domingo, 17 de noviembre de 2024

Así fue (Isabel Pantoja): conflicto entre viejo y nuevo amor con victoria del segundo, sin rencores ni dolores

Si el día anterior analizamos un tema perteneciente al periodo coplero de Isabel Pantoja, hoy indagamos en su etapa más melódica. Esas canciones de los años ochenta y noventa, a medio camino entre copla y balada, nos proporcionan grandes momentos de calidad literaria, a pesar de que el género estuviera en plena decadencia comercial.

Ya sabéis que en este blog hay cabida para todo: desde los antecedentes precopleros y géneros afines (cuplés, fandangos, tangos, tientos...), pasando por la canción popular y la copla clásica de los cuarenta y cincuenta, hasta la copla nueva/actual, con ritmos poperos. 

En 1988, Isabel Pantoja sacaría al mercado uno de sus discos más emblemáticos: Desde Andalucía. Las canciones fueron compuestas por el cantante mexicano Juan Gabriel. Uno de los temas más conocidos es Así fue



Perdona si te hago llorar

Perdona si te hago sufrir

Pero es que no esta en mis manos
Pero es que no esta en mis manos, me he enamorado,
Me he enamorado, me enamore.

Perdona si te causo dolor
Perdona si hoy te digo adiós
Cómo decirle que te amo
Cómo decirle que te amo
Si el me ha preguntado, le he dicho que no,
Le he dicho que no.

Soy honesta con él y contigo
A él lo quiero y a ti te he olvidado
Si Tú quieres seremos amigos
Yo te ayudo a olvidar el pasado.

No te aferres,
Ya no te aferres, a un imposible
Ya no te hagas, ni me hagas mas daño.

Tu bien sabes que no fue mi culpa
Tu te fuiste sin decirme nada
Y a pesar que llore como nunca
Yo seguía de ti enamorada.

Pero te fuiste
Y que regresabas, no me dijiste
Y sin mas nada por qué? No se
Pero fue así, así fue.

Te brinde la mejor de las suertes
Me propuse no hablarte ni verte
Y hoy que has vuelto ya ves, solo hay nada
Ya no puedo ni debo quererte.

Ya no te amo
Me ha enamorado, de un ser divino
De un buen amor
Que me enseñó a olvidar
y a perdonar.

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La protagonista se encuentra en una situación sentimental delicada digna de culebrón de sobremesa. Por un lado, mantuvo una relación amorosa con un hombre. El idilio no llegó a final feliz. Ella estaba muy enamorada y lo pasó mal cuando él decidió dejarlo. Pasado un tiempo, él vuelve a su vida, pero ella ya no está enamorada. Se ha encaprichado de otro hombre, que le ha ayudado a salir del pozo y ver la vida de forma virtuosa. Ahora el que lo pasa mal es el primer amado, ya que no se siente correspondido. Se ha producido un intercambio de roles con el paso del tiempo: primero ella es la víctima, y luego él. 

El personaje femenino se tomó la ruptura de manera serena, sin rencor ni maldad. Ahora lo pasa mal viendo sufrir al exnovio. Ella sabe que queriendo al segundo hombre está haciendo daño al primero y eso le crea remordimientos. Como ser humano que es, se compadece, sufre, lo pasa mal y se identifica con él (ella misma también ha pasado por la situación de estar enamorada y no ser correspondida, y eso es muy duro). 

La muchacha se encuentra una encrucijada tormentosa. Ama al segundo hombre pero tampoco quiere hacer daño al primero, ni por supuesto, hacerse daño a sí misma.

El yo poético se siente un poco culpable de amar al segundo hombre. De ahí el empleo de fórmulas de perdón, que se distribuyen en anáforas y paralelismos a lo largo de los versos: Perdona si te hago llorar/Perdona si te hago sufrir. 

Como veis, estos versos poseen la misma estructura: Fórmula de perdón (perdona) + nexo subordinado sustantivo (si) + pronombre segunda persona afectado (te) + verbo de afectación/perturbación (hago) + infinitivo de estado emocional (llorar/sufrir). 

La chica sabe que cuanto más quiera al segundo amado, peor lo pasará el primero. Esto se traduce en un estado de culpabilidad y cargo de consciencia. De ahí la necesidad de disculparse. El empleo de verbos altisonantes (llorar/sufrir), típicos de la poesía amatoria exaltada intensifican y dramatizan el contexto. El amado lo pasa mal al no verse correspondido.

