativo. Lo telúrico impulso el sueño de los aragoneses de tener salida al mar. El léxico está relacionado con el movimiento (navegar, surcar) y la dirección (buscar el rumbo), ya que los maños tienen claro su mensaje y quieren culminar su proyecto. 

Evidentemente, el barco no es real tal como expresa la metáfora: bajel de nubes negras. Se trata de un barco nacido de la tormenta, de la mente de todos los aragoneses. Además, encontramos un adjetivo de procedencia (bajel almogávar) que evoca a guerreros medievales de Aragón que partieron a conquistar tierras del Mediterráneo. Realizaban incursiones en zonas musulmanas (algaras) y obtenían suculentos botines. 

Las aposiciones poseen la estructura en paralelismo que dibujan el tipo de embarcación: bajel de nubes negras, bajel almogávar. Se trata de un sintagma nominal simple con un núcleo sustantivo (bajel) y un complemento ya sea un adjetivo (almogávar) o un sintagma preposicional complemento del nombre (de nubes negras). Como veis, se trata de barco teñido de elementos inherentes a la historia de Aragón. 

El yo poético suplica con el modo imperativo formar parte de ese sueño: déjame ir contigo por el ancho mar. El mar, ausente físicamente en Aragón, simboliza el horizonte de libertad y destino colectivo. No solo es una masa de agua o espacio físico en el que una región busca tener su salida, sino también posee connotaciones románticas esproncedianas (recordad el poema Canción del pirata): el mar como marco para desarrollar la voluntad aragonesa. El epíteto físico (ancho mar) refleja la amplitud e infinitud de lo se quiere conseguir.

Por tanto, no se trata de un mar en su sentido físico o tangible, sino un mar de sueño compartidos: ancho mar de sueños que juntos soñamos tu y yo. La aliteración de la consonante silbante (sueñoS, juntoS, soñamoS) recrea el flujo suave de las corrientes marinas. El políptoton (sueños, soñamos) enfatiza la magnitud de los deseos de los aragoneses. El adjetivo de proximidad (juntos) expresa la fusión, unión y hermanamiento del pueblo maño en la consecución del deseo. Como si de un poema místico se tratara, la primera persona se une a la segunda (tú y yo) como un todo que representa la semejanza e igualdad de pensamiento. Es una idea común a todos los aragoneses. 

El oleaje no está en la costa, sino en el espíritu y alma de todos los mañicos.: romper siento sus olas en mi corazón. La fuerza y la emoción del pueblo son tan grandes que se rompe la sintaxis (hipérbaton) de forma que la forma no personal de la perífrasis se adelante a la personal: siento romper < romper siento

Aunque Aragón no se asentó en la costa Mediterránea penínsular, sí tuvo un territorio de Ultramar. Se trata de Neopatria, ducado situado en Grecia, en la región de Tesalia, y perteneció a la corona aragonesa durante algunos años. La canción hace un guiño a estas tierras cuando el yo poético pide en imperativo al barco que vaya allí: Por rumbo a Neopatria. Se evoca con nostalgia el pasado glorioso. 

Sin embargo, la oración disyuntiva corrige las palabras de la voz lírica, de forma que el destino no está fuera, sino dentro: o lee en mis labios, la patria que sueñas se llama Aragón. 

Es un cierra poderoso, ya que el viaje soñado, el barco, la tormenta...todo desemboca en reafirmar que el verdadero horizonte es amar y reivindicar Aragón. La salida al mar, la Neopatria solo es la excusa y el pretexto para activar el sentimiento de identidad aragonés. El objetivo del tema no es pedir que Aragón tenga salida a la costa mediterránea o se convierta en una superpotencia o imperio, sino que Aragón sea objeto de orgullo y amor. Es la expresión de un sentimiento. Recurre a la épica pero el fin último no es revolucionar las fronteras de un país, sino remover corazones. 



lunes, 15 de septiembre de 2025

Amor de verano (Dúo Dinámico): lo que implica el final de las vacaciones estivales cuando te enamoras

El pasado 26 de agosto falleció Manuel de la Calva, componente del Dúo Dinámico. La mejor manera de homenajearlo es analizando una de sus canciones míticas. En este caso, voy a aprovechar la inercia del calendario. Estamos en septiembre. Quedan pocos días para que acabe la estación estival y llegue el otoño. ¿Qué os parece si comentamos "Amor de verano"?

El tema fue compuesto en el año 1963 aunque los más jóvenes lo conocemos gracias a la serie "Verano azul". En el último capítulo, después de la muerte de Chanquete, la pandilla dice adiós a las vacaciones en Nerja. Bea, Desi, Pancho, Javi, Kike, Piraña, Tito y Julia se despiden para siempre, pues es la hora de que todos vuelvan a casa, recuperen la rutina y pongan fin al ocio veraniego. Los acordes de Amor de verano nos hicieron llorar en este último episodio. 