La protagonista analiza la situación de la manera más objetiva posible, para convencerse a sí misma de que no hace nada malo y quitarse el sentimiento de culpa. Al fin y al cabo, lo único que está haciendo es amar a otra persona que le ayudó a salir de una depresión provocada por la ruptura anterior. En el peor momento de su vida, este hombre estuvo ahí con ella y le ayudó a salir de la pena. Un ser que se porta así de bien, solo puede generar una respuesta en su alma: el amor. Ella quiere al segundo hombre.

Sería absurdo negar el amor hacia este muchacho solo por no hacer daño al primero. La felicidad debe ser lo primero. No debe sentirse culpable de que el otro sufra ahora. Ella está siendo justa y sincera.  

¿Y cómo justifica esa decisión de quedarse con uno y desechar al otro? En primer lugar, con el viejo tópico de que el amor es caprichoso, misterioso, impredecible, arbitrario, no obedece a reglas. El amor no es un sentimiento que pueda controlarse y esté sujeto a reglas científicas y matemáticas. Es todo lo contrario. El amor es incontrolable y caótico. Causa estropicios anímicos sin necesidad de buscar un sujeto/agente/causa que provoque tal terremoto. Mediante la oración adversativa, ella se desliga del fenómeno perturbador: Pero es que no está en mis manos, me he enamorado, me enamoré

Por X circunstancias (ilógicas, no racionales) ella se ha enamorado de otro chico. No puede hacer nada por evitar ese sentimiento de afecto. Las manos de la protagonista funcionan como sinécdoque: se alude a una parte del cuerpo humano (manos), para designar a la totalidad de la persona, y más concretamente a su totalidad espiritual, a su alma, a su pensamiento. Ella no puede hacer nada por desenamorarse. Esos son sus sentimientos y no puede cambiarlos. Así son de caprichosas las cositas del amor . 

El poliptoton, es decir, la presencia de un mismo verbo en dos tiempo verbales afianza la pasión hacia el segundo hombre. El verbo enamorar aparece en pretérito perfecto compuesto (me he enamorado) y en pretérito perfecto simple (me enamoré). Esto significa que el sentimiento de amor alberga el pasado (ya lleva un tiempo queriéndolo), y también repercute en el presente (lo quiere ahora). 

El pretérito perfecto simple indica pasado mientras que el compuesto indica pasado cercano al presente. Por tanto, el amor se extiende durante un amplio periodo que afecta a un pasado más o menos remoto y a un pasado que linda con el presente. Por lo tanto, se trata de un sentimiento estable. La estabilidad es síntoma de veracidad y sinceridad.

Las reflexiones del yo poético se mezclan con fórmulas de perdón en anáfora y paralelismo: Perdona si te causo dolor/Perdona si te digo hoy adiós. De nuevo, observamos la presencia de predicados causativos relacionados con la provocación de sentimientos perturbadores (causar dolor). Aunque sea involuntariamente, la protagonista está convirtiendo al amado en un mártir de amor, como sucedía en la vieja poesía de cancionero.  

La muchacha necesita dejar las cosas claras, sin paños calientes, para evitar confusiones en el amado y dejar que este asimile la realidad. De ahí la necesidad de dar por terminada formalmente la relación (la metáfora del adiós). De esta manera, el amado no se crea falsas ilusiones. Lo pasará mal al principio, pero al final, el tiempo repara todo.

Si en la primera parte del tema, la protagonista atenúa su sentimiento de culpabilidad amparándose en la arbitrariedad e irracionalidad del amor, en la segunda intenta quitarse la culpa, buscando motivos en los fallos o errores del amado: Tu bien sabes que no fue mi culpa, tu te fuiste sin decirme nada. Mediante el adverbio (bien), la protagonista invita al amante a hacer una autocrítica. Él también tuvo parte de culpa, por el hecho de haberla abandonado sin hablar nada.

En este caso, es ella la que se convierte en una mártir de amor: Y a pesar de que lloré como nunca, yo seguía de ti enamorada. El hecho de que el complemento suplemento (de ti) se inserte en medio de la perífrasis verbal, y la fracture en dos segmentos (SEGUÍA…de ti…ENAMORADA), es una manera de representar el caos anímico generado tras la ruptura y el dolor de verse abandonada. Ella se sintió rota, lo pasó mal ante la ausencia de él, ya que el amado era alguien importante y trascendental

Para la protagonista fue un trago duro. Eso le impide hilvanar correctamente las estructuras sintácticas, creando sensación de anacoluto e inteligibilidad: Pero te fuiste, y que regresabas no me dijiste, y sin más nada. 

Mediante la interrogación retórica (¿Por qué…?) intenta buscar alguna razón o motivo que justifique la espantada del amante. Evidentemente, no lo encuentra tal como se manifiesta con la respuesta negativa y el verbo de entendimiento (No sé). Ella no puede entender ni comprender cómo el amante fue capaz de marcharse de esa manera.

El adverbio de modo con función de atributo (Así fue), crea una atmósfera de misterio e irracionalidad en torno a la conducta del amado. 

Así es un adverbio que posee una semántica muy poco precisa y concreta (depende del contexto en que se emite). Las cosas pasan porque tienen que pasar. El amor es así de caprichoso. Muchas veces no hay motivos para explicar algo. La misma arbitrariedad hay en el hecho de que ella se enamore del otro y en que él la abandonara de esa manera. El amor no es racional. No tiene reglas ni principios. No hace falta indagar en el tema y buscar motivos. Lo importante es que las cosas pasan. Las causas y agentes dan igual: No sé, pero fue así. Así fue. 

El título de la canción, además de reflejar lo caótico del amor, posee un valor sintético, ya que resume el contenido del poema, dando contundencia y solidez: esto es lo que hay, así de cruel es la vida. 

Como veis, la actitud de la protagonista pendula entre dos estados opuestos y a la vez auténticos: por un lado pide perdón, pero por otro lado se justifica y da razones para reducir su culpabilidad. 

Esto tiene su lógica. Lo vais a entender con un ejemplo actual. Imaginad que habéis conseguido algo divertido y placentero, que deseabais desde hace mucho tiempo y os acerca a la felicidad (por ejemplo una moto), pero para conseguir eso habéis tenido que pelearos con alguien y ver sufrir a otra persona (por ejemplo, a vuestros padres, que no querían que os compraseis la moto por miedo a un accidente). 

Cuando ocurre esto las cosas buenas no se disfrutan igual. Queda una “manchita” en el alma. Es una felicidad amarga. Por un lado, estamos contentos y queremos disfrutar de lo conseguido (la moto); pero por otro lado no estamos del todo satisfechos, porque para conseguirlo hemos tenido que provocar daño emocional a otras persona, aunque haya sido involuntariamente (en esto caso, nuestros padres).

Desde la esfera de la moralidad la protagonista quiere disculparse, ya que lo pasa mal sabiendo que otra persona está sufriendo (aunque esta no se portara bien en el pasado). Sin embargo, desde la esfera de lo instintivo ella lo único que está haciendo es ser feliz y dejarse llevar por lo que que siente (amor hacia el segundo hombre). Ella analiza fríamente la situación y se da cuenta de que no ha hecho nada malo ni reprochable. Lleva razón en todo. No hay culpables. Los sentimientos son los sentimientos y es contra-natura oponerse a ellos. 

Al yo poético le gustaría hacer las cosas sin dañar a nadie y sin que haya perjudicados. Sin embargo, la realidad no funciona así. Ya lo dice el refrán: para vestir a unos, hay que desnudar a otros. El estado de perfección es imposible de alcanzar. Siempre habrá una parte disconforme e incómoda. La felicidad de ella con el segundo hombre es incompatible con la neutralidad e indiferencia del primer hombre. 

La protagonista también piensa en cómo puede sentirse el amado actual con el regreso del primero. El hecho de que haya vuelto este hombre, podría provocar perturbaciones emocionales e inseguridades en el nuevo amado (celos, miedos, angustia por perder a su amada...). 

El yo poético no quiere dar pie a que su amado actual sufra ante la posible reconciliación de la expareja. Si desde el primer momento ella le dijo que no volverá con el primero, ha de ser coherente y fiel a sus principios, tal como manifiesta con la tautología u obviedad: Cómo decirle que te amo, si él me ha preguntando, le he dicho que no. Si ella lo negó, sería absurdo y traicionero, engañar al segundo amado para volver con el primero. Eso se traduciría en más dolor, aparte de quebrantar el sentido de la ética. No puede portarse mal con su nuevo amado después de lo bien que se ha portado con ella sacándola de ese bache emocional tan grande. 

En este caso, cabeza y corazón pesan en su decisión. Por un lado, le sigue haciendo tilín el primero por mucho que se portara mal con ella en el pasado. El afecto está ahí, no ha muerto, sigue vivo de alguna manera (cómo decirle que te amo...). Sin embargo, moralmente no puede traicionar al segundo por todo lo que le ha aportado, que ha sido mucho y le ha hecho recuperar la ilusión y las ganas de amar. Al final se une el sentimiento con la razón y se decanta por el nuevo amor. 