Se trata de una balada romántica en la que el yo poético canta a un amor conocido durante las vacaciones estivales y se despide de él sin saber si algún día volverán a verse. En una época sin teléfonos móviles ni redes sociales todas las experiencias vividas en el verano se quedaban en el pueblo donde veraneábamos. El reencuentro era algo imposible y todo quedaba en un recuerdo bonito que se evocaba nostálgicamente. 



El final del verano llegó
Y tú partirás
Yo no sé hasta cuando
Este amor, recordarás

Pero sé que, en mis brazos
Yo te tuve ayer
Eso sí que nunca
Nunca, yo olvidaré

Dime, dime, dime, dime, amor
Dime, dime que es verdad
Lo que sientes en tu corazón
Es amor en realidad

Nunca, nunca, nunca, nunca más
Sentiré tanta emoción
Como cuando a ti te conocí
Y el verano nos unió

El final del verano llegó
Y tú partirás
Yo no sé hasta cuando
Este amor, recordarás

Pero sé que, en mis brazos
Yo te tuve ayer
Eso sí que nunca
Nunca, yo olvidaré

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Los primeros versos albergan el tópico del tempus fugit, es decir, el tiempo pasa rápidamente casi sin darnos cuenta: el final del verano llegó...Cada vez que empieza una estación el ser humano percibe que empieza un nuevo periodo en su vida, el cual resulta extenso y casi eterno. Al inicio de las vacaciones pensamos que el verano no se va a acabar. Vemos muy lejos el final. Tenemos muchos días por delante. Sin embargo, poco a poco, las jornadas pasan sin tener consciencia. Las semanas avanzan y cuando nos queramos dar cuenta, llega agosto. 

Al final, el verano se pasa y las vacaciones se terminan, tal como sentencia el inicio de la canción, cuyo léxico incluye palabras relacionadas con el calendario (verano), la expiración del tiempo (el final) y la manera en que este se presenta en nuestras vidas gracias al verbo de desplazamiento (llegó). 

La sintaxis resulta lapidaria y concisa sin ningún tipo de adorno o rodeo, presentando la problemática de los amores estivales: el final del verano llegó y tu partirás. El futuro de indicativo (partirás) da certeza a los hechos. Se trata de algo seguro, cierto, inminente e indudable: va a pasar sí o sí. No se puede hacer nada para evitarlo.

Las relaciones sentimentales de verano, sobre todo en el contexto de los años sesenta, se daban solo en el ámbito de las vacaciones: dos personas de manera fortuita coinciden en un punto geográfico concreto ya que deciden veranear en el mismo sitio (por ejemplo, en un pueblo costero). Se conocen, empatizan y se enamoran. Ambos sabe que este tipo de interacción afectiva tiene fecha de caducidad ya que cuando se acaben las vacaciones cada uno volverá a su casa y seguirá con su vida y sus rutinas. Por muy bonita que resulte la experiencia, los amores de verano tienen una naturaleza efímera. Contra eso no se puede hacer nada. 

La coordinación copulativa une dos hechos que van de la mano, se dan de manera simultánea: cuando ocurre uno, ocurre también el otro: el final del verano llegó Y tu partirás. Se acaban las vacaciones y en ese momento muere la relación. 

Frente a la certeza universal de que el tiempo pasa y "mata" el amor, el yo poético plantea un matiz de incertidumbre y duda: yo no sé hasta cuándo este amor recordarás. 

La experiencia de lo vivido marca de una manera tan intensa que no se puede olvidar. Nuestra mente se queda con todo lo que hemos sentido ese verano, y lo almacena de por vida. Al ser un amor breve (¿un par de semanas? ¿un mes?...), lo normal es que no dé tiempo a que haya problemas, roces o choques de egos. Tendemos a idealizar y a asociar a esa persona con momentos positivos y maravillosos. De esta manera, el amor de verano deja huella

Por tanto, en el estribillo convive la objetividad y el análisis frío (el final del verano llegó y tu partirás) con la subjetividad y el análisis mental (yo no sé hasta cuándo este amor recordarás...). La negación del verbo cognitivo (yo no sé...) humaniza el contexto dramático (el yo no se queda impasible ante ese final pues busca una manera de que el amor quede dignificado y en lugar de verlo como una derrota en la que saborear la pena y el dolor, quede como algo bonito que recordar con mucho cariño y nostalgia). Esto atenúa la crudeza y la frialdad de la sentencia inicial: aunque el verano ha terminado es posible que los dos miembros de esta pareja recuerden esas vacaciones y lo eleven a la categoría de especial y mágico. 