Para la protagonista, lo más importante es el momento actual, el cual está representado con ese hombre que conoció de manera tardía. La prioridad será siempre el segundo amado (en detrimento del primero, aunque le duela verlo mal). Las reiteraciones oracionales (cómo decirle que te amo, cómo decirle que te amo…le he dicho que no, le he dicho que no) dan solidez a su manera de concebir la vida. Las ideas están claras. Lo pasa mal viendo sufrir al ex (y eso le impide alcanzar la plenitud total), pero a día de hoy ella quiere al segundo, y no está dispuesta a perderlo.

La protagonista piensa que su postura es la más coherente (Soy honesta con él y contigo) pero también la más próxima a su verdad sentimental (A él lo quiero y a ti te he olvidado...). La estructura bimembre (con él Y contigo...), configura una visión humana de la protagonista, la cual a pesar de decantarse por una de las partes (segundo amado), no se olvida de la otra (primer amado). No hay odio, no hay rencor, no hay malas palabras. Al revés…para la mujer es un mal trago decirle que no. Ella lo pasa mal, sufre, empatiza como ser humano. Por culpa del daño causado, no alcanza la plenitud total. Siempre hay algo que le impide ser feliz.

La muchacha sabe meterse en la piel del otro, identifica cómo se siente y analiza los daños causados. El yo poético sabe hacerse querer: vive un conflicto anímico sincero y realista y lo resuelve de una manera coherente, respetando sus sentimientos, pero también los del resto de implicados. Es un personaje muy maduro y adulto, a pesar de que en ocasiones tiende al sobredramatismo culebronero

La sinceridad es un mecanismo para manifestar el amor humano. Las personas que nos quieren son las que nos dicen las cosas más duras, las que no nos gustan, pero nos la dicen por nuestro bien, para que la vida nos vaya mejor. En este caso, la protagonista le dice al primer novio que no quiere mantener una relación con él y sí con el otro, pero no se lo dice por rencor, odio o capricho, sino para que él comience a asimilar la realidad. Decirle lo contrario, sería engañarle y hacerle más daño. Ella quiere a él como ser humano, y por eso es sincera, indicándole de forma explícita cuáles son sus sentimientos, para que no sufra más ni confundirlo. 

El paralelismo resulta duro, diáfano y contundente con el fin de dejar las cosas claras y evitar las falsas ilusiones en el primer amado: A él lo quiero y a ti te he olvidado

Los componentes de la estructura sintáctica están bien delimitados: complemento directo nominal (a él/ a ti) + complemento directo en pronombre átono (lo/te) + verbo (quiero/he olvidado). Los elementos de segunda persona (a ti/te) hacen referencia al primer amado. Los elementos de tercera persona (a él/lo) hacen referencia al segundo amado. El destino de cada amado con respecto a la mujer es distinto. 

Los verbos querer y olvidar constituyen una antítesis en el sentido de que la protagonista formaliza la relación con el segundo amado y no con el primero. No obstante, el verbo olvidar tiene una extensión concreta: no se refiere a dejar de pensar en alguien como persona, sino dejar de pensar en alguien como amado, desde un punto de vista social. Lo normal y políticamente correcto es tener un solo novio. Y ese novio es el amado segundo.

No obstante, la relación humana con el primero sigue con normalidad tal como se plantea en la oración subordinada condicional: Si tú quieres, seremos amigos... La protagonista no quiere que sean amantes/novios/pareja pero sí quiere mantengan una amistad sana. Esta decisión se la deja al amado en la prótasis (Si tú quieres). La muchacha sabe que estar enamorado de una persona y a la vez estar cerca de ella es duro. Por eso, deja que él decida, que haga lo que crea conveniente y sienta en ese momento. No le va a obligar a ser su amigo, si luego él sufre. Ella no va a imponer ni obligar a nada.

Cuando el amor termina, a veces, los miembros de la pareja quedan como amigos y la relación personal sigue fluyendo con normalidad. Otras veces, es imposible seguir con la amistad (bien porque hay odio mutuo, o bien porque uno de los miembros sigue tan enamorado del otro, que sería un calvario estar tan cerca y no poder hacer nada). En esos casos, lo mejor es alejarse del foco de perturbación emocional.

La protagonista está dispuesta a ofrecer lo mejor de sí para ayudar al amado a verse como amigos en lugar de cómo amantes: Yo te ayudo a olvidar el pasado... Por eso, le pide (más bien le ruega) que no se haga ilusiones, ya que las posibilidades de retomar la relación son nulas: No te aferres a un imposible. El adjetivo imposible aparece sustantivado y hace referencia a todas aquellas cosas que nunca se van a materializar en el mundo real.

El requisito para mantener una amistad es que el amado asimile la pérdida, para que así vea a la amada como amiga en vez de como novia. El deseo real del muchacho es retomar la relación. Sin embargo, ese deseo solo sirve para provocar más daño y dolor tanto en el hombre (hacerse falsas ilusiones que nunca se cumplirán) y la mujer (la cual lo pasa mal viendo sufrir al hombre). La amistad con amor no es buena opción, ya que se traduce en daño anímico mutuo. El paralelismo representa la desesperación de la voz lírica, la cual no quiere que haya sufrimiento o dolor (Ya no te aferres…/Ya no te hagas…).

Las perífrasis verbales de obligación también ayudan a ver el hecho amoroso como algo imposible: Ya no puedo ni debo quererte

El adverbio de cantidad (nada) aparece sustantivado y manifiesta que el amor entendido como relación formalizada ya no existe: Y hoy que has vuelto, ya ves, solo hay nada. Donde antes había amor, ahora no lo hay. Esto no quiere decir que no exista cariño, afecto, empatía. Resulta curiosa la colocación de “nada” en la estructura sintáctica. Normalmente, el adverbio nada se coloca en oraciones negativas (no hay nada). En este caso, se ha colocado en una oración afirmativa (solo hay nada). Esto se debe a que tiene valor de sustantivo. Se ha lexicalizado (la nada).

El adverbio temporal pone un límite al sentimiento amoroso (YA no te amo...). Existe una frontera que marca el paso del amor al no amor. En el momento que habla la protagonista (ahora), ese sentimiento de amor ha desaparecido. El paso del tiempo, y conocer al segundo hombre le ha hecho olvidarse del primero 

La muchacha sigue queriendo al primer hombre, no como amante, pero sí como ser humano. El amor se transforma en afecto, cariño, ternura. Aunque él le abandonara en su momento, ella no siente desprecio, odio o rencor. Todo lo contrario. Con la metáfora del brindis, ella le desea lo mejor en la vida: Te brindé la mejor de las suertes. Ella jamás se pondrá a lanzar injurias o maldiciones como hacía la protagonista de Con un pañolito blanco

No obstante, ella reconoce que después de verse abandonada, con el tema de la ruptura aún en caliente, sí sintió algo de "rencorcillo": Me propuse no hablarte ni verte... No obstante, el verbo en pasado (propuse) demuestra que ese rencor ha desaparecido. Solo fue un enfado temporal. No merece la pena ofuscarse y odiar a una persona aunque te haya hecho algo nocivo. La vida no está para sufrir cada vez que tienes delante al elemento perturbador. Cuando algo está reciente, sí es normal calentarse un poco y decir alguna tontería, pero luego, cuando pasa el tiempo y lo analizas desde la distancia, te das cuenta de que no hay que hacer melodramas. La vida sigue con sus cosas buenas y cosas malas.

Entre las cosas buenas está el nuevo hombre que ha conocido, el cual tiene muchas cualidades positivas que le han enamorado. Las virtudes son tan grandes que llevan a elevarlo al nivel de una deidad: Me he enamorado, de un ser divino, de un buen amor. Este recurso se denomina hipérbole sacrílega, y es típico de la poesía de cancionero: comparar a un ser humano con Dios. La muchacha se ha apasionado con este hombre por ser una buena persona. 

Este nuevo amor le ha enseñado a ver la vida de otra manera, a tomarse las cosas de forma estoica: no hay que obsesionarse con lo malo, el mundo está lleno de gente agradable que nos hace feliz, el rencor no sirve para nada y hay que saber guardar en un cajón todo aquello que nos afecta: Me he enamorado de un ser divino, que me enseñó a olvidar y a perdonar

Ella ha asimilado las virtudes de él. Por eso se ve incapaz de odiar al primer amado, a pesar de la faena que le hizo. De ahí la compasión por él y el hecho de que lo pase tan mal, pida perdón y tenga ciertos remordimientos que le impidan conseguir la plenitud. Esto explica la convivencia de elementos serenos y racionales (la madurez de la que antes hablaba) con otros más excesivos y melodramáticos. Es parte de la psicología del personaje.

La métrica es irregular. Combina versos de arte mayor (a él lo quiero y a ti te he olvidado) con versos de arte menor (cómo decirle que te amo). Se alterna la rima libre (llorar-sufrir, aferres-imposible) con casos de asonancia (dolor-adiós, fuiste-dijiste-sé-fue, suertes-verte).

No obstante, hay dos estrofas que sí son regulares: Soy honesta con él y contigo....y Tú bien sabes que no fue mi culpa…. Son serventesios (10A 10B 10A 10B): cuatro versos de arte mayor que riman primero con tercero y segundo con cuarto.