Pensemos en el pensamiento lírico de Cernuda: morir significa desaparecer de la mente del otro. En este caso ha habido una separación obligada por circunstancias temporales y espaciales (cada uno sigue con su vida), pero ambos permanecen conectados por el recuerdo de ese verano. Por tanto, ese amor no ha muerto. 

Esto nos lleva a plantear una dicotomía filosófica clásica: materialismo VS espiritualismo. Al final, las cosas materiales caducan, mueren, se estropean, se pierden, se deterioran. En cambio, los sentimientos y las experiencias perduran para siempre en nuestra memoria. Nuestra vida resulta más rica y fructífera cuando conocemos a personas o visitamos lugares. Eso vale más que todo lo material. El ser humano no gana con riquezas físicas tangibles sino con momentos vitales.

El yo poético defiende el enfoque espiritualista: la experiencia con esa persona es lo más valioso de ese verano. El verbo cognitivo da seguridad y rotundidad al pensamiento de la voz lírica: SÉ que en mis brazos yo te tuve ayer.... Fijaos cómo se aplica un verbo de posesión material (tener en los brazos) sobre una realidad esencia, con alma (otro ser humano...). El hecho de haber conocido a esa persona y haber pasado un tiempo con ella (aunque sea un par de semanas en verano) genera una realidad de la que se tiene consciencia y es merecedora de evocarse. Solo por eso, la vida del yo poético resulta mucho más enriquecedora y genial. 

Se produce una unión mística entre la primera persona (mis brazos, yo) y la segunda persona (te tuve). El adverbio de tiempo (ayer) representa el pasado, el cual no supone ningún obstáculo para desarrollar un sentimiento de afecto hacia la otra persona. Aunque han pasado muchos años de aquel verano, el yo poético permanece emocionalmente activo. El presente de indicativo (sé) va en sintonía con el pretérito (tuve). No son incompatibles en esta oración. 

El amor no solo se proyecta hacia el pasado (tuve), sino hacia la eternidad tal como se manifiesta con el adverbio negativo de frecuencia y el verbo de memoria (nunca yo olvidaré), que crea un lítote, es decir, se niega lo contrario de lo que se quiere afirmar (siempre recordaré = nunca olvidaré). 

El yo poético no busca la prolongación oficial de la relación más allá de las vacaciones. Sabe que es imposible ya que cada uno tiene su vida. Sin embargo, se conforma con que haya correspondencia en la percepción de que ha sido un verano maravilloso y los dos se acordarán para toda la vida. El triunfo del amor se produce con el acto del recuerdo, de estar presente en la mente del otro. No hace falta más. 

La voz lírica queda tranquila y serena sabiendo que se produce esta conexión mental "ad aeternum". De ahí la insistencia de hallar la respuesta de la otra persona mediante la reduplicación del imperativo con el verbo dicendi (dime dime dime amor) y la anáfora (dime dime dime amor/dime dime que es verdad). El protagonista necesita saber que hay correspondencia para irse en un estado de calma con la sensación de que el amor vivido ese verano ha sido también auténtico para la otra persona: dime que es verdad lo que sientes en tu corazón es amor en realidad. 

En este segmento predomina un léxico casi filosófico (verdad, realidad, sentir...). El yo necesita dar trascendencia a lo vivido y elevarlo a la categoría casi de mito. 

Como os he dicho, los amores de verano quedan idealizados y el ser humano piensa que esa experiencia se convertirá en la mejor de sus vidas y no habrá otra que la supere. Esto lo vemos en la reduplicación del adverbio de frecuencia (nunca nunca nunca sentiré tanta emoción). Alguien dijo (os remito al tema "Rosas" de La Oreja de Van Gogh) que el amor verdadero es tan solo y los demás son solo para olvidar.

Este tipo de relaciones afectivas juveniles-estivales se viven con tanta autenticidad y verdad que se crea el tópico de que lo primero es siempre lo mejor, y nunca querremos y nos querrán igual. Esta fotografía queda grabada para siempre en nuestro cerebro. La oración subordinada temporal marca el instante en que se produce la conexión con esa persona tan especial y que pasa a formar parte de nuestras vidas: nunca sentiré tanta emoción COMO CUANDO a ti te conocí y el verano nos unió. 

La personificación de una entidad abstracta temporal (el verano nos unió) da trascendencia y sentido al tema y a la naturaleza de este amor: se trata de dos personas que se conocieron casualmente durante las vacaciones, con todo lo que eso implica: mucha pasión, mucha verdad, mucho afecto y goce máximo mientras dura el ocio, aunque luego toque decir adiós a nivel físico. Eso sí, a nivel anímico la relación nos marca para toda la vida y siempre la evocaremos con muchísima nostalgia y cariño